Vértigo: solo el abismo es real

Ficción fatal: ensayo sobre Vértigo

Manuel Arias Maldonado

Taurus

Barcelona, 2024, 304 pp.

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Al final de la película, a Scottie no le queda nada. La última escena lo retrata viendo el vacío. Perdió dos veces a la mujer de la que estaba enamorado. Todo su mundo quedó destruido. Todo lo que él creía que era real resultó ser falso. Todos de algún modo habitamos ficciones y representamos papeles. Hay ficciones inocuas y ficciones letales. La que envuelve a Scottie, protagonista de Vértigo, la película emblemática del director británico Alfred Hitchcock, conduce a la muerte, es una ficción letal. ¿Qué es lo que Vértigo nos muestra?, ¿por qué sigue siendo tan atractiva a 66 años de su estreno? Que “sólo el abismo es real”. Su negatividad, atrae. Nos seduce el vacío. Nos atrapa un mareo que nos hace deseable abandonarse a ese flujo. A 66 años de su primera proyección en San Francisco la película de Hitchcock sigue produciendo vértigo, seducción por el abismo, sensación poderosa por unos cuantos momentos de que “solo el abismo es real”.

Manuel Arias Maldonado es uno de los más brillantes ensayistas españoles contemporáneos. Así como Javier Marías escribió magníficos ensayos sobre El fantasma y la Sra. Muir, Fernando Savater páginas luminosas sobre King Kong y Eugenio Trías un penetrante ensayo también sobre Vértigo, de Alfred Hitchcock, Arias Maldonado se suma ahora, con Ficción fatal: ensayo sobre Vértigo (Taurus, 2024), a esa gran lista de escritores escribiendo sobre cine, sobre una película específica que lo fascina y no lo suelta, una sana costumbre que los editores mexicanos podrían imitar.

No tuvo un buen arranque en su estreno, en San Francisco en 1958. Crítica y público la recibieron con tibieza. Psicosis (1960) y Los pájaros (1963) terminaron por arrinconarla. Hitchcock murió en 1980 y tres años después, restaurado el formidable brillo del tecnicolor, se pudo volver a apreciar en las pantallas. La película que el público vio en 1983 no fue la misma que vio en 1958. En medio ocurrió un cambio en la apreciación del cine. De la mano de los cineastas franceses de la nueva ola, las películas de Hitchcock comenzaron a ser revaloradas. A los varios dossiers dedicados a examinar sus películas en Cahiers du cinéma, debe añadirse el libro de conversaciones El cine según Hitchcock de Truffaut y el ensayo documental de Jean-Luc Godard Historie(s) du cinéma, donde afirma y con razón: “Hemos ganado al asumir el principio de que una película de Hitchcock es tan importante como un libro de Aragon”.

Nadie se baña dos veces en el mismo río y nadie ve dos veces la misma película. Vista en 1983, la película de 1958 ya decía otra cosa. Tanto que en las décadas siguientes continuó su revaloración hasta que, en la célebre encuesta de la revista británica Sight and sound de 2012, fue considerada la mejor película de todos los tiempos, superando, tras largos años de reinado, a El ciudadano Kane.

El libro de Arias Maldonado aparece en 2024, luego de que siguió corriendo agua bajo el río. La lectura que hace Arias Maldonado ocurre en un campo con fuego graneado. “Vértigo ha superado la sesentena en un momento desfavorable; el éxito del movimiento #MeToo y la difusión de la teoría feminista han proyectado una ambigua luz sobre el cine de Hitchcock”, reconoce el ensayista. Acusan al cineasta y a su película de muchas cosas pero sobre todo de haber exhibido la doble manipulación de la que fue objeto Judy (Kim Novak): primero por el millonario y asesino Elster (Tom Helmore) y más tarde por el detective retirado John Ferguson (James Stewart). Mujer atrapada en la telaraña de la manipulación patriarcal.

Arias no solo no rehúye este debate sino que lo busca y lo enfrenta. No debemos pensar en Judy “como la víctima de los designios ajenos, sino como una mujer dotada de voluntad propia que se coloca en el centro mismo de la película”. Ella es cómplice del crimen de Elsner, pero comete un error: se enamora de John. Decide, luego de consumado el engaño, permanecer en San Francisco, hasta que finalmente se reencuentran. Aparentemente John la obliga a ser otra, la Madelaine perdida, pero en realidad obliga a Judy a interpretar el papel que ella creó (el de Madelaine) para engañar a John. “Como héroe patriarcal –concluye Arias Maldonado– Scottie deja mucho que desear”. Lo cierto es que las mujeres en las películas de Hitchcock son valientes y generosas, además de que siempre estuvo rodeado de mujeres de talento y poderosas.

Ahora ocupa la más alta apreciación en la encuesta de Sight and sound, signo de los tiempos, la película belga Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles, retrato de una mujer. Vértigo ocupa el muy honroso segundo lugar, a pesar de las intensas interpretaciones feministas y psicoanalíticas de nuestros días. Primero, segundo o décimo, lo mismo da a estas alturas en las que parece claro que Vértigo será una de las películas que prevalecerá en la historia del cine. La película sigue fascinando al público que la ve por primera vez o por tercera. El tiempo va añadiendo capas de interpretación. Hoy interesa por varios motivos. Por el alcance universal de sus temas: pasión amorosa, lucha contra la muerte, obsesión romántica, tiranía del tiempo. Por el perfecto ensamble de la puesta en escena, en magnífico tecnicolor y con una cinta musical (Bernard Herrmann) prodigiosa. Por ser “el primer gran film surrealista”, según Guillermo Cabrera Infante. Porque trata de asuntos universales que remiten a las profundidades de la psique humana. Para Arias Maldonado “lo que más nos atrae quizá sea el conflicto entre el orden aparente de la realidad cotidiana y la posibilidad de su desestabilización”. Que todo en lo que creemos de pronto se derrumbe. Que todo lo que pensamos que era real de pronto se revele como una fantasía. Que descubramos que Madelaine nunca existió, que fue una ficción creada por los cómplices asesinos Elstner y Judy. Por eso Vértigo sigue atrayendo al público. Por la inestabilidad que nos provoca. Porque nos advierte: lo que sigue es un desastre, “el abismo es real”.

Para Hitchcock, el contenido –las ideas generadas por la película– no era lo realmente importante: “Siempre que el público experimente emociones. El contenido es muy secundario para mí”. Tal vez lo que Hitchcock en realidad quiso, y lo consiguió con creces, fue filmar historias interesantes, cuentos prodigiosos.

Alfred Hitchcock estrenó su película en San Francisco en mayo de 1958. Vértigo nació, como todo, de un accidente. Un par de novelistas que escribían al alimón –el escritor Pierre Boileau y Thomas Narcejac– publicaron D’entre les morts. Cifraron el origen de la idea de su libro en una visita al cine. En una de las imágenes del noticiero previo a la película Narcejac creyó ver a un amigo suyo al que había dado por muerto en la guerra. Ahí nació la imagen del que regresa de entre los muertos, con Lázaro de precedente, de la que partiría Hitchcock. ¿Por qué sigue interesando y fascinando Vértigo a 66 años de su estreno? “Traer a alguien de entre los muertos, ¿cabe imaginar una ficción más poderosa e inverosímil?” ~

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