El Ulises

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Ulises Carrión

Archivo Carrión 3. Lilia Prado Superestrella (y otros chismes)

Coordinación y textos introductorios de Juan J. Agius y Heriberto Yépez,

Traducción de H. Yépez, México, Tumbona, 2014, 270 pp.

Si partimos de que el concepto “arte experimental” se define por contraste, las circunstancias actuales lo hacen carecer de validez: o todo el arte contemporáneo es experimental (en cuanto a que trastoca el paradigma del arte moderno), o todo el arte contemporáneo es tradicional (en cuanto a que depende del mercado, del establishment y sus estrategias de distribución).

Entonces, el arte se encontraría en un impasse a la espera de una próxima vanguardia. A esta hay que buscarla en otros “círculos creativos”. Por ejemplo, el cine experimental, que en el fondo trabaja con problemáticas ya cuestionadas por el videoarte de los años setenta, pero en la forma lo hace bajo circunstancias que renuevan la inquietud vanguardista: al margen de los intereses económicos y presiones institucionales.

Algo similar está sucediendo con la creación literaria, ya lo explican constantemente Kenneth Goldsmith y otros: a la escritura le ha tomado más tiempo comprometerse con ideas que el arte asimiló hace muchos años. De ahí una actitud autocrítica hacia formatos y contenidos, un cuestionamiento propositivo, una definición por contraste, una inquietud entusiasta y hasta revolucionaria: a diferencia del arte, hoy en día la creación literaria experimental no tiene ni mucho que ganar ni mucho que perder.

Sirva esta introducción para explicar(me) por qué la última recuperación –que no la primera– de la obra del artista Ulises Carrión (San Andrés Tuxtla, 1941-Ámsterdam, 1989) en México ha sido sobre todo iniciativa del mundo literario. En consecuencia, sus reflexiones en torno a las posibilidades de un “nuevo arte de hacer libros” habían dejado en segundo plano su trabajo –voy a decir visual para no meterme en berenjenales– visual.

Tumbona Ediciones ha publicado ya tres volúmenes de un archivo en torno a la obra de Ulises Carrión y no hay forma de exagerar la importancia de este esfuerzo. Estos libros son indispensables y lo sorprendente es que no se hubieran publicado antes, que hayan pasado diez años desde Ulises Carrión: ¿Mundos personales o estrategias culturales?1 y que estos sean los únicos libros retrospectivos editados en México.

Lilia Prado Superestrella (y otros chismes) es el tercer volumen de este archivo y presenta cinco proyectos multimedia con su respectiva documentación: fotografías, textos teóricos, diarios de viaje, etcétera. Una joya; y algo que, hasta donde sé, no se había compilado nunca de modo tan exhaustivo. Por ello mismo es una pena la producción austera que a veces dificulta su lectura y manipulación; esto no es un reproche a la editorial, sino un lamento: esta iniciativa debió hacerse con completo apoyo institucional y sin límites presupuestales para difundir el trabajo de uno de “nuestros” artistas más relevantes.

Aunque Carrión sea un “secreto de entendidos” en México, en Europa su trabajo es conocido y se difunde en exposiciones y colecciones desde los años noventa. La editorial suiza Héros-Limite ha reimpreso varias de sus obras y en el archivo del Nederlands Instituut voor Mediakunst se encuentra la mayor parte de su trabajo en video, accesible para visionar y difundir. Ulises Carrión se definía como “un artista holandés”2 y esta dualidad era acertada: un hombre mexicano, pero un artista extranjero.

En la correspondencia que sostuvo con Paz (1972-73), el poeta le plantea que sus textos por ser estructuras no son literatura. “No es que quiera polemizar”, responde Carrión y se lanza en una larga reflexión en la que resiste esta diferenciación y a la vez compara lo que hace con la pintura abstracta o el álgebra. Intrínseco al trabajo de Carrión era el cuestionamiento del (sí) mismo: definir para enseguida escapar a esa definición.

Los artículos que intentan asirlo se han multiplicado recientemente (muchos en respuesta al primer volumen del Archivo) y la mayoría tiende a sobreintelectualizarlo: ya lo llaman experimental, inclasificable, ya dicen que no era un escritor, pero tampoco un artista; ya lo comparan –citando con imprecisión a Federico Campbell3– con Rimbaud, Wittgenstein y Duchamp. Otros acusan cierta ingenuidad, especulación y utopía en sus textos, principalmente en sus aforismos en torno al libro. Quizá sea todo más simple.

Ulises Carrión es la quintaesencia del artista contemporáneo tanto en los temas que su obra explora, como en los vehículos formales que utiliza para resolverla. Su medio principal es la interdisciplina; sus diarios y teorías se integran a la obra final (estrategia procesal y contextual); crea cuestionando la misma temática y formato que utiliza (meta-arte); hay una gramática subyacente en el conjunto de su obra (body of work), etcétera. Aunque el prólogo del Archivo Carrión 3 advierte que ninguno de los proyectos presentados en él “son lo que tradicionalmente llamaríamos arte”, al revisarlos es evidente que son absolutamente contemporáneos y a la vez parte de la historia del arte.

Es importante recuperar a Ulises Carrión como artista. El escepticismo del público y la conformidad de la gran mayoría de los artistas limitan al arte contemporáneo a una impostura sujeta a las excentricidades del mercado. Tendemos a olvidar que el arte que se ha ido desarrollando en las últimas cinco décadas es el nuevo arte de hacer arte: expansión de plataformas, roles y formatos; fronteras porosas y acotamiento de distancias entre disciplinas; la obra como proyecto, proceso, intercambio y reflexión.

El artista –ya no definido por su disciplina– es a veces y a la vez escritor, antropólogo, pintor, editor, músico y viceversa. (En mi ingenuidad utópica.) Nuestra época me parece una de las más excitantes y prometedoras en la historia de la creación en todas sus disciplinas. El conjunto de la obra de Ulises Carrión nos recuerda que esto no es novedad, tiene precedentes en la historia misma del arte en México. ~

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 Catálogo de la exposición retrospectiva del mismo nombre en el Museo Carrillo Gil, editado por Martha Hellion y publicado por Turner en 2002.

2 No sería el primero, el artista mexicano Carlos Amorales representó a los Países Bajos en la Bienal de Venecia en 2003.

3 Quien en el obituario de Ulises Carrión en La Jornada comparó (únicamente) su deserción de la literatura con actos similares de dichos personajes.

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Ejerce la polivalencia diletante, vive entre México y París y, cuando no le queda otro remedio, trabaja como artista.


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