Qué bonito y especial es este cuento de Dylan Thomas. La Navidad para un niño en Gales es un texto muy particular, sorprendente, que se parece mucho a los poemas de su autor. Al leerlo nos emocionamos y nos desconcertamos a la vez. Sí, es un cuento ambientado en Navidad, pero como ya desde el principio se entrega a un juego de quiebros en la narración y superposiciones de recuerdos y proyecciones, no podemos estar seguros de que se trate de una única Navidad de la infancia recordada como arquetípica. Desde luego no es una historia convencional en la exposición de los hechos y hasta los personajes son móviles en lo que respecta a su función. Es más bien una recomposición de la esencia de la Navidad, o del colmo del invierno, a partir de escenas y personajes rescatados gracias a la memoria o a un órgano visionario, facultades que son tratadas como habilidades cotidianas, irrenunciables. Se dice al principio: “hundo las manos en la nieve y desentierro cualquier cosa que pudiera encontrar”. A ver qué aparece, con la convicción de que sea lo que sea será valioso, tendrá gracia. De esa nieve en la que rebuscamos y que había aparecido como elemento de una comparación (“Las Navidades fluyen como una luna fría e inquietante […] y se detienen en el borde de las olas de aristas glaciares”) emergen las imágenes como objetos que habían sido sepultados. Todo lo que aparece, todo el tesoro que ocultaba la nieve, o cada nuevo personaje, elemento o situación que viene a asomarse al escenario de este cuento es susceptible de cambiar de función íntima: de detonante dramático puede pasar a ser chocante alegoría, de personaje de acción a público para la historia. Si esta movilidad funciona se debe a la capacidad de Dylan Thomas de intuir la sustancia de los seres y de alterarla mediante las palabras, como si estas fuesen hechizos. Este talento para entrar y salir, con la soltura de quien patina sobre un lago helado, de los distintos órdenes es muy cercano al tema navideño que aquí se trata: una tradición popular defiende que durante la Nochebuena los animales pueden hablar. Ese idioma disponible por unas horas es en el que escribe Dylan Thomas sus poemas y sus cuentos. Su papel de poeta consiste en estar presente (y atento) en los intercambios secretos que se dan entre los reinos de los seres.
Se puede seguir una historia en el libro: más o menos es un chico que vaga por el pueblo mientras en las casas se preparan para la celebración de la noche, y su narración consigue que cada ser en el que fija la vista sea protagonista al menos por un instante, y hay un incendio y una visita a una casa misteriosa, y juegos con sus amigos, deambulando por ahí. Cuando van caminando por la nieve se preguntan si los demás habitantes del pueblo creerán, por el tamaño de las huellas que dejan, que hay hipopótamos en el pueblo (en Gales), y esa fantasía de los chicos introduce a los hipopótamos en la historia. También aparecen los personajes estrafalarios que animan todas las historias en las que se evoca con tono agridulce un lugar desaparecido o un tiempo pasado. Todo es muy físico y vistoso para los sentidos, pero a la vez están muy presentes algunas corrientes subterráneas. Todo sucede rápido y deja una sensación de fugacidad y destellos, y la evocación de la Navidad queda como las impresiones que deja en el sistema nervioso un descenso en trineo. Y al acabar la historia, en la última frase que lo restaura todo, volvemos a encontrarnos con la conciencia universal encarnada esta vez en un niño galés que, al final de las modestas aventuras que ha vivido en su pueblo, es capaz de aliarse con los otros habitantes del mundo.
La edición de Nórdica incluye unas vivaces ilustraciones de Pep Montserrat que sugieren el ambiente compacto del pueblo nevado, acogedoras como una bola de cristal llena de nieve. Más que estar incluidas, componen la mitad de la historia, no acompañan solamente, sino que afianzan el tono de la aventura. Además, es una edición bilingüe. El texto en inglés original se reproduce al final del volumen, como si este cuento fuera el poema que en realidad es. La traducción, de María José Chuliá García, es muy atenta. Se ve ya desde el título: la Navidad para un niño en Gales es la trasposición de A child’s Christmas in Wales (cómo vive en Gales la Navidad aquel niño). Este cuento fue escrito por Thomas en 1945 con el título de Memories of Christmas, como parte de una serie de lecturas para la bbc. Durante su viaje a los Estados Unidos en 1952, meses antes de su muerte, de la que se acaban de cumplir setenta años, Thomas conoció a Barbara Holdridge y Marianne Roney, que estaban empezando un negocio de grabaciones de poetas leyendo sus obras: Caedmon Records. Según se recoge en la biografía del poeta de Paul Ferris, para la cara a del disco Thomas grabó algunos de sus poemas, pero para la cara b quiso algo de otro tono, y propuso la historia escrita y nunca grabada para la bbc. El autor no recordaba el título original de su propia historia, pero la renombró como A child’s Christmas in Wales, el título con el que ahora se publica, y grabó para Caedmon la lectura del cuento, con su característica y emocionante manera de recitar temblorosa, cavernosa y estentórea, una grabación que ha quedado para el National Recording Registry como “el inicio de la industria del audiolibro en los Estados Unidos”. El reverso de la Navidad vista por aquel niño de Gales. ~
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).