George Orwell
Los dรญas de Birmania
Traducciรณn de Manuel Piรฑรณn Garcรญa, Barcelona, Debolsillo, 2011, 328 pp.
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La hija del clรฉrigo
Traducciรณn de Miguel Temprano Garcรญa, Barcelona, Lumen, 2011, 368 pp.
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Homenaje a Cataluรฑa
Traducciรณn de Miguel Temprano Garcรญa, prรณlogo de Miguel Berga, Madrid, Debate, 2011, 280 pp.
La sorpresa que llega de inmediato con la lectura del Orwell prehistรณrico –su media docena de libros anteriores a los que hicieron de รฉl el autor-llave de la literatura polรญtica del siglo XX: Rebeliรณn en la granja,1984 y yo aรฑadirรญa Homenaje a Cataluรฑa– es que de prehistรณrico nada. Lo esencial de Orwell estรก casi en cada uno de sus libros, desde el primero, Los dรญas de Birmania, novela escrita a los treinta aรฑos e inspirada de cerca por su experiencia como policรญa britรกnico en Birmania, hoy Myanmar, uno de los destinos menos lustrosos del vasto Imperio Britรกnico de entreguerras.
¿Y quรฉ es lo esencial? Difรญcil elegir, pero es probable que una escritura dictada por un pensamiento polรญtico fuerte, que no militante: una postura que va evolucionando pero que sin duda se mantiene, tambiรฉn despuรฉs de que Orwell se convirtiese en el primer o uno de los primeros denunciantes, a finales de los treinta, del lรบgubre teatro estalinista, en lo que รฉl llamaba “socialismo democrรกtico”.
Y tambiรฉn una preocupaciรณn no menos importante por que esta escritura, por polรญtica que fuera, tuviese una dimensiรณn literaria y artรญstica (formas, personajes, colores, sugerencias, ritmos…) de primer nivel y a la altura de la mejor literatura inglesa. Que conocรญa bien, entre otras cosas porque habรญa asistido, becado, al mejor colegio britรกnico de su tiempo, Eton, en los tiempos improbables en que esos colegios insistรญan mรกs en los clรกsicos que en las matemรกticas. (รl jamรกs hubiese aceptado semejantes elogios de Eton, que al parecer odiaba.) Con frecuencia se omite que Orwell era tambiรฉn un perspicaz e informado comentarista literario, vรฉanse, entre otros muchos, sus escritos sobre Dickens, Swift (el autor que mรกs le influyรณ), Tolstรณi, Joyce (importรณ de contrabando el prohibido Ulises desde Parรญs, y tuvo que ponerlo de lado para no compararse con รฉl), “Los buenos libros malos”, sus “Confesiones de un comentarista de libros” o “La polรญtica y el idioma inglรฉs”, donde prescribe cรฉlebremente la guerra a los tรณpicos y los lugares comunes. No muchos escritores proclaman seguir esa guerra, poco rentable porque buena parte de la industria literaria vive de los lugares comunes. Pocos como รฉl la libraron con tanta coherencia. Ademรกs de una inteligencia excepcional y sin duda alguna tambiรฉn visionaria, eso es lo que diferencia a Orwell de casi todos los escritores polรญticos, incluidos los comprometidos. De hecho, ese fue uno de sus principales objetivos: hacer de la escritura polรญtica una forma de arte.
El intenso interรฉs que el Orwell escritor sentรญa por la realidad sobre la que decidรญa escribir le llevaba casi siempre –o siempre– a vivirla y conocerla en lo posible de primera mano antes de escribir sobre ella o, si se prefiere, en ella. Asรญ hizo con Vagabundo en Parรญs y Londres (Menoscuarto), resultado de dos aรฑos de vida de sintecho por las dos ciudades, o en empleos como friegaplatos en hoteles en Parรญs. Solo asรญ se puede conseguir un libro tan informado como ese… pero tambiรฉn un capรญtulo tan inimaginablecomo el de los vagabundos muertos de frรญo en Trafalgar Square que esperan la hora legal de ir a compartir entre tres una taza de tรฉ, en La hija del clรฉrigo. Vivir entre los mineros y beber en sus tabernas, en las cuencas mineras de Gales, le permitiรณ, por encargo de un editor, Victor Gollancz, que tuvo el acierto de encargarle a Orwell el libro, escribir un informe como El camino deWigan Pier, que rivaliza en conocimiento del medio con la magnรญfica novela Germinal, de Zola. Por eso ya hay quien menciona a Orwell como un precursor del Periodismo de Participaciรณn, una corriente del –mal llamado, como se ve– Nuevo Periodismo de los aรฑos sesenta.
Intuyo que tal vez ahรญ estรฉ lo mรกs peculiar de Orwell: esa capacidad de meterse hasta el tuรฉtano dentro de cierta realidad, por lo general movido por la revuelta y con intenciรณn justiciera. รl mismo lo dice en su ensayo mรกs revelador, “Por quรฉ escribo”: “Mirando retrospectivamente mi obra, veo que de forma invariable fue cuando no habรญa una intenciรณn polรญtica que escribรญ libros sin vida y me traicionรฉ en pasajes grandilocuentes, frases sin significado, patraรฑas y adjetivos decorativos.” Esa pasiรณn extrema del escritor con el tema y la elaboraciรณn de sus libros, que estรก en la base de la sensaciรณn de “verdad” que producen –que poco a nada tiene que ver con cifras o estadรญsticas–, es quizรก el misterio mรกs profundo y a la vez la lecciรณn mรกs sugerente de Orwell como escritor. Y se constituye en tema literario en sรญ mismo y alegorรญa en Que no muera la aspidistra (la aspidistra es la planta que solรญa decorar todas las casas de la clase media inglesa de entonces), donde el protagonista, Gordon Comstock, lleva hasta extremos incomprensibles para cualquier mentalidad normal su obsesiรณn por lo que hoy llamarรญamos “no entrar en el sistema” y abstenerse a cualquier precio de conseguir “un buen empleo”. Siendo empleo el sinรณnimo de la trampa del “dinero”, y “dinero” el objeto por el que siente una repugnancia, un odio se dirรญa que insuperable: el dinero es el instrumento casi invencible de la esclavitud. Y la novela, la historia de su batalla con รฉl, es la historia de una lucha concreta por la libertad… que por lo demรกs cruza toda la obra del escritor y tambiรฉn su vida. Y en el caso del comportamiento sin precedentes de Comstock, ¿acaso Orwell no dijo a un amigo que le ofrecรญa compartir un apartamento en un barrio burguรฉs de Londres que la sola posibilidad de vivir en un barrio semejante “le ponรญa enfermo”?
La obra y vida de Eric Blair (George Orwell fue el pseudรณnimo elegido para firmar Vagabundo, que no reunรญa para รฉl las cualidades de una literatura firmable) es un contundente argumento en sรญ mismo contra la extravagante pero cรณmoda y ahorrativa idea –y quizรก por eso mayoritaria en la universidad y la crรญtica– segรบn la cual una obra literaria no tiene nada que ver con la biografรญa de quien la hizo, o esta es irrelevante. Que es algo asรญ como decir que la calidad de la leche no tiene nada que ver con el tipo de pastos que haya rumiado la vaca, o con el hecho de que el novio de la vaca haya muerto heroicamente en una plaza cruzada por la lรญnea de sombra. Una idea surrealista incluso en el caso de Kafka, Kavafis o Pessoa, en apariencia oficinistas inofensivos (vรฉase El otro proceso de Kafka, de Canetti), y cuรกnto mรกs insรณlita en el caso de un Orwell, en cuya vida parecen estar sin duda las claves de toda su obra y pensamiento.
Una vez establecido eso, la pregunta es… ¿dรณnde? ¿En quรฉ parte de Orwell estรกn las claves de su obra? Porque las posibilidades son muchas. Lo que parecen determinismos de origen abundan. Las experiencias que indican un punto de la estrella de los vientos menudean… Orwell parece un nido de trampas para caer en todos los tรณpicos y clichรฉs del escritor determinado por su familia y su clase: en su caso, una suerte de muy baja semiaristocracia venida a menos, algo que parece mรกs bien propio de un escritor ruso y coincidente con otros ejemplos en la literatura inglesa (Dickens o Lawrence de Arabia). O sea, una suerte de extranjeridad o periferia, el territorio mismo de la literatura.
Cualquier lector de Los dรญas de Birmania tiene la tentaciรณn de apostar a que buena parte de lo que allรญ se cuenta –clasismo y racismo colonialista entre los policรญas britรกnicos y en la sociedad imperial en Birmania– se inspira en hechos ciertos. Y que Orwell tenรญa mucho que ver con Flory, el protagonista apuesto, inteligente y poco racista, aunque con una marca de nacimiento en la mejilla que lo devalรบa a ojos de una jovencita, guapa y sin un penique, a la caza de marido: por lo visto, los funcionarios de las colonias eran un buen caladero para europeas solteras desesperadas. La enigmรกtica melancolรญa de Flory, que recuerda la de Orwell, tiene algo que ver con el hecho de haber elegido sin necesidad ese remoto destino que no corresponde a su rango social, en un personaje que parece un antecedente de algunos de Graham Greene, una dรฉcada despuรฉs.
En ese libro, vagamente deudor de Pasaje a la India, de E. M. Forster, de temรกtica parecida, Orwell volcรณ lo mรกs sustancioso de los รบnicos aรฑos de su vida en los que suspendiรณ su vocaciรณn literaria, creyendo que asรญ podrรญa prosperar en el escalafรณn de la burocracia imperial y garantizarse unos ingresos regulares, el ideal mismo de su familia y de su clase. Habรญa nacido en 1903 en la India, donde su padre era un modesto funcionario en la administraciรณn britรกnica, aunque, a diferencia de Kipling, Orwell se fue pronto a la metrรณpoli, a estudiar. Y eso mismo pensรณ el editor inglรฉs, Gollancz: que Los dรญas de Birmania era “verdad”, y esperรณ a que un editor norteamericano no recibiese denuncias por difamaciรณn para arriesgarse a publicar la ya depurada versiรณn del libro en el Reino Unido; el original se perdiรณ. Y, como serรญa la norma hasta Rebeliรณn en la granja y 1984, Orwell recibiรณ buenas crรญticas y no vendiรณ mucho. Tambiรฉn entonces publicar novela era un oficio impredecible y arriesgado.
Casi como norma, las primeras novelas de Orwell estรกn protagonizadas por un solo personaje, que se mueve en los mรกrgenes de una sociedad que entonces, recordemos, padecรญa las consecuencias de la Crisis del 29 y se preparaba para la Segunda Guerra Mundial. Pero si ello es evidente en las demรกs, lo es menos en La hija del clรฉrigo, cuyo retrato solo de forma indirecta refleja una condiciรณn social –por dura que sea la vida de una parroquia anglicana pobre en un pueblo inglรฉs no demasiado practicante y rivalizando con otras iglesias protestantes–, y en cambio ilustra la capacidad observadora de Orwell, a quien no parecen escapรกrsele ni los olores en la casa de una vieja beata impedida (Orwell tenรญa una nariz de perdiguero), en una suerte de hiperrealismo social que apenas ha envejecido por lo bien escrito que estรก. Tambiรฉn aquรญ la labor de campo fue su propia vida –era nieto de un pastor– y la peripecia de la protagonista, aquejada de una amnesia de pura angustia, tiene en cambio mucho que ver con el recuerdo de sus viajes de vagabundo por los caminos y en Londres.
Orwell, como quizรก se sepa, sufriรณ toda su vida de pobreza, a veces extrema, aunque รฉl pensaba que un escritor no debรญa vivir de lo que escribรญa, ni ganar demasiado para no corromper su mirada en la comodidad y la complacencia, y en cambio tener un segundo oficio, nada literario ni artรญstico, que le mantuviese en contacto con la realidad de las cosas. Escribiรณ artรญculos y reseรฑas de libros hasta gastarse los dedos y, como es leyenda, se agotรณ en la transcripciรณn final de 1984,ya muy enfermo de tuberculosis, entre otras cosas porque no fue posible encontrar, ni pagรกndole el triple, a una mecanรณgrafa que aceptara trasladarse al remoto islote escocรฉs en el que pasรณ sus รบltimos dรญas. Muriรณ en 1950.
Y no queda mรกs remedio que mencionar las dos รบltimas batallas que al parecer Orwell no ganรณ: el escritor pertenece a ese grupo de autores cuya obra, en ocasiones excelente, como es el caso de varios de sus primeros libros, queda sepultada por otra de mucho mayor รฉxito entre el pรบblico. Otro ejemplo serรญa Saint-Exupรฉry. Y por ello es una buena noticia la recuperaciรณn o primera ediciรณn de varios de estos textos en castellano.
Y luego, la caricaturizaciรณn de Orwell por quienes pretenden convertirle en una suerte de campeรณn de la propaganda contra el estalinismo mรกs ramplรณn. Algo un tanto melancรณlico si se piensa que Orwell hizo en Que no muera la aspidistra el retrato de la publicidad mรกs lรบcido y visionario que se recuerda, y no sin escalofrรญo fue comprobando que la industria copiaba sus magnรญficos sarcasmos, solo que proponiรฉndolos en serio. Eso le sucederรญa mรกs de una vez. Es evidente que su retrato de la tiranรญa abarca mucho mรกs, y una pista podrรญa ser que cada vez usamos mรกs expresiones que parecen el colmo del futurismo y que fueron acuรฑadas por รฉl, como “policรญa del pensamiento”. รl no solo pretendiรณ siempre abogar por un “socialismo democrรกtico”, como dejรณ escrito en su tardรญo “Por quรฉ escribo”, sino que su obra trasciende con mucho esas peleas de la mitad del siglo pasado, que comienzan a acumular polvo. No sin misterio, sus escritos ganan con el tiempo en actualidad y novedad. ~
Pedro Sorela es periodista.