El desquite, de Socorro Díaz, El fraude que no se vio, de Ricardo Monreal y Confrontación de agravios, de Alejandra Lajous

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¿Quién dijo que la historia la escriben los vencedores? Al menos el candidato perdedor de la elección del 2 de julio del 2006 y un número significativo de sus colaboradores y simpatizantes están dedicados activamente a difundir su versión de los hechos que dieron lugar al resultado polémico de la elección para presidente de la República. A la fecha se han publicado, por parte de varios miembros de este círculo, al menos una media docena de libros.

Que sigan las encuestas reflejando que más de una tercera parte de la población cree todavía –a un año de la jornada electoral– que hubo “fraude” en las elecciones presidenciales no es un contexto despreciable para la (continua) aparición de libros sobre una de las campañas más competidas en la historia reciente del país.

Aun así, uno tendría que preguntarse qué tanto contribuye un libro más a los ya publicados, y qué motiva, en lo individual, a cada uno de quienes colaboraron con Andrés Manuel López Obrador en su campaña a escribir su propio libro, después de tener en sus manos el libro más reciente de otro de sus colegas. Porque el hecho es que en los libros aquí reseñados, así como en varios de los otros que salieron a la luz desde el 2 de julio del 2006 (como los de Federico Arreola o Elena Poniatowska), no hay diferencias en lo sustantivo respecto de la versión que públicamente ha ido construyendo el propio López Obrador acerca del resultado de la elección. Podemos suponer, por lo mismo, que los libros que pueden venir de las plumas de otros colaboradores cercanos de AMLO, como de Manuel Camacho –que ha escrito antes libros de este género en otras coyunturas de su carrera política– o José María Pérez Gay y Rogelio Ramírez de la O –encargados de áreas específicas de la campaña–, no variarán mucho en su interpretación del 2006. (Más interesante, independientemente de la capacidad de expresión literaria de cada quien, sería conocer la perspectiva de algunos de los apparaitchiks del partido, como Jesús Ortega, Carlos Navarrete o Acosta Naranjo, que pudieron ingresar al círculo cercano de AMLO. Aunque precisamente por su modus operandi no sentirán, seguramente, la necesidad de publicar un libro que los comprometa más allá del último acuerdo alcanzado.)

En general, todos los libros escritos por los seguidores de López Obrador se ciñen a una versión compartida, en la que destacan los mismos episodios y puntos de controversia, y lo que creen con respecto a cada uno de ellos. Al fin de cuentas, todos derivan su posición sobre los hechos de la que el propio Andrés Manuel López Obrador ha remarcado en su discurso –desde la propia noche del 2 de julio y, tratándose de ciertos acontecimientos, desde sus primeros pasos en el gobierno del Distrito Federal en busca de la Presidencia de la República.

Ahora, dicha versión se encuentra plasmada en un libro escrito por el propio AMLO, cuyo título no deja duda, ni margen de compromiso: La mafia nos robó la Presidencia.

No es de sorprender que la versión dominante sea la de AMLO, si fue (y sigue siendo) el propio López Obrador quien determina la estrategia, resuelve las diferencias entre sus asesores y líderes de los partidos aliados y, en general, tiene la última palabra en todo. Ni Socorro Díaz en Reporte 2006, el desquite, ni Ricardo Monreal en El fraude que no se vio, ni los demás libros del cada vez más reducido círculo de seguidores de López Obrador varía de la versión lopezobradorista. Aunque, hay que decirlo, mientras más reducido el círculo, más firme la convicción del fraude.

La versión, detalles más, detalles menos, es la siguiente: 1. Sus enemigos se aliaron en su contra como jefe de Gobierno del Distrito Federal (en el caso del desafuero y en el caso Ahumada); 2. Vicente Fox hizo campaña desde la Presidencia en su contra; 3. El IFE fue integrado y actuó en forma parcial; 4. Los empresarios y las televisoras usaron recursos en su contra; 5. En la difusión de los resultados, primero por el PREP y después por el IFE, hubo manipulación; 6. Elba Esther Gordillo inclinó la balanza en su contra, y 7. Las autoridades electorales se negaron al recuento de los votos.

La diferencia mínima del 0.58 por ciento de los sufragios (según el cómputo del IFE), en la opinión de los lopezobradoristas, no es prueba de lo cerrado de la elección, sino de que les fue robada. Su convicción parte de la idea de que se trataba de una elección que, meses atrás, ya habían ganado.

Por eso, lo más interesante de lo que no dice ninguno de estos libros es qué ocurrió en la campaña cuando, pasado el punto de inflexión en las encuestas, empezó la caída de más de diez puntos para cerrar una elección que, en el círculo de AMLO, ya habían declarado concluida. Para los lopezobradoristas, la lucha siempre se redujo, de manera simplista y maniquea, al conflicto entre conservadores y progresistas; sólo que, en esta caricatura de la historia contemporánea, nunca tuvieron una teoría para explicar (antes del 2 de julio) por qué el número de conservadores aumentaba y el de progresistas disminuía, según lo describían sus propias encuestas.

Ninguno de los libros de los seguidores de AMLO busca analizar demasiado, y menos cuestionar, la lógica que siguió la campaña –ni qué le hizo perder frente a los electores la ventaja alcanzada al inicio.

Nada hay sobre la dialéctica entre el candidato, la propuesta y la ciudadanía. A lo más, hay alguna mención anecdótica del impacto negativo de algún “¡Cállate, chachalaca!”

En su Confrontación de agravios / La postelección de 2006, Alejandra Lajous (con la colaboración de Santiago Portillo) hace un esfuerzo para recorrer el mismo camino narrativo que los seguidores de AMLO. Y Lajous lo hace con la ventaja de no haber sido parte del círculo interno, y de contar con el oficio desarrollado de cronista sin permitir que interfieran las pasiones lopezobradoristas en los episodios que describe. Su desventaja, justamente, es que no es miembro de ese círculo, lo que le resta la posibilidad de explicar los motivos y las razones de las acciones de AMLO.

Al no tener una explicación de por qué iban arriba, después bajaron, se empató y al final perdieron, los lopezobradoristas optan por reducir cada uno de los episodios que les resultaron adversos a un mínimo denominador. Así dejan afuera tantos detalles como les es posible, especialmente todos los que en su conjunto describen una realidad más compleja de acuerdos, decisiones, arreglos maquiavélicos, tanto del propio AMLO como de sus aliados y de sus opositores.

Pero si la historia es tan simple, uno tiene que preguntarse nuevamente por qué es necesario un libro más. Además, precisamente otro libro, no sólo desde la misma perspectiva (la de los simpatizantes de AMLO), sino exactamente desde el mismo lugar, o sea el entorno del círculo de los más allegados a Andrés Manuel. ¿Qué añade cada uno de los nuevos libros a lo dicho por el anterior?

¿Qué motiva a los miembros del grupo cercano a AMLO a escribir más o menos el mismo libro una y otra vez? No se trata de hilar un argumento que pueda convencer a una autoridad pública (el Tribunal Electoral ya resolvió y la opinión pública no se mece de acuerdo con un libro); más bien podría deberse a motivaciones
más personales. Quizás se trata de demostrar quién es el más radical dentro del círculo de AMLO, o tal vez lo que importa más ahí dentro es mostrar quién le es
todavía leal, a pesar de la derrota. ~

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