Francisco Javier Expósito es escritor y coordinador de una espléndida y plural colección de la Fundación Banco de Santander, donde se han publicado libros de autores como Cela, Perucho, Carmen Conde, Rafael Dieste, Carmen Laforet y Elena Fortún, Ana María Martínez Sagi, Vicente Aleixandre, Carlos Fuentes, Cristóbal Serra, etc., la lista es amplia y los proyectos, mestizos, a menudo más que sorprendentes. Ahora, como si tuviera en la cabeza aquel Manifiesto de la poesía útil de Ángel Guinda (1948-2022), él y el poeta y compilador José María Parreño –antólogo y autor del epílogo– han convocado a una docena de poetas de diferentes generaciones y de estéticas muy variadas, y les han encargado que escriban unos textos que sirvan para combatir este clima cotidiano, social y político, donde conviven términos como catástrofe, incertidumbre, crisis enérgica, cambios tecnológicos y climáticos, guerras, bastantes, no solo la de Ucrania, o incluso el rescoldo o la estela de la covid-19.
El empeño, lleno de sorpresas y de sinceridad, pero también de experimentación, se titula Doce líricas para un mundo nuevo. ¿Hacia dónde camina el ser humano?, y en él participan, por este orden: Antonio Colinas, Antonio Lucas, Aurora Luque, Carlos Pardo, Chantal Maillard, Clara Janés, Fermín Herrero, Jorge Riechmann, Luisa Castro, Raquel Lanseros, Vanesa Pérez-Sauquillo y Vicente Gallego.
La propuesta de los editores era clara. Había que burlar el pesimismo, huir de esa tentación o de ese estado de ánimo casi irremisible. De ahí que Parreño indique: “El mundo está tan mal y tan loco que solo la voz loca del poeta nos devuelve cierta normalidad.” Así, los textos pueden leerse como un bálsamo, un sortilegio, una reparación y, por supuesto, una propuesta de libertad creativa que podría tener su parte de terapia y de combate contra la destrucción. De ahí que Fermín Herrero aluda a la necesidad de blanquear “la suciedad del mundo” y que Vanesa Pérez-Sauquillo diga algo tan sugerente como “devolver la luz” que se ha recibido.
Cada poeta muestra su personalidad y su línea de trabajo ante el pie forzado, sin perder coherencia ni alejarse de una poética consolidada. Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) se apoya en el mundo clásico, lleno de belleza y espiritualidad, donde opone la música al caos. Se interroga: “¿Será el alma la música del mundo?”
Para Antonio Lucas (Madrid, 1975), como en muchos de sus artículos de prensa, el lenguaje, vigoroso, arrollador y pródigo en metáforas, sirve para denunciar y subvertir algunas injusticias del planeta. Las palabras poseen el don de la salvación.
Aurora Luque (Almería, 1962) retoma su diálogo con los clásicos y establece un paralelismo entre Casandra y el fin de Troya y los continuos augurios de un mundo que parece en estado de demolición.
Carlos Pardo (Madrid, 1975) hace un relato lírico de una pareja en crisis y en pulsión de muerte, tal vez, donde el poeta, novelista y crítico literario afronta con vehemencia lo cotidiano y lo amoroso.
Chantal Maillard (Bruselas, 1951), en su búsqueda de la trascendencia y en su continua conversación con las fuentes orientales e hinduístas, apunta: “Las cosas tenían sentido. Nadie dudaba de su existencia.” A este mundo a la deriva se le buscan visos de esperanza, que en el fondo es la aspiración más clara del volumen. Los poetas tejen, en sus composiciones, verso a verso, entramados de esperanza y de lucidez.
Y lo que son las cosas, Clara Janés se centra en la ciencia y glosa a su modo la visita de Albert Einstein con su esposa Olga (acogido por su amigo monegrino, el ingeniero Casimiro Lana) a Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza en marzo de 1923.
Fermín Herrero (Soria, 1963) es fiel a su amor al universo rural, al paso de las estaciones. Tiene claro que vivimos sobre la ruina de Occidente y una tierra cansada: “La avena loca es señal de la cansera de la tierra, / crece menuda y junta, devorando / la siembra, la labor de los padres, los siglos.” Jorge Riechman (Madrid, 1962) no hace concesiones; denuncia el estado de la naturaleza y critica al ser humano por su dejadez e irresponsabilidad. Y, además, asume su parte: “Yo soy responsable del final de un mundo.” Luisa Castro (Foz, Lugo, 1965) emprende un viaje a la aldea de Giordano Bruno, quemado, en lo que sería un viaje iniciático poblado de intimidad y aventura, de fantasías y fantasmas, y de la necesidad de transformación del individuo y la sociedad. Ese camino incierto está alumbrado por “la ciencia de las estrellas”. Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973) da un salto en otra dirección y crea, con Guido Guzmán, que también va de camino, una suerte de héroe contemporáneo que nos guíe por ese nuevo destino en construcción.
Vanesa Pérez Sauquillo (Madrid, 1978) arma un poemario donde mezcla varias tradiciones: el universo zen, de Japón, con la ambición de trascendencia de Occidente, y, entre otros versos, en algunos apunta al optimismo: “Es un cantar de gesta la esperanza.” Y Vicente Gallego (Valencia, 1963) parte de lo cotidiano y de lo minúsculo para tejer un mundo simbólico en el cual conviven diferentes esferas de la existencia. Escribe, como si apuntase a la diana central de todas las incógnitas del libro: “¿Dónde va el ser humano? / ¿Dónde van las hormigas, / acaso el que las pisa por descuido / es más digno que ellas?”
El volumen, de edición impecable como es habitual, incluye códigos QR que ofrecen entrevistas con los autores y poemas leídos, también disponibles aquí. Es un libro que nos puede acompañar días, horas, al que apetece volver y descubrir y redescubrir las sutiles formas de la inspiración, del compromiso, de la denuncia y de la libertad.
es escritor y responsable del suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón. Entre sus libros recientes están Golpes de mar (Ediciones del Viento, 2017) y Cariñena (Pregunta, 2018)