Clรฉmence Boulouque
Muerte de un silencio
Traducciรณn de Laura Salas Rodrรญguez
Cรกceres, Perifรฉrica, 2016, 132 pp.
“Soy la hija del juez Boulouque, del terrorismo, de los aรฑos ochenta, de los aรฑos parisinos. Y soy huรฉrfana de todo ello”, escribe Clรฉmence Boulouque (Parรญs, 1977) al comienzo de Muerte de un silencio, su primer libro, publicado en francรฉs en 2003. Los atentados del 11-S, que se producen cuando ella estรก estudiando un mรกster de relaciones internacionales en Nueva York, son el punto de partida de un relato autobiogrรกfico contenido e impactante.
Menos tramposo que El camino de los difuntos (Perifรฉrica, 2015), de Franรงois Sureau, y mรกs fragmentario que El comensal (Caballo de Troya, 2015), de Gabriela Ybarra, Muerte de un silencio no es solo un libro sobre el terrorismo. Los atentados, de hecho, estรกn en off. Es ante todo la historia de una herida รญntima: el suicidio del padre de la autora, cuando ella tenรญa trece aรฑos.
Gilles Boulouque se encargรณ de la instrucciรณn de algunos casos terroristas, que implicaban a organizaciones como las Facciones Armadas Libanesas, asala y eta. Esa tarea alterรณ la vida familiar. Clรฉmence habla de su miedo y sus pesadillas; tuvieron que ponerle protecciรณn. Al temor se sumรณ una presiรณn aรฑadida, por las complicaciones polรญticas y mediรกticas de los casos del juez.
En 1987 el juez llamรณ a comparecer a Wahid Gordji, un intรฉrprete de la embajada iranรญ, como testigo en el caso del atentado de Rue de Rennes. El episodio produjo la ruptura de las relaciones diplomรกticas con Irรกn. Tras meses de negociaciones, Irรกn mediรณ para que Hezbollรก liberase a unos franceses que habรญa secuestrado. Gordji aceptรณ comparecer y quedรณ libre sin cargos. La liberaciรณn de los rehenes recibiรณ muchas crรญticas en los medios, algunos denunciaron el sometimiento del sistema judicial a la razรณn de Estado y Mitterrand utilizรณ el caso contra Chirac en un debate electoral. El juez fue tambiรฉn imputado por violaciรณn del secreto de sumario, “sanciรณn de lo mรกs infrecuente”. La denuncia no prosperรณ, pero Boulouque lo retrata como un capรญtulo humillante. En 1990, el juez se suicidรณ con el arma que le habรญan entregado para protegerse, en la casa familiar de la calle Caualincourt.
“La รบnica verdad de alguien es el dolor que lo oprime y ante el cual se siente impotente. Esa especie de temblor que lo recorre por entero. No hay medida objetiva del dolor de una persona. Y eso es lo que me inspira respeto, esa humanidad, la que quizรก me privรณ de รฉl”, escribe la autora. Dos de las virtudes del libro son la voz narradora –sobria, afectuosa, capaz de mostrar la visiรณn de la niรฑa y adolescente y la de la adulta– y la descripciรณn precisa de las actividades infantiles y las costumbres familiares: medir el tiempo por las competiciones deportivas, la aficiรณn del padre al ordenador de la hija, las vacaciones. La sensaciรณn de ser objetivos terroristas y la atenciรณn de los medios producen una perturbaciรณn en esa forma de vida. Los contratiempos se convierten en situaciones aterradoras o son distorsionados por la prensa.
El suicidio deja una tara para siempre, en forma de culpabilidad y de arrepentimiento por lo que no se ha dicho o explicado. “Me convertรญ en una joven, despuรฉs en una mujer que desde entonces ha sufrido otros dolores, pero a la que siempre herirรก, sin duda, el espectรกculo de una niรฑa con su padre, sentados en una terraza o haciendo cola en un cine”, escribe Boulouque, casi al final de este libro singular y emocionante sobre las consecuencias privadas de los asuntos pรบblicos. ~
(Madrid, 1987) es periodista