La relaciรณn entre el cuerpo y la mente es muy antigua, aunque no siempre se ha formulado del mismo modo. Desde el comienzo de la historia del pensamiento occidental ha habido disyunciรณn y a veces una cierta conjunciรณn que no tardรณ en desaparecer hasta la modernidad, donde nos encontramos las dos viejas opciones y algunas variantes. Para Herรกclito no parece haber conflicto entre cuerpo y alma, y para Sรณcrates es la sede de las facultades racionales humanas. En Demรณcrito, como cabrรญa esperar, la psykhรฉ estรก concebida en tรฉrminos materiales (compuesta de รกtomos). La narradora y ensayista norteamericana Siri Hustvedt se ha centrado en su investigaciรณn sobre todo en la modernidad cientรญfica y en la fenomenologรญa, aunque en su obra hace incursiones en algunos filรณsofos como Descartes, Thomas Hobbes y otros con el fin de dar perspectiva a esta problemรกtica peliaguda que considero que es central a la hora de conocernos (tarea titรกnica porque sujeto y objeto son, en parte, el mismo) y cuyas posturas expresan en gran medida nuestra visiรณn del mundo. La nociรณn cuerpo/mente a su vez estรก relacionada con un tema candente de nuestro tiempo: la inteligencia artificial. Tratarรฉ de sintetizar sus pesquisas, apuestas y reservas.
Margaret Cavendish (s. XVII), que conociรณ a Descartes y Hobbes, y autora de numerosos libros ignorados, se preguntรณ de quรฉ estรกn hechos los seres humanos. Esta pensadora profesรณ una suerte de panpsiquismo, y por lo tanto no considerรณ que el hombre tuviera el monopolio del sentido y la razรณn. Por lo tanto se oponรญa al autor del Discurso del mรฉtodo y su visiรณn maquinista del mundo animal. Tambiรฉn la princesa Isabel de Bohemia, culta y polรญglota, se preocupรณ por este tema y se carteรณ con Descartes, al que le planteรณ la pregunta de cรณmo era posible que la mente (no extensa) influyera en lo material. Claro que preguntar, aunque es crucial saber hacerlo, es mรกs fรกcil que contestar.
Pero si queremos saber si la mente es material, si todo estรก, como se suele decir y decimos con grosera precipitaciรณn, en los genes, o por el contrario la mente tiene una realidad distinta, habrรก que recurrir, ademรกs de a la filosofรญa, a las ciencias. Hustvedt nos introduce en una polรฉmica del siglo XX que sigue aรบn dando que pensar consistente en si en el saber cientรญfico hay creencias (Kuhn y Whitehead) o si su epistemologรญa se lo impide a travรฉs de la nociรณn da falsabilidad (Popper): las leyes o constantes comprobadas son ciertas mientras no se demuestre lo contrario. Nuestra autora recurre a una amplia bibliografรญa para adentrarse en este tema, vinculada sobre todo a la biologรญa molecular y las teorรญas cognitivas. Paso a paso nos muestra cรณmo se ha extendido el error de que los genes pueden codificar directamente estructuras complejas, aunque muchas veces olvida decirnos que no son cada vez menos los investigadores que defienden esta postura, si bien sigue siendo un recurso tozudo en los divulgadores y en el uso periodรญstico.
El problema de la ciencia de la mente es que, como ella misma dice, โcada cerebro, como cada nariz y cada persona, es distintoโ. ยฟEntonces? La ciencia ha de encontrar lo comรบn en lo diverso, y esto, concluyo, supone una inevitable reducciรณn que elimina el factor central: cada cerebro, cada persona, es รบnico. Los partidarios de โtodo estรก en los genesโ suponen un locacionismo cerebral para cada actividad mental, y Hustvedt desmonta este supuesto apoyรกndose en autores solventes que han mostrado la enorme plasticidad del cerebro, algo en lo que Oliver Sacks insistiรณ casi desde el comienzo de su carrera como neurรณlogo. Para desmontar este supuesto mecanicista y determinista, critica la nociรณn de informaciรณn, una de las mรกs ambiguas del siglo XX y que se ha utilizado con miles de significados y a veces con uno solo, machaconamente dogmรกtico.
La relaciรณn entre el gen y su expresiรณn no es la mera dialรฉctica entre emisor y receptor y el vรญnculo entre genotipo y fenotipo no es directo. Los sentimientos y pensamientos se dan en un cuerpo y una experiencia personal. Se trata de algo que ya estudiaron Husserl y Merleau-Ponty. Hay circunstancias, internas y externas (entorno), y esto, aunque nuestra autora no lo cita nunca, lo pensรณ con profundidad Ortega y Gasset (el gran filรณsofo que los ergรณticos desprecian con una pedanterรญa que los delata). Los que suponen que todo estรก en la informaciรณn prescinden del cuerpo y creen que un robot puede ser, en un futuro, como nosotros, algo que Siri desmontan con habilidad y sentido comรบn, como ya hizo hace muchos aรฑos Octavio Paz en pocas pรกginas al discutir estos mismos temas.
Sabemos algo: es un hecho que los estados mentales influyen en la materia (y al revรฉs). El efecto placebo lo muestra, por poner un solo ejemplo. La sugestiรณn es poderosa. Y tambiรฉn que la materia (nuestros estados biolรณgicos, quรญmicos) influye en nuestros sentimientos y pensamientos, pero no sabemos cรณmo la cultura se trasforma en biologรญa y esta en culturaโฆ La pregunta de Siri es pertinente y para responderla quizรกs haya que recurrir al concepto de complementariedad, desarrollado con saber cientรญfico y filosรณfico por Michael S. Gazzaniga en El instinto de la conciencia, cuyas ideas no tiene nuestra autora en cuenta, y sin embargo nos parece que suponen una verdadera aportaciรณn. Su idea se sintetiza en la idea de que la conciencia es inherente a todo el cerebro. Saber cรณmo las neuronas interactรบan con el lado simbรณlico (lo que llamamos mente) โsolo se lograrรก, afirma Gazzaniga, mediante el lenguaje de la complementariedadโ. Las leyes causales objetivas y las apreciaciones y mediciones subjetivas se darรญan la mano porque la realidad no estรก conformada por dos procesos distintos, de ahรญ la necesidad de la complementariedad en la aproximaciรณn teรณrica.
Volvamos a Hustvedt y a la idea de la mente como una computadora neuronal. Es fรกcil ver que si inventamos un cerebro electrรณnico lo haremos teniendo en cuenta algo de los modos de proceder de nuestro cerebro y por lo tanto lo veamos como semejante, pero el nuestro no estรก hecho de piezas sino que es orgรกnico, dรบctil, holรญstico, plรกstico, y crece y desarrolla sus funciones y contenidos en relaciรณn a la experiencia propia, el ecosistema y a la conciencia de sรญ. Las neuronas no se activan como dรญgitos binarios, ademรกs de que, como afirma el filรณsofo John Searle, recordado por la autora, โlos estados computacionales no se descubren dentro de la fรญsica, se asignan a la fรญsicaโ. En nuestro cerebro ha jugado y juega mucho la selecciรณn natural, aunque nuestra mente โafirma Hustvedtโ no pueda explicarse por dicha selecciรณn, porque opera en el terreno de la cultura. El lenguaje mismo, sostiene con pertinencia, no es un cรณdigo incorpรณreo que las mรกquinas pueden procesar fรกcilmente. Las palabras estรกn dentro de nosotros y en el mundo exteriorโ, lo cual supone sociedad e indeterminaciรณn, remato. Lo que nuestra autora estรก rondando es algo que algunos filรณsofos, con conclusiones y planteamientos distintos, se han planteado, como Daniel Dennett, determinista, o Thomas Nagel, que creen en una libertad inherente a nuestra condiciรณn, algo que tambiรฉn piensan cientรญficos como Antรณnio Damasio o Francisco J. Ayala.
Siri Hustvedt se inclina โfrente a una teorรญa computacional, que la harรญa mecรกnicaโ a entender de manera dinรกmica nuestra mente en un cuerpo, en un individuo, con experiencia social e inserta en un ecosistema. Detecta en los que hacen de la mente un sistema mecรกnico el viejo horror gnรณstico ante el cuerpo, exacerbaciรณn del platonismo, aunque en Platรณn hay una escala del ser, y por lo tanto todos los pasos (sentidos) son necesarios. Defiende โcomo en otros escritos suyosโ la versiรณn de la fenomenologรญa de Merleau-Ponty. Reivindica que para formular adecuadamente una nociรณn de la mente es necesario, como hicieron Vico y la seรฑora Cavendish, tener en cuenta la imaginaciรณn y las emociones como atributos esenciales (algo que tambiรฉn, aรฑado, reivindicaron Spinoza, Hume y, herederos de ambos, Damasio).
El libro de Hustvedt es rico en digresiones y sugerencias que no puedo recoger en esta sรญntesis e invitaciรณn a su lectura, pero sรญ quiero seรฑalar que trata de mostrar que hay muchos aspectos del pensamiento filosรณfico y cientรญfico que se dan como dogmas cuando deberรญan leerse con algรบn escepticismo, al fin y al cabo, ninguna de las leyes de la fรญsica, salvo tal vez los principios generales de la cuรกntica, son โescribiรณ el premio Nobel Steven Weinberg- es exacta. Ya Plinio decรญa, y repetรญa Montaigne, que la รบnica certeza es la incertidumbre, y Hustvedt nos recuerda que โes la duda bien formulada [yo dirรญa, bien informada] la que siempre acaba derribando los espejismos de la certezaโ. Aunque lo que nuestra autora busca, como todos los filรณsofos y cientรญficos el mundo, es la certeza.
(Marbella, 1956) es poeta, crรญtico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro mรกs reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fรณrcola, 2020)