Esa persona

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Bruce Chatwin

Bajo el sol. Las cartas de Bruce Chatwin

SelecciĆ³n y ediciĆ³n de Elizabeth Chatwin y Nicholas Shakespeare

TraducciĆ³n de Ismael Attrache y Carlos Mayor

Madrid, Sexto Piso, 2012, 560 pp.

Para los lectores de Chatwin la informaciĆ³n relevante llega ya en el prefacio de Elizabeth, su viuda. Consciente de las cuestiones mĆ”s polĆ©micas que sacuden su obra, las aborda sistemĆ”ticamente. Para empezar, revela que el folio de la famosa carta que Ć©l enviĆ³ a The Sunday Times contĆ”ndoles que lo habĆ­a dejado todo y se habĆ­a largado a la Patagonia “o bien se ha perdido, o ha sido robado”. Prosigue afirmando que cambiaba rasgos de las personas que conocĆ­a en sus viajes y que en “Los trazos de la canciĆ³n hay personajes completamente inventados.” AƱade (y aclara) que “pasĆ³ varios aƱos trabajando en el libro sobre los nĆ³madas, que era impublicable y lo sigue siendo”. Y remata la faena aƱadiendo que escribĆ­a en “cuadernos pautados y amarillos (norteamericanos)”. Pese a semejante valentĆ­a, esas pĆ”ginas son tristes: hablan sobre todo de la distancia fĆ­sica y psicolĆ³gica que el autor de ¿QuĆ© hago yo aquĆ­? puso entre su esposa y Ć©l. Pero esas pĆ”ginas tambiĆ©n son admirables: hablan de una mujer que entendiĆ³ hace mucho tiempo cuĆ”l era su lugar en una historia mucho mayor que ella. No tiene sentido embarcarse en acciones legales contra Moleskine por usar a Chatwin como reclamo publicitario y pĆ”tina de prestigio. Pero sĆ­ lo tiene explicar que la mayor parte de su vida no trabajĆ³ en ese tipo de cuaderno, uno entre tantos. Tampoco tiene sentido meterse a machetazos en la selva de la homosexualidad de su difunto marido, veinticinco aƱos despuĆ©s de su muerte. Pero sĆ­ merece la pena luchar por la pervivencia de su obra.

La introducciĆ³n de Nicholas Shakespeare nos recuerda que Chatwin puede formar parte de la generaciĆ³n de Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes y Salman Rushdie. Y que la literatura de W. G. Sebald difĆ­cilmente se entiende sin el camino abierto por Ć©l. Y especula sobre los proyectos que pensaba llevar a cabo: un ensayo sobre la curaciĆ³n; un paseo por el Muro de BerlĆ­n con Hans Magnus Enzensberger; novelas ambientadas en Rusia, Asia y SudĆ”frica; y un libro titulado Bajo el sol. Un tĆ­tulo hueco, sin contenido, que ha acabado por nombrar este volumen epistolar. Un volumen que se llena de un Chatwin que no es el de sus crĆ³nicas, libros de viaje y ficciones. Si en este tipo de textos literarios, muy elaborados, encontramos a un hombre “observador, inteligente, ingenioso, heterosexual, generoso, intrĆ©pido”, en su correspondencia –en cambio– asoma un ser menos estable, mĆ”s poliĆ©drico, menos romĆ”ntico, mĆ”s real. Shakespeare, por cierto, sĆ­ habla de “sus caracterĆ­sticos cuadernos Moleskine”: con Chatwin siempre estamos en el terreno de la inestabilidad.

La principal virtud de Bajo el sol es, por tanto, su acceso directo a la personalidad, a la vida de Chatwin, ese gran experto en el arte de la mĆ”scara. Situarnos mĆ”s allĆ” del star system (James Ivory, Werner Herzog, Roberto Calasso, etc.) y de la automitificaciĆ³n. La salud y la economĆ­a lo inquietan una y otra vez, como a cualquier mortal. Vive parcialmente atado a los vĆ­nculos familiares, aunque se obstine en escapar, en huir, en viajar como si se tratara de una maldiciĆ³n o de un problema psĆ­quico. Le preocupa muchĆ­simo la recepciĆ³n de su obra, como a la gran mayorĆ­a de los escritores, si no a todos: la vanidad no la disimulas en una carta dirigida a tu mujer o a un amigo (“la semana pasada me enterĆ© de que Vargas Llosa lo consideraba relevante”, dice en alusiĆ³n a En la Patagonia; y en la misma carta habla de que ha tenido “un Ć©xito literario menor”). Pero la zozobra principal de su vida, mĆ”s allĆ” de su contradictoria relaciĆ³n con su propia nacionalidad britĆ”nica, se la provoca su sexualidad. A veces esos dos problemas confluyen: “No te estaba ocultando nada respecto a Esa Persona [Donald Richards]. Pero lo cierto es que me he ido de Inglaterra muy maltrecho emocionalmente, en parte por culpa de algunos de mis mejores amigos, que utilizan mi evidente turbaciĆ³n para cotillear sin piedad. En mi paĆ­s hay algo enormemente claustrofĆ³bico pero me resulta imposible, como te pasa a ti, acostumbrarme a una vida en el exilio.” Y, por supuesto, encontramos el metatema por excelencia en estos casos: la propia epistolaridad. DespuĆ©s de un viaje, antes de dedicarse a transcribir sus apuntes o a dar forma a sus experiencias, puede dedicar una jornada entera a poner al dĆ­a su correspondencia. La mĆ­stica de las cartas, con su fecha y sobre todo con su contexto de escritura: el mundo entero estĆ” condensado en los desplazamientos que propone esta antologĆ­a.

No encontramos en este libro, no obstante, muchos mĆ”s datos de los que en su dĆ­a reuniĆ³ Shakespeare en su colosal biografĆ­a del escritor viajero. De hecho, Bajo el sol es el resultado de aquella colaboraciĆ³n entre el biĆ³grafo y la viuda. Pero sĆ­ es cierto que estas cartas completan aquellos datos. Porque el sentido que genera Shakespeare se intensifica cuando es el propio Chatwin quien habla, relajado en el tono Ć­ntimo de la epĆ­stola. En la carta de 1978 ya mencionada, cuyo destinatario es Sunil Sethi, leemos: “No, no creo que vaya a Australia en invierno. Esa Persona es de Australia.” En la carta que le dirige a Elizabeth, fechada en Patmos el 28 de septiembre de 1983, le revela (nos revela) el mecanismo creativo que, tras los viajes australianos ya realizados, impulsa los resortes de Los trazos de la canciĆ³n. Mientras trabajaba en Ć©l, Chatwin lo llamaba Of the Nomads y lo veĆ­a como “un autĆ©ntico hĆ­brido de ficciĆ³n y filosofĆ­a”, bajo el modelo de PlatĆ³n. Tres aƱos mĆ”s tarde le cuenta a Roberto Calasso que lo ha “pasado muy mal con el libro australiano: he hecho pedazos tres borradores sucesivos” y al final se ha dado cuenta “de que la Ćŗnica salida es el mĆ©todo tijera”. Poco despuĆ©s, en otra carta, dice: “El libro no estĆ” terminado ni mucho menos: he decidido que la Ćŗnica soluciĆ³n es dejar que siga su curso y meterlo todo dentro.” Cuando el 19 de enero de 1987 le escriba a Ninett Dutton veremos que la gestaciĆ³n del libro ha sido su Ćŗltimo esfuerzo: “estĆ” en fase de galeradas, aunque los de Cape aĆŗn no se han decidido a mandarme una copia. Espero que haya salido todo bien. Hay multitud de detalles que me gustarĆ­a haber comprobado, pero fĆ­sicamente me ha resultado imposible”. MĆ”s allĆ” de la novela, el libro de viajes o la filosofĆ­a, yo leo Los trazos de la canciĆ³n como el testamento de Bruce Chatwin. Y Bajo el sol, como el de Elizabeth Chatwin, una de las pocas viudas de la historia de la literatura que sĆ­ ha sabido estar en su lugar. ~

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(Tarragona, 1976) es escritor. Sus libros mƔs recientes son la novela 'Los muertos' (Mondadori, 2010) y el ensayo 'Teleshakespeare' (Errata Naturae, 2011).


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