La necesidad de limpiar la memoria del 2 de octubre

2 de octubre
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A casi medio siglo de los hechos de la tarde del 2 de octubre en Tlatelolco ha sido prรกcticamente enviada al olvido la versiรณn del rรฉgimen que aseguraba que entre los estudiantes estaban los responsables de disparar contra la multitud a fin de darle un nuevo impulso a su movimiento.

El libro pรณstumo de Luis Gonzรกlez de Alba, el รบnico lรญder del movimiento estudiantil que dejรณ testimonio escrito de cuanto vio y escuchรณ esa tarde en el tercer piso del Edificio Chihuahua, exhibe a una colecciรณn de personajes ansiosos de reflector que no asistieron al mitin, pero construyeron una versiรณn coral de muertos levantados por decenas e incinerados en el Campo Militar Nยฐ 1.

El 2 de octubre hubo muertos, pero nadie desaparecido, asegura รฉl. Ningรบn dirigente del Consejo Nacional de Huelga desapareciรณ, ninguno muriรณ en Tlatelolco, tampoco en instalaciones militares. Gonzรกlez de Alba emprende la tarea de limpiar el relato de paja y ver entre los jรณvenes masacrados tambiรฉn a soldados muertos y heridos que respondรญan al fuego de francotiradores de guante blanco y ropa civil.

La memoria del escritor ubica a su derecha y a su izquierda a hombres que tras la caรญda de dos bengalas sobre la plaza abrieron fuego sobre la plaza. Mรกs tarde todos escucharรญan la orden de tirarse al piso. Arrastrรกndose, los del guante blanco formaron un grupo compacto para gritar โ€œยกBatallรณn Olimpia! ยกNo disparen!โ€, mientras los soldados subรญan. Es decir, el Ejรฉrcito Mexicano no tenรญa conocimiento de que habรญa elementos del Estado Mayor Presidencial en ese lugar.

Ya preso en Lecumberri, sus amigos le contaron que fueron los soldados quienes les seรฑalaban por dรณnde escapar del tiroteo y les seรฑalaban las ruinas prehispรกnicas para cubrirse. Para ellos eran los lรญderes del movimiento quienes disparaban y asรญ los tratรณ la prensa: โ€œcomo los canallas que no habรญan dudado en matar a su propia genteโ€.

Decรญa Jesรบs Silva-Herzog Mรกrquez que Luis Gonzรกlez de Alba mรกs que un escritor incรณmodo, era hiriente, demoledor, despiadado. Los pasajes que dedica a Elena Poniatowska y la manera en que usรณ su manuscrito escrito en prisiรณn para confeccionar su libro de La noche de Tlatelolco, muestra cรณmo la confianza traicionada transforma el cariรฑo en una suerte de veneno que infecta las palabras y las tatรบa en el otro.

En manos de Elena, los pรกrrafos de su relato, publicado bajo el tรญtulo de Los dรญas y los aรฑos fueron repartidos como si fuesen โ€œtierras comunalesโ€ entre distintos lรญderes estudiantiles. Su crรณnica, dice, esta confeccionada con hechos que nunca conociรณ, pues nunca estuvo en nada del 68, pero tenรญa talento para โ€œmentir con la verdadโ€.

En total, Poniatowska tomรณ mรกs de 500 lรญneas de la obra de su entonces amigo y las habรญa entreverado, atribuyendo caprichosamente palabras y testimonios que alterรณ, traduciรฉndolos al poniatowsko. ร‰l nunca la demandรณ por plagio ni por fraude, sino por alteraciรณn del contenido, lo que obligรณ a la escritora a corregir los pรกrrafos tomados de su obra.

Para distanciarse de ella, el viejo lรญder del movimiento estudiantil titulรณ su รบltimo libro Tlatelolco aquella tarde, pues en la Ciudad de Mรฉxico el sol no se pone antes de las 7:00 y eran las 6:10 cuando aquellas bengalas cayeron. Por eso, La noche de Tlatelolco induce al error y desacredita a su autora a hablar del 68 desde el nosotros.

Gonzรกlez de Alba comienza el tercer capรญtulo diciendo que no estรก seguro de llegar al cincuentenario del 68. No lo hizo, porque se disparรณ en el corazรณn, decidiendo que la fecha que habรญa marcado su vida, marcara su muerte. De ahรญ su prisa por entrar en โ€œtemas que el tiempo ha vuelto necesarios y hasta urgentesโ€. Advierte que cada 2 de octubre hay marchas que corean que la fecha no se olvida, pero nadie sabe quรฉ es lo que no se olvida, mรกs allรก del simplismo de โ€œmataron a mucha genteโ€.

El escritor โ€”una vez mรกs, cito a Silva-Herzogโ€” dedicรณ su vida pรบblica โ€œa quemar toda efigie que demandara veneraciรณnโ€, a mostrar el cobre bajo la plata. Por eso, su llamado a limpiar la memoria de los hechos reales del 2 de octubre, pues como un episodio no cerrado, con ello nos jugamos nuestra credibilidad ante el futuro. 

Confinado en una de las minรบsculas celdas del Campo Militar, usadas para los soldados arrestados, Gonzรกlez de Alba recuerda a tres elementos del Ejรฉrcito con los que se sintiรณ en deuda hasta su muerte: el soldado al que escucho decir โ€œtoma, chavoโ€ mientras le ofrecรญa un pedazo de melรณn cuando lo llevaban detenido, el que le ofreciรณ una cobija al verlo aterido de frรญo antes de cerrar la puerta de su celda y el oficial que se golpeaba una mano contra la otra mientras lo interrogaba, para que afuera escucharan la madriza. A este รบltimo o quizรก a los tres les dedicรณ en Milenio un texto tardรญo, pero agradecido: โ€œPerdรณname, soldado, perdรณname…โ€

Reconocer el gesto de humanidad que le mostraron estos tres anรณnimos es tan genuino como su desprecio por una izquierda corrompida, por personajes como Porfirio Muรฑoz Ledo, priista que ha pasado por casi todos los otros partidos y quien hizo un panegรญrico al informe de Gustavo Dรญaz Ordaz de 1969 que versaba: โ€œNada me ha conmovido mรกs del texto del V informe que el valor moral y la lucidez histรณrica con la que el presidente de Mรฉxico (Gustavo Dรญaz Ordaz) reitera su confianza en la limpieza de รกnimo y en la pasiรณn por la justicia de los jรณvenes mexicanosโ€.  ~

Tlatelolco aquella tarde. Luis Gonzรกlez de Alba. Ediciones Cal y Arena, 2016.

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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