Jorge Volpi y la novela de aeropuerto

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Jorge Volpi es el mejor autor de novelas de aeropuerto de nuestro idioma. Nadie como él para investigar un tema interesante y combinarlo con adecuadas dosis de intriga, romance y sexo. Sea este la fisión nuclear y el desarrollo de la bomba atómica (En busca de Klingsor), el lento desmoronamiento del ideal comunista en el siglo xx (No será la Tierra), el psicoanálisis y la doctrina terapéutica de Carl Gustav Jung (La tejedora de sombras) o la crisis financiera mundial del 2008 y la revelación de que varios de los fundadores del orden económico mundial fueron espías comunistas (Memorial del engaño). Volpi investiga y recrea. Sus personajes a duras penas se sostienen pero no importa porque no le interesan como personajes sino como vehículos de información. El lector aprende en sus novelas. Son amenas, bien estructuradas, escritas con un lenguaje neutro y limpio.

La novela de aeropuerto no es un género que se practique mucho en nuestra lengua. Requiere tiempo y esfuerzo la investigación. Requiere curiosidad y capacidad de exposición. En inglés este tipo de novelas abunda. ¿Para qué voy a leer un tratado si puedo leer una novela entretenida y enterarme grosso modo de un tema? Si no soy estudioso y requiero de una introducción a un tema de actualidad, ¿qué mejor instrumento que un ensayo revestido de ficción? De adolescente, la etapa de la vida en la que el tiempo parece infinito, frecuenté durante algún tiempo este tipo de novelas. Mis favoritas eran las de un autor hoy justamente olvidado: Irving Wallace. La misma fórmula de Volpi: intriga, romance, sexo y un tema interesante. Hoy me cuesta trabajo recordar un solo personaje de Wallace, aunque conservo en la memoria los temas que abordó en sus novelas. Escribir una novela entretenida no es un asunto menor.

Me parece desagradable que los reseñistas no pongan ejemplos cuando critican un libro. Parece que hablan desde sus prejuicios. Que enjuician desde un alto mirador literario. Selecciono un pasaje que me parece ilustrativo. J. Volpi (que así se llama el narrador y protagonista de la novela) cena con Leah, que le cuenta lo que ha investigado sobre Noah Volpi, padre del narrador: “…poco a poco las escaramuzas entre republicanos y demócratas se trasladaron a campos menos dramáticos que el espionaje… hip… Truman pronto volvió a ser considerado un patriota, McCarthy acabó desprestigiado, Brownell cayó en el olvido y el nombre de White desapareció de las primeras planas hasta convertirse en una nota a pie de página en los libros de historia, aunque no ya como fundador del fmi, sino como un posible espía comunista… hip… al menos hasta que su lealtad o la traición de sus colaboradores, dejaran de importarle a nadie… hip…” Esos “…hip…” indican al lector –como si se tratara de un cómic– que Leah se está emborrachando. ¿No pudo Volpi recrear esa embriaguez mediante un lenguaje deshilvanado o a través de la descripción de sus gestos accidentados? No, ello hubiera implicado un mayor trabajo con el lenguaje y con la descripción de sus personajes. Y no hay espacio para eso en la novela. Leah cumple su papel de informar, de ser vehículo de datos, aunque su personaje se desdibuje hasta la caricatura: “…hip…hip…”

Ya que los personajes y el lenguaje son secundarios en esta novela (la novela de aeropuerto tiende a ser superficial en el tratamiento de estos asuntos), quedan por tratar en esta reseña los temas que aborda y el punto de vista que empleó Volpi para exponerlos. Los temas son en verdad interesantes (el origen del sistema económico mundial tras la guerra y cómo este sistema, vuelto ahora sistema financiero con un muy tenue marco regulatorio, llega a su paroxismo y crisis en 2008) si lo que el lector busca es tener información a vuelo de pájaro y encuentra atractiva la novelización de temas complejos. Convendría sí, para sus siguientes novelas, que Volpi no tratara a su lector con tanta condescendencia. Me refiero a observaciones como esta: “…un número incontable de ciudadanos anónimos, tan ingenuos como avariciosos (es muy probable, querido lector, que tú seas uno de ellos)”, o esta: “A personas menos familiarizadas con las costumbres de los gigantes financieros –como la mayor parte de ustedes, lectores en vías de desarrollo–…”, o esta otra: “Queridos y simples mortales: como adivino sus ojos enrojecidos y espantosamente abiertos, síntomas inequívocos de frustración y azoro…”, y una más, aunque Volpi repite el recurso una veintena de veces: “…un paréntesis para tratar de explicarles en unos cuantos párrafos –anticipo su impericia matemática– qué son los derivados financieros, aunque al final vaya a dolerles un poco la cabeza…” Estas reconvenciones al lector, aclaro, no las hace Jorge Volpi, el autor de Memorial del engaño sino… J. Volpi, autor de… Memorial del engaño. Así las cosas. Jorge Volpi, con increíble sentido del arrojo narrativo, inventó a J. Volpi para narrar este ensayo de divulgación sobre la crisis del capitalismo en forma de novela. Si en No será la Tierra narró, con la misma fórmula, la crisis de los ideales comunistas, ahora en Memorial del engaño nos receta la crisis de las prácticas capitalistas. No parece haberse esforzado mucho Volpi en crear a Volpi. Para él es una broma ingeniosísima. Tal vez solo para él lo sea. Incluye la novela diversas imágenes (combina fotos históricas con fotos suyas y de su familia) y menciones coquetas a sus amigos del Crack (Ignacio Padilla y Eloy Urroz), lo que me parece un error. Aunque sus personajes y el lenguaje no sean para él prioritarios y toda la apuesta recaiga en la novelización de la información, incurrir en estas bromas privadas distrae al lector de lo importante: una manida crítica del capitalismo desregulado desde el punto de vista de un financiero corrupto y cínico, hijo de un criptocomunista que trabajó en la posguerra en el diseño de la economía mundial.

Pobreza descriptiva: Whit portaba “un traje de lino impecablemente planchado y una sonrisa Colgate”, lenguaje repleto de muletillas: “Que tu esposa sonría (y no te estropee las galas del Met) no tiene precio. Sin duda hay cosas que el dinero sí compra…”, estructura ingeniosa, información a raudales, intriga policiaca, espías comunistas, romance y sexo (homo y heterosexual), hacen de Memorial del engaño una novela perfecta para pasar el rato. ¿Tiene planeado un vuelo largo? ¿Tiene en mente una visita a la playa? Esta novela logrará entretenerlo e informarlo, que no otra cosa se espera de las novelas de aeropuerto, de las cuales Jorge Volpi es el mayor exponente en nuestro idioma.

(Una versión de este texto aparece en nuestro número de junio)

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