Historia o propaganda

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Lorenzo Meyer

Nuestra tragedia persistente

México, Debate, 2013, 488 pp.

En el centro del nuevo libro de Lorenzo Meyer está la idea de que la derecha (representada por el PRI y el PAN) actúa en contubernio para cerrarle el paso a la izquierda (representada no por los partidos de esa filiación sino por un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador) a la presidencia de la República. Y que la derecha partidista es únicamente un títere corrupto de la oligarquía nacional. En el centro de este libro también está la idea de que, tras la victoria esperanzadora de Fox en el 2000, el país perdió la oportunidad de consolidar una auténtica democracia y que lo que tenemos hoy es una democracia sucia, incompleta, un remedo. Al impedir en dos ocasiones que López Obrador llegara a la presidencia, el país perdió su rumbo, camina dando tumbos, ya que carece de un auténtico proyecto nacional. ¿Y quién sí tiene un proyecto nacional bien definido? Acertó el lector: López Obrador. Así las cosas. Si queremos que el país vuelva a crecer en lo económico y en lo político, que el país se vuelva a encontrar consigo mismo, con su esencia nacional hoy vulnerada, si queremos actuar con grandeza y patriotismo no hay más ruta, según el diagnóstico de Lorenzo Meyer, que entregarle el poder a López Obrador, encarnación del pueblo.

Según se puede apreciar en la apretada síntesis que hago del libro –conformado con una versión editada de sus artículos publicados en Reforma, aunque esto nunca se informe al lector–, Lorenzo Meyer no hace una labor de análisis histórico sino de propaganda. Sacrifica una gran cantidad de hechos y datos en función de su fin último: demostrar que, o nos conformamos con ser súbditos de la oligarquía, o damos paso a la opción política con la que se siente más identificado. A pesar de que en varios pasajes del libro muestra repugnancia por la visión maquiavélica de que el fin justifica los medios, Meyer omite hechos importantes con tal de sustentar su tesis central: que nuestra democracia es disfuncional por haber impedido que López Obrador accediera al poder. Haciendo una analogía con la contienda electoral norteamericana entre George W. Bush y Al Gore, y la contienda entre Felipe Calderón y López Obrador, afirma: “A diferencia de lo ocurrido en Florida, en México ni se llegó a intentar el recuento a pesar de que las actas electorales mostraron errores de conteo superiores a la diferencia entre el ganador y el derrotado.” No está de más recordar que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó entonces el recuento de votos emitidos en 11,839 casillas, y no de casillas al azar, sino de aquellas que la Coalición por el Bien de Todos consideró como las más sospechosas de haber alterado sus resultados. Tras recontar esas miles de casillas la ventaja de Calderón sobre López Obrador disminuyó en 10 mil 103 votos y pasó de 0.58% a 0.56% ¿Por qué omite Lorenzo Meyer ese dato? ¿Por qué sigue afirmando, cuando ninguna evidencia empírica puede sustentarlo, que el comportamiento del prep fue anómalo? Porque esos datos le estorban a su idea.

Su idea es clara: AMLO o el caos. No se trata de una idea surgida del análisis histórico sino de una consideración política. El historiador, dice Lorenzo Meyer, no puede alegar inocencia o neutralidad. El historiador tiene que asumir una responsabilidad frente al poder. Lorenzo Meyer ha asumido la posición de estar en contra del poder en el gobierno y a favor del poder que representa la oposición. Dada esa postura, subraya unas cosas y omite otras (como la del recuento parcial en 2006). Porque, según se desprende de su libro, el objetivo del historiador no es buscar la verdad (tarea al parecer imposible), sino asumir una postura política. “Hacer investigación histórica es una manera de hacer política”, asegura. Meyer tomó la decisión hace ya algunos años de hacer política por la causa de López Obrador. Su libro, visto así, no trata de ofrecer un análisis de nuestra realidad sino de (omitiendo y subrayando) “formar ciudadanos responsables y conscientes”, que es un eufemismo para decir: ciudadanos militantes de un actor político. El análisis histórico pierde sus contornos y en su lugar aparece entonces, de forma clara, su papel de propaganda.

Bajo la óptica que nos propone Meyer, López Obrador es el único que puede reconducirnos a la senda perdida, la del cardenismo. Para ganar el futuro debemos reconectarnos con el pasado. México tuvo su Arcadia (1934-1940) y la perdió. Hubo un tiempo en que México fue gobernado por un auténtico estadista, un campeón de las causas populares, luego vino el vendaval de la corrupción y el neoliberalismo que nos condujo a nuestra situación actual de absoluta postración. Hay un camino para redimirnos del mal de la historia. No tengo que decir su nombre, ustedes saben a quién me refiero. Él es nuestro salvador y Lorenzo Meyer su profeta. ~

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