El primer año de tu vida

La maestra y la Bestia

Imma Monsó

Anagrama,

Barcelona, , 2023, 350 pp.

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La protagonista de La maestra y la Bestia, novela de Imma Monsó (Lérida, 1959), se llama Severina y tiene diecinueve años cuando llega a Dusa, pueblo ficticio aunque podría ser Vilaller, de donde procedía el padre de la escritora, y que está situado en la Alta Ribagorza. Estamos en el año 62, año de la inundación del Vallés, que aparece en la novela. La expectación en el pueblo es máxima: casi un tercio del pueblo, unas treinta personas, esperan su llegada; y “antes de que bajara del autobús, los ciento cuarenta habitantes de Dusa sabían que era la maestra más joven de cuantas maestras (todas muy jóvenes) habían llegado allí. Que no era extrovertida como la del año anterior. Que era moderna y vestía pantalones, que los pantalones eran elegantes, pero la camisa parecía prestada. Que tenía una sonrisa que en lugar de atraer, la hacía más distante”. Toda esa información llega porque ha pasado la noche en el pueblo de al lado debido a un percance con el autobús, y con esa noche basta para que los del pueblo construyan una imagen de la maestra: “el individuo pertenecía al pueblo en primer lugar, luego a la casa, y por último a la familia”. La maestra y la Bestia es una novela de iniciación: Severina se inicia en la vida después de haber permanecido en una especie de burbuja hecha de libros, en los que busca alejarse de la realidad, que no comprende y en parte le asusta, por desconocimiento; y después de haber crecido según la idea de la educación de sus padres, bienintencionada pero con resultados desiguales: educada en casa, aislada, le faltan herramientas de socialización. Por otro lado, los padres, sobre todo la madre, se esforzaron tanto en no dirigir ni condicionar a su hija que la inocencia con que llega al pueblo y a la vida adulta es de una ternura sobrecogedora. “A veces pareces superdotada y a veces completamente imbécil”, le dijo en un momento de su adolescencia su madre. Las temporadas que Severina pasó con Julia, la hermana de su madre, en Barcelona le han ofrecido otro punto de vista, y sobre todo una educación sentimental a base de películas; pero tampoco allí dejó que la realidad rompiera su burbuja.

Acostumbrada desde niña a acudir a los diccionarios cuando no entiende algo, va a vivir en su primer año, en su primer destino, un choque con la realidad. Severina se hace maestra porque cree que es una buena manera de socializar y llega a Dusa “para realizar tres deseos. El primero, tocar la nieve. El segundo, tener casa propia. El tercero, ser de un pueblo”. Su iniciación consiste en recorrer la distancia que hay entre la idea que ella tenía de las cosas, un poco naíf, y las cosas tal como son. Ese choque provoca situaciones cómicas. Por ejemplo, a los pocos días de empezar las clases empieza a bajarse los pantalones el alumno que hay en toda clase dispuesto a poner sus genitales a la vista de todos. Severina, claro, nunca había visto a un hombre desnudo: “jamás había imaginado que sería precisamente en un aula donde por primera vería un auténtico cipote. Tampoco habría podido sospechar que, de todos los presentes, sería ella quien sacaría más provecho pedagógico del asunto”. Severina descubre las rígidas normas sociales del momento conforme se da cuenta de que no las cumple, es paradójico porque ella, en tanto que maestra, es una de las fuerzas vivas. Sin embargo, ha de ser todo el tiempo reconvenida, dirigida: comete transgresiones, se salta la norma social, pero mucho más por desconocimiento que por rebeldía.

La Bestia es Simeón, un hombre que Imma Monsó ha definido como el personaje carismático sin atributos: no hay ninguna razón que justifique su magnetismo, no es virtuoso, no es hermoso. Funciona como catalizador y mediador entre Severina y el mundo; es quien la ayuda a comprender comportamientos extraños de sus padres, como las ausencias del padre; el que le abre los ojos a la represión en que viven, también a la miseria. Es también un disparador de la sexualidad de Severina, que empeñada en ser autosuficiente,“Desde los quince años se dedicaba al sexo autónomo con mucha prosopopeya.” También en Dusa tiene un orgasmo en el prado de la Gelada que termina en un grito del que se sorprende hasta ella misma.

La maestra y la Bestia tiene dos partes: el grueso de la novela, donde se cuenta el curso de Severina como maestra de Dusa, mezclado con recuerdos de su infancia, y un epílogo que transcurre hoy. Se informa de lo que ha sido su vida después de Dusa de manera breve: lo que interesa ahora es la relación con su hija y cómo las dos viven de manera diferente el descubrimiento que hacen sobre el papel del padre de Severina durante el franquismo. La hija de Severina se empeña en saber, le reprocha a su madre que no la acompañe en el entusiasmo y el deseo de saber por qué le hicieron un consejo de guerra al padre.

Con mimbres tomados de la realidad –la madre de Monsó fue maestra, toda esa rama materna lo era; Monsó descubrió que su padre había sido represaliado por el régimen de Franco, el expediente, como en la novela, estaba en Zaragoza–, la autora construye una ficción, una novela que tiene algo clásico en la forma. Hay muchos temas trenzados aquí: aparecen las enseñanzas de la Sección Femenina; la idea de la doble opresión, la del franquismo y la del pueblo; la lengua como un organismo en cambio y que puede morir; el silencio y lo que se cuenta y no, y cómo se construye la memoria familiar. Por encima de todo, dos temas sobrevuelan la novela: la memoria, aunque quizá habría que decir las memorias, y la idea de iniciación. Severina es bastante antiheroína y, en ese sentido, su viaje iniciático es fallido, pero fundamental, por eso su memoria vuelve a ese curso escolar. Con respecto a la memoria, aparece de manera explícita en el epílogo que transcurre en la actualidad, pero en el primer tramo de la novela está todo el tiempo en sordina: la memoria de la Guerra Civil que tiene Simona, por ejemplo, no tiene nada que ver con la que tiene su hermana, que la vivió con cierta frivolidad, o con la experiencia trágica de Simeón.

La maestra y la Bestia está atravesada por la idea del tiempo interno, es decir, lo que importa no es tanto el tiempo que transcurre como nuestra percepción. Cuando Severina llega al pueblo todos se han hecho ya una idea de cómo es; también ella llega con ideas preconcebidas sobre lo que será su profesión y la vida en el pueblo. Cuando se marcha, la visión de Severina ha cambiado, ha chocado con la realidad. El pueblo ha cambiado su parecer sobre ella sin llegar a conocerla. Una de las vecinas del pueblo le dice: “Has abierto los ojos. Nunca más podrás cerrarlos ni mirar hacia otro lado.”

Imma Monsó ha escrito una novela asombrosa, divertida y llena de reflexiones, que habla de temas fundamentales, memoria e identidad, lejos del dogmatismo. Es un libro que se atreve a ir a la contra y que cuestiona la opinión dominante. Sus personajes tienen tal entidad que resulta difícil desprenderse de su recuerdo. La maestra y la Bestia sería una de esas novelas que sirven para justificar el género~

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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