Jorge G. CastaƱeda
Amarres perros. Una autobiografĆa
MĆ©xico, Alfaguara, 2014, 552 pp.
Inteligente y arrogante. Los primeros adjetivos que me vinieron a la mente cuando conocĆ a Jorge CastaƱeda Gutman hace dĆ©cadas regresaron en estos dĆas con la lectura de su autobiografĆa. La inteligencia estĆ” presente en cada paso de su vida, pero la arrogancia tambiĆ©n.
Supongo que el mismo deseo de CastaƱeda de escribir una autobiografĆa es producto de su elevada visiĆ³n de sĆ mismo. No todo el mundo piensa que la vida de CastaƱeda tenga mucho que aportar, especialmente en un mamotreto de quinientas pĆ”ginas. Pero yo debo reconocer que buena parte del libro, la estrictamente autobiogrĆ”fica, se lee con facilidad e interĆ©s, aunque el libro no habrĆa perdido mucho si el autor se hubiera saltado los pasajes en que nos imparte su sabidurĆa polĆtica.
CastaƱeda podrĆa haber sido uno de esos tĆpicos representantes de la izquierda aristocrĆ”tica mexicana que vemos con tanta frecuencia en San Ćngel, Las Lomas y otros barrios ricos de la ciudad de MĆ©xico. Hijo de uno de los secretarios de Relaciones Exteriores mĆ”s respetados del paĆs, Jorge CastaƱeda Ćlvarez de la Rosa, Jorge chico creciĆ³ en embajadas y en el Pedregal, estudiĆ³ en el Liceo FrancĆ©s con RamĆ³n Xirau y despuĆ©s en Princeton y La Sorbona. Su ancla con una realidad mĆ”s popular de MĆ©xico se la dio el barrio de Actipan, en el que solo viviĆ³ dos aƱos pero que lo dejĆ³ marcado por siempre.
CastaƱeda transitĆ³ por el Partido Comunista desde joven, pero cuando se le invitĆ³ a hacer trabajo manual en Cuba decidiĆ³ que “la zafra no era lo mĆo”. DespuĆ©s de que JosĆ© LĆ³pez Portillo nombrĆ³ a su padre secretario de Relaciones Exteriores en 1979, Jorge empezĆ³ a auxiliarlo de manera improvisada en un principio y despuĆ©s de forma sistemĆ”tica. Al final del sexenio el todavĆa estudiante, a quien su padre llamaba el “Chato” incluso en reuniones de alto nivel, se habĆa convertido en uno de los asesores y confidentes mĆ”s cercanos de CastaƱeda Ćlvarez de la Rosa. El papel de Jorge hijo como mediador en los conflictos de CentroamĆ©rica fue relevante. Eran, despuĆ©s de todo, los tiempos del orgullo del nepotismo del propio presidente. Los alarmados informes de la DirecciĆ³n Federal de Seguridad sobre la peligrosa influencia del hijo comunista del secretario son una parte esencial de la autobiografĆa.
CastaƱeda ha seducido siempre por su inteligencia y por su facilidad de palabra en espaƱol, inglĆ©s y francĆ©s. Se convirtiĆ³ en el comentarista polĆtico favorito de temas mexicanos de medios como The New York Times, Le Monde, Newsweek y El PaĆs. TenĆa relaciones cercanas con personajes tan contrastantes como Carlos Fuentes y Gabriel GarcĆa MĆ”rquez, RĆ©gis Debray y JosĆ© CĆ³rdoba. Hubo un tiempo en que casi ningĆŗn medio internacional podĆa hacer un reportaje sobre MĆ©xico sin citar a CastaƱeda.
Su vigorosa batalla contra el Tratado de Libre Comercio en el periodo de negociaciĆ³n y ratificaciĆ³n le ganĆ³ fama de intelectual disidente, aunque una vez que el tlc fue aprobado quiso cerrar capĆtulo y escribiĆ³: “Hoy el tlc es parte de la realidad del paĆs: nos guste o no –y a mĆ no me gusta– es el instrumento que norma nuestra relaciĆ³n con el exterior y buena parte de la policĆa econĆ³mica interna. Seguir combatiĆ©ndolo para procurar una abrogaciĆ³n me parece una lucha estĆ©ril, y al final no del todo sincera. Hoy hay que enfocar las baterĆas en el cambio, no en la reversiĆ³n.”
En Amarres perros CastaƱeda se presenta a sĆ mismo como un modernizador que rechazaba el conservadurismo y nacionalismo de la vieja izquierda mexicana, incluso en sus tiempos dentro del Partido Comunista. Si bien respaldĆ³ la campaƱa presidencial de CuauhtĆ©moc CĆ”rdenas en 1988, escribe: “Las posturas de CĆ”rdenas me parecĆan inviables, y el programa modernizador de Salinas me atraĆa.”
Esta bipolaridad era impulsada por su deseo de no seguir siendo un acadĆ©mico de torre de marfil sino un intelectual engagĆ©, un polĆtico o, mĆ”s bien, un estadista. En la campaƱa de 2000 tratĆ³ de convencer a CĆ”rdenas de respaldar a Vicente Fox en una alianza para sacar al pri de Los Pinos; pero cuando CĆ”rdenas se negĆ³, CastaƱeda apostĆ³ por Fox y ayudĆ³ a darle credibilidad en esos medios informativos e intelectuales internacionales en que se movĆa con tanta soltura. Por eso Fox lo nombrĆ³ secretario de Relaciones Exteriores.
El intelectual que se habĆa quejado de la persecuciĆ³n de los gobiernos priistas, propuso en el gobierno de Fox que se preparara una lista de “posibles culpables” de corrupciĆ³n “para consignar a unos y advertirle[s] a otros que el gobierno castigarĆa la corrupciĆ³n comprobada del pasado”. Hay que reconocerle al presidente Fox que se negĆ³ a lanzar esta cacerĆa de brujas. “Si hay culpables que se proceda judicialmente… No soy Dios para escoger a quiĆ©n castigar y a quiĆ©n no.”
La alta autoestima de CastaƱeda se reflejaba en sus relaciones personales. “Conmigo, [Gabriel] GarcĆa MĆ”rquez fue a la vez generoso al extremo, interesado, y mezquino”, escribe. ¿Por quĆ© mezquino? Porque en marzo de 1988 Mercedes, la esposa de Gabo, le organizĆ³ a este una fiesta por sus sesenta aƱos con sus sesenta mejores amigos y “Miriam y yo nos enteramos y nos sentimos por los periĆ³dicos”.
De Elba Esther Gordillo, en un momento aliada, escribe: “Como amiga, he conocido a pocas mujeres semejantes: me dio posada en su anterior departamento en Polanco durante cinco aƱos, pagando una renta mensual considerable, pero menor al precio de mercado.” Pero despuĆ©s concluye: “Nos usamos mutuamente. Fui su consorte y carta de presentaciĆ³n con la intelectualidad del paĆs.” CastaƱeda se considerĆ³ traicionado porque la maestra no lo ayudĆ³ a lograr una candidatura presidencial. Esta candidatura, de hecho, se convirtiĆ³ en obsesiĆ³n: “Buscamos, con Nacho Yris y Fred Ćlvarez, arrebatarle[s] el Partido Alternativa SocialdemĆ³crata y Campesina a Patricia Mercado y Alberto BegnĆ© para lanzar una candidatura conjunta a la Presidencia.”
De Adela Micha, la periodista, dice que se hallaba “obnubilado por la compaƱĆa de un personaje pĆŗblico” y sentĆa un “encadenamiento pigmaliĆ³nico con una mujer de gran inteligencia e insuficientes instrumentos para aprovecharla”. Al final, sin embargo, quiso utilizar sus contactos en Televisa para lograr una presencia en televisiĆ³n que facilitara su candidatura presidencial.
Hay que estar agradecidos con Jorge G. CastaƱeda porque ha ofrecido en Amarres perros una autobiografĆa cĆ”ndida, que no pretende ocultar sus defectos y que aporta en cambio un vistazo fascinante a un personaje inusitado: el asesor comunista de un padre canciller en un gobierno priista que se convierte en enfant terrible de la comentocracia y que cuando llega a ser secretario de Relaciones Exteriores descarta la Doctrina Estrada y fracasa en un valioso esfuerzo por lograr la enchilada completa de una reforma migratoria en Estados Unidos.
Nadie puede culpar a CastaƱeda de tratar de esconder su inteligencia o su arrogancia en esta autobiografĆa. Al explicar por quĆ© sus ideas han sido muchas veces rechazadas, el “GĆ¼ero” explica: “Mi problema siempre ha sido el timing: me equivoco en el momento de tener razĆ³n.” ~
(ciudad de MĆ©xico, 1953) es periodista de prensa, radio y televisiĆ³n.