“Yo puedo ser un Rey que se llene de gloria regenerando la Patria, cuyo nombre pase a la Historia como recuerdo imperecedero de su reinado; pero también puedo ser un Rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y, por fin, puesto en la frontera.” Así reflexionaba el joven Alfonso XIII en las páginas de su diario sobre la misión que iniciaba. Con dieciséis años recién cumplidos, acababa de asumir el trono en primera persona, dejando atrás la regencia de su madre. La sombra del desastre del 98 cubría la escena política y marcó al adolescente decidido que tomaba el mando. El hijo póstumo de Alfonso XII se veía a sí mismo como la esperanza de la patria. Y así lo veían los demás. “Alfonso XII restauró la Monarquía, sea Alfonso XIII el restaurador de la Nación”, pedía el diario El Norte de Castilla el día de su juramento. Monarca y proyecto nacional parecían fusionarse en una misma realidad. El monarca era uno solo, pero los proyectos nacionales que se hacían recaer sobre él eran muchos. El propio Alfonso fue transitando entre unos y otros a lo largo de su reinado. Esas contradicciones acabaron por volver proféticas las reflexiones de su diario. Aunque en aquellas alturas de 1902, todo estaba por escribir.
Sobre Alfonso XIII, su reinado, sus idas y vueltas y el contexto en el que se mueve nos habla El rey patriota, el último libro de Javier Moreno Luzón. Pero sobre todo nos habla de la relación entre Corona y nación, fundidas en una misma silueta durante las tres décadas efectivas de la etapa alfonsina. El papel de la monarquía como elemento nacionalizador que acaba personalizando la realidad nacional se muestra como el verdadero hilo conductor de esta biografía que es mucho más que un retrato personal del Borbón. Este ensayo sigue las pautas metodológicas de las biografías externas y utiliza una trayectoria vital como recurso narrativo para analizar problemas del mundo que le ha tocado vivir. Así, se cruzan esferas de acción diversas, reconciliando por el bien de una comprensión global la autonomía e influencia del individuo con las circunstancias y estructuras de largo recorrido que definen el contexto que le ha deparado el azar.
A lo largo de su narración, Moreno Luzón nos presenta un personaje complejo, al que no niega capacidad de decidir ni de evolucionar influido por las circunstancias. Y lo hace poniendo el foco en los diversos proyectos nacionalistas que el rey personalizó o que otros actores políticos intentaron que liderase. Tiene un peso crucial en este proceso la eclosión de las monarquías escénicas, instituciones nacionalizadas y nacionalizadoras que asumieron este papel en el mundo pujante de la política de masas, donde las opiniones públicas tenían una importancia creciente y la legitimidad de la realeza ya no se justificaba por mandato divino. Una transformación que afectó a todas las coronas europeas y convirtió en armas de comunicación necesarias los rituales públicos, las conmemoraciones, los acontecimientos fastuosos de funcionamiento litúrgico, la invención, recuperación y renovación de tradiciones, las iniciativas culturales… La propaganda se volvió idioma universal y la modernización de las viejas monarquías, imprescindible para su supervivencia. El joven rey, con su imagen moderna y deportiva, sus alardes de simpatía, sus baños de masas y su campechanía dominaba el lenguaje, lo que le permitió mantener una sólida popularidad durante buena parte de su reinado.
Ese Alfonso moderno, que se percibía como el renovador de su patria, coqueteó con las reformas sociales y se convirtió en paladín de proyectos regeneradores liberales y esperanza del reformismo institucionista. Sin embargo, incluso en sus momentos de mayor inclinación liberal, mantuvo una actitud que obstaculizaba el tránsito del constitucionalismo al parlamentarismo más avanzado: la defensa férrea de las prerrogativas regias. Desde su llegada al trono, Alfonso XIII se resistió a ser solo una figura representativa y simbólica y no renunció a la acción política. Por ello, rechazó cualquier reforma constitucional que disminuyese su poder ejecutivo. Así, taponó de manera formal el avance hacia la democracia. Tras la Gran Guerra, las posibilidades de ese tránsito se esfumaron. La Revolución rusa de 1917, la caída de monarquías o el auge del obrerismo apuntalaron su distanciamiento del liberalismo y lo aproximaron hacia posturas cada vez más autoritarias.
Por una feliz casualidad de fechas, este libro ve la luz en el centenario del golpe de Miguel Primo de Rivera. En un año en el que no faltan ni faltarán las publicaciones surgidas al calor de la efeméride, El rey patriota nos acerca a la dictadura de la mano de uno de sus protagonistas cruciales, el monarca que sopesó la posibilidad de convertirse en dictador y que permitió que el ejército quebrase el orden constitucional. Una maniobra que, paradojas del destino, lo encerró en el papel representativo al que se había negado y lo inhabilitó para encabezar la recuperación del orden constitucional cuando quiso cambiar de etapa. Su respaldo a la quiebra del sistema del que era árbitro y garante terminó por identificarlo con una España pequeñita, donde solo cabían las derechas católicas, militaristas, reaccionarias y centralistas, expulsando hacia el republicanismo incluso a los liberales-conservadores.
Con pluma ágil, los cimientos de una rica documentación, el bagaje de una larga trayectoria en el estudio de la historia cultural de la política y un despliegue de escenas narradas con un estilo visual casi cinematográfico, Javier Moreno Luzón nos regala uno de los mejores libros de historia de los últimos años. Una biografía que nos acerca a un periodo clave para entender el devenir del siglo XX español. La historia de la monarquía que fue y de la que pudo haber sido y la de un rey patriota que no logró ser el rey de todos los españoles. ~
(Vigo, 1978) es historiadora y especialista en la Segunda República