Homicidas, surrealistas y otros monstruos parisinos

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Marie-Luise Scherer

La bestia de París y otros relatos

Traducción de José Aníbal Campos

México, Sexto Piso, 2014, 128 pp.

En el otoño de 1984, una fiera ronda las calles del norte de París a la caza de una fauna abundante: ancianas solitarias que van al mercado arrastrando los pies, que compran solo media hogaza de pan, que se cubren los cabellos de la lluvia con gorritos de plástico y sonríen a los extraños para disimular su confusión, su desamparo. La bestia acechará sus recorridos y las seguirá hasta sus pequeños departamentos para asesinarlas y robarles los pocos francos que guardan en monederos tejidos. Las estrangulará con sus propias toallas, les destrozará la cara a golpes, las hará tragar sosa cáustica: en algunos casos pasan semanas antes de que alguien extrañe a las víctimas y reporte a la gendarmería un hedor persistente en el pasillo, o el hallazgo de un cadáver maniatado. La policía tardará dos años en detener al monstruo, que resulta ser bicéfalo: Thierry Paulin y Jean-Thierry Mathurin –mulatos, inmigrantes, travestistas– son responsables de la muerte de una veintena de abuelas, asesinadas para costear cerveza, champaña y pases de cocaína.

Conocido también como el “Monstruo de Montmartre”, el caso de Paulin y Mathurin es el tema de la crónica que inaugura el primer libro accesible a lectores hispanohablantes de la periodista alemana Marie-Luise Scherer (Saarbrücken, 1938): La bestia de París y otros relatos, un delgado pero sustancioso volumen. Scherer, especializada en lo que en Alemania se denomina “reportaje literario”, se ha ganado el respeto de la crítica literaria de su país gracias a una labor periodística que combina la descripción vívida y precisa de hechos reales con un tratamiento artístico que la obliga, como ella misma lo ha reconocido en entrevistas, a trabajar los textos sílaba a sílaba. La fuerza, permanencia y autonomía de sus textos –escritos para medios como Der Spiegel y Berliner Morgenpost pero radicalmente distintos a lo que a menudo se hace pasar por periodismo– le han valido premios como el Ludwig Börne, el Italo Svevo y el Heinrich Mann. Con cuatro libros publicados –el más reciente, Under jeder Lampe gab es Tanz (2014), revela parte de sus vivencias profesionales y escriturales–, Scherer es considerada hoy en día una de las voces centrales de la literatura alemana contemporánea.

La bestia de París y otros relatos está compuesto de cuatro piezas narrativas que, si bien fueron originalmente escritas con varios años de diferencia para Der Spiegel, tienen por lo menos dos hilos conductores. El primero y más obvio es que todas las historias ocurren en la ciudad de París: Pigalle y Montmartre, el barrio de Saint-Germain y la Place de Clichy, el Louvre y el Cirque d’hiver son los escenarios privilegiados de los cuadros a veces trágicos, a veces melancólicamente cómicos, que Scherer construye con hechos reales. El segundo hilo que atraviesa esta colección de relatos es que, en todos ellos, la autora nos introduce a pequeños mundos gobernados por personajes monstruosos, aberraciones de la naturaleza humana: esto es más que obvio en el caso de la pareja de mataviejitas que estelariza el relato que da nombre al libro, “La bestia de París”, pero la monstruosidad también reside al centro de “Grititos de reencuentro”, una crónica sobre el sensacionalismo del espectáculo ritual de la moda parisina; o incluso en el perfil que Scherer hace del poeta Philippe Soupault –en “El último surrealista”–, donde lo extraordinario se presenta como el rasgo esencial de una vanguardia artística que constituyó, en sí misma, una degeneración de lo que hasta entonces se consideraba el arte tradicional. Asimismo, en “Cosas sobre monsieur Proust”, la autora, empeñada en registrar con furiosa curiosidad lo que sucede en el set de filmación de Un amor de Swann (1984) –la versión cinematográfica de Volker Schlöndorff de En busca del tiempo perdido–, hará del chismorreo y el desdén entre actores británicos, rancios aristócratas franceses contratados como extras y la caterva habitual de asistentes fílmicos y metiches, un espectáculo decadente digno de ser contado bajo la inspiración del propio Proust, aquel petit monstre asmático y ojeroso, adulador y genial que dedicó su existencia a plasmar la exultante descomposición del mundo de Guermantes.

Detrás de la sofisticación literaria de las crónicas de Scherer encontramos una paciente labor de recolección de datos, una extraordinaria capacidad de observación que no permite ninguna forma de moralización pero sí de empatía. El rostro brutal del asesino Paulin, por ejemplo, es descrito como “un mal paso puesto en escena a propósito”, y de la desconfiada mademoiselle Seigaresco, una de las víctimas, dirá que “tenía prisa por ser vieja”. La sutileza de Scherer, sin embargo, no debe confundirse con docilidad. Sus relatos son audaces: la forma y el lenguaje se encuentran liberados de las restricciones del periodismo tradicional, para el que la especulación, por ejemplo, es anatema y no un recurso que puede ser utilizado para humanizar a los protagonistas del hecho terrible que se cuenta: “Tal vez Alice Benaïm reaccionara con disgusto desde el ascensor, mientras oprimía el botón de la cuarta planta, disgusto ante aquellas dos figuras que de pronto habían aparecido ahí. Puede que, como es habitual en las ancianas, se pusiera a murmurar algo, quejándose de la invasión de gente de color en París […]. Tal vez solo sintiera miedo ante aquellos dos hombres varios palmos más altos que ella e hiciera ademán de bajarse del ascensor. Y puede que el asesino y su cómplice temieran sus gritos de auxilio o se vieran obligados a atajarlos […]. Tal vez durante el viaje hasta la cuarta planta obligaran a la anciana a obedecer. Una vez arriba, Alice Benaïm pudo encaminarse hacia el final de su vida como una presa que ha perdido toda voluntad de resistirse.”

“Tal vez” y “puede ser” son expresiones que rara vez se leen en una pieza periodística; cuando son usadas, sin embargo, suelen servir para rellenar los vacíos de una investigación deficiente. No es el caso de Scherer; su intención al construir párrafos como el anterior no es fabular sobre lo imposible sino presentar, con la contundencia de la que las palabras certeras son capaces, un abanico de verdades en torno a un hecho irrecuperable, perdido. Al emplear los datos sensoriales del reporteo al servicio de la imaginación literaria, al seleccionar cuidadosamente las palabras para crear sus imágenes, Scherer construye un cuadro mucho más complejo y rico de la realidad pasada. Las historias que cuenta no solo tienen un valor histórico y documental; también se atreven a ser obras literarias. ~

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(Veracruz, 1982) es periodista, editora y escritora. Este año publicó dos libros: Aquí no es Miami (Almadía/Producciones El Salario del Miedo/UANL) y Falsa liebre (Almadía)


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