El alma del controlador aéreo

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La belleza y la muerte
     Justo Navarro, El alma del controlador aéreo, Anagrama, Barcelona, 219 pp.
     A mediados de la década de los sesenta surge una serie de narradores (Javier Marías, Álvaro Pombo, Juan José Millás, Enrique Vila-Matas) que producirán sus obras canónicas a finales de los ochenta y principios de los noventa. En este grupo de renovadores de la prosa capaces de detectar e integrar en su escritura los aspectos más absurdos de la realidad hay que incorporar al poeta, traductor y novelista granadino Justo Navarro (1953), autor de dos libros de poemas, Los nadadores y Un aviador prevé su muerte (1987), en los que se encuentra ya el germen de su sustancia narrativa, y las novelas El doble del doble (1989), Hermana muerte (1989), Accidentes íntimos (1990) y, como culminación de un interesantísimo proceso, La casa del padre (1994).
     El alma del controlador aéreo recupera muchos planteamientos de La casa del padre, pero la trama es más compleja porque más complejas y más ambiguas son las relaciones entre los personajes y menos absorbente la voz narradora, que es a un mismo tiempo espectador y protagonista de los hechos que narra, que afectan a tres generaciones. Y es el misterioso asesinato de la hermana y el primo del narrador en julio de 1972 lo que vuelve a unirles en el cementerio de San José. "Hubo un tiempo en que fue famosa la armonía y alegría de los Alibrandi" quienes, según el padre, "nos abrazamos para repelernos". 27 años más tarde, en 1999, el narrador, que tiene ahora 43, y su anciana madre vuelven a encontrarse en el mismo cementerio, para el entierro del primo Eduardo: "Me amoldo a los pasos de mi madre, a las seis de la tarde, en la luz ácida que se va endulzando, hecha de distintas capas de luz, acogedora y adormecedora como un jardín de sombra". Y en esta luz pura, en uno de los frecuentes desdoblamientos del libro, "una pareja que venía hacia nosotros me pareció que éramos nosotros en un espejo, mi madre y yo: un anciano y una mujer, casi una niña, que lo llevaba del brazo".
     Los hechos ocurridos en 1972 le llevan a indagar sobre el pasado, "porque el pasado atrae y repele la mirada como la monstruosidad y la belleza". Un pasado que reconstruye a través de las fotos mordidas por el tiempo y de la memoria, una indagación que le lleva no a conocer la realidad sino la naturaleza de la mentira, "mis parientes más próximos parecen haber urdido una conjura para confundirme, para que, sabiendo muchas cosas, sepa lo menos posible".
     Lo que le lleva a la necesidad de entender el pasado a través de los Alibrandi es el misterioso crimen ocurrido en Granada el 9 de julio de 1972, cuando va a cumplir 16 años, en el que mueren su hermana Alicia y su primo Juan en el Seat 1430 que han robado. El narrador y su primo se salvan cuando deciden bajar del coche al ver a Dominique en la puerta de la casa que linda con el Tenis. "La tarde más significativa de mi vida, o así lo veo, parecía una tarde insignificante", pero es a partir de esta tarde que su primo Eduardo se convierte para él en una obsesión, y con su primo Eduardo, Dominique. "Dominique es la historia de mi vida, o quizá sea mi primo la historia de mi vida".
     Es pues una historia en torno a las relaciones familiares, en torno a las relaciones amorosas y, de forma más sutil, en torno a una realidad social que si se remonta a la década de los veinte, es decir, a los años del fascismo, se centra esencialmente en la historia contemporánea: desde el asesinato de Carrero Blanco por el grupo terrorista ETA en 1973 hasta finales de la década de los ochenta, cuando se monta "una banda terrorista antiterrorista" con fondos del Estado. La heroica historia del abuelo se confunde con la falsificación y la mentira: nunca llegará a comprobarse que luchó contra Mussolini. La historia de los padres, por el contrario, nos lleva a lo más sórdido del franquismo. La del triunfador primo Eduardo, a lo más sórdido del socialismo
     A la mentira política se une la mentira sentimental, mentira o necesidad que le lleva al tío Juan a engañar a su hermano Eduardo para robarle a su esposa, "la mujer más bella de Granada […] Era tan bella que tenía que esconderse". El narrador, extraña y genuinamente atraído por Lynn Swann y más tarde a punto de casarse con Cecilia, con la que tendrá un hijo, no puede evitar su fascinación por Dominique, casada con Eduardo, quien a su vez se acostará con la esposa del narrador. Se confunden los hechos, los testimonios, las fidelidades, los afectos, para ir tejiéndose una historia sórdida y dolorosa guiada por la extrañeza.
     De esta extrañeza procede la poderosa magia del libro, una perversa atracción por la belleza y por la corrupción que ya pudimos vivir en La casa del padre. Nos desplazamos por espacios irreales, que producen rechazo y una malsana atracción. Una Granada que nos lleva, implícitamente, a la de García Lorca y a la sórdida Granada de la dictadura franquista: "Y entonces volví a la ciudad a la que no volveré", nos dice al principio del libro; y más tarde: "volví a Granada, a las calles hipnotizadas bajo el día irreal de tanta luz". El Instituto Nacional de Enseñanza Media del que acaba huyendo. La Real Sociedad de Tenis, donde se inicia la tragedia. Los autochoques Nevada con sus misteriosos vigilantes. El piso de la madre con el balcón entornado y en la persiana "líneas de luz irreal y fosfórica". O el cementerio de San José. Personajes igualmente extraños y misteriosos, como el señor Swann y su fiel e infiel esposa Lynn o Guillermo Blaque o Blackwell, su personalidad moral y su complejo pasado. Las clases de inglés y su misterioso significado. El ruido de la máquina triturando ladrillos, como un presagio. El campeonato de mecanografía y el cuarto de las escobas donde aparecen entrelazados los cuerpos de Eduardo y Dominique. O el hotel Swan de Manchester, "ciudad condenada de cielo de urea", "la ciudad más moribunda que he visto en mi vida". Y la misma profesión del narrador, "mi trabajo extraño".
     Y en este entramado de extrañeza están las invenciones, la imaginación, las mentiras, las medias verdades, los desdoblamientos, las metamorfosis, el proceso de desintegración: "¿Quién es este, ojo de pájaro, pájaro de ojos azules, cara en proceso de desintegración […], algo terrible y a la vez deseable que atrae a los ojos, como la belleza y la muerte?" Es su primo Eduardo, como pudo serlo su padre, o Dominique o como lo es su madre en el cementerio con su inacabable infelicidad, como es inacabable la muerte de su hermana. Y es para dar sentido a aquella muerte y a todas las muertes que Eduardo Alibrandi Vigo narra esta singular historia hecha de palabras e imágenes de una belleza perturbadora. –

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