La piedra y el caracol

Deslumbrantes campos de hielo

María Baranda

Traducción por Con grabados de Adrian Giombini

Ediciones Odradek,,

Cuernavaca, , 2023, 90 pp.

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Refiere Borges una pesadilla de Wordsworth frente al mar: el mar había desaparecido y su lugar lo ocupaba el desierto, el poeta yacía al centro de este y, al despertar, un beduino que estaba acostado junto a él despertaba al mismo tiempo y le decía: “tengo que salvar estas dos cosas [a punto de desaparecer], la piedra y el caracol [objetos que le muestra al poeta], ambos libros”. Y estos libros eran: “la Geometría de Euclides [la piedra] [y] toda la poesía del mundo [el caracol]”. En Deslumbrantes campos de hielo, de María Baranda, uno de sus más recientes títulos, el paralelismo entre geometría y poesía queda puesto de relieve: “Lo que no tiene ninguna parte”, reza el epígrafe del libro, tomado de Euclides.

Como si fuera un tratado de geometría, Deslumbrantes campos de hielo incluye una serie de figuras tomadas de Geometría descriptiva (1942) de Adrian Giombini y cada una de las nueve partes que lo conforman tiene títulos que, de alguna manera, funcionan como axiomas de lo que ocurre en cada sección: “Planos verticales, perpendiculares al plano de comparación”, “Método basado en la existencia de la homología”, “El punto de fuga estará al infinito”… De modo que cada poema forma parte de una figura geométrica mayor, y cada palabra y cada verso se corresponden con un punto y una línea (recta, diagonal o curva) de una figura cuyos lados, visibles e invisibles, cambian, en cada lectura.

Cabe mencionar que, entre los títulos de Ediciones Odradek, sello especializado en desarrollar libros artísticos en los que la escritura dialoga con propuestas gráficas como fotografía, pintura, dibujo o grabado, este se distingue porque sus imágenes están tomadas de una disciplina diferente. Además, porque el diseño pone de relieve el paisaje nevado en el que se despliega el poema, y la selección y colocación de las figuras geométricas a lo largo del libro realza la homología entre las dos disciplinas ya mencionadas, dando por resultado un “juego poético-gráfico admirable”, como dice Alfonso D’Aquino, el editor.

No obstante, el carácter visual de esta poesía se realizasobre todo al ser escuchada, con el oído o la mente, al momento de la lectura: “Vemos la calma como se mira una palabra en la noche”, dice la poeta, cuyo interés por dibujar con palabras se manifiesta en libros como Teoría de las niñas (2018), a partir de la obra de Henry Darger, y Un leve aullido bajo la arena (2023), a partir de un cuadro de Goya, alcanzando su “cumbre de cristal” (Marianne Moore) en Deslumbrantes campos de hielo, donde un copo de nieve cayendo bajo un cielo rojo que paulatinamente se puebla de estrellas es el leitmotiv del libro. Al poema “Un pulpo”, de Moore, de donde Baranda toma el título de su libro (“black feet, eyes, nose, and horns, engraved on dazzling icefields”), Charles Tomlinson lo comparó con una especie de “collage cubista” y, de alguna manera, se podría decir lo mismo de esta obra, ya que la poeta mexicana aglutina orgánicamente voces coloquiales, tiempos y realidades simultáneas, y lo hace, como la norteamericana, de forma compacta, precisa, deslumbrante.

“Les decía: / hay frases como aves, verbos que se prueban / en la sangre”, abre María Baranda su libro y, como aves, los versos ascienden el plano vertical del poema y se disuelven en las miradas atentas, en los oídos sensibles a su musicalidad; a su paso, intersecan planos horizontales, líneas narrativas hilvanadas por un hilo conductor que muestra y vela a la vez, detonando polisémicamente el poema: personajes, circunstancias, tiempos, espacios, voz narrativa… Dicho más por un yo que por una tercera persona, y más a un ustedes inclusivo que a un ellos indeterminado, el “Les decía” inicial reanuda y establece el nuevo punto de partida de un largo relato emprendido por la autora desde su ópera prima: “Entonces yo era niña, / y sentada a la puerta del viento / abría la noche verde de los árboles…” (El jardín de los encantamientos, 1989).

A lo largo de la obra poética de María Baranda, la voz de esa niña, impetuosa como el mar, canta –a veces, grita–, se desborda en cada una de sus etapas vitales y regresa siempre a sus orígenes, a dialogar con los suyos: su hermano, su amado, sus hijas, su madre, su padre, se vuelven protagonistas de una historia, real y no, que en Deslumbrantes campos de hielo encarna una serie de intríngulis con personajes tales como una tía tuerta, un niño ahogado llamado Caín y un señor Plinio que “tiene una pistola pequeña que siempre lleva”. Intención de novelar o, más bien, de fabular la vida, que la autora, dando “el salto de mí al alba” que pidiera Pizarnik, refleja en títulos como Fábula de los perdidos (1990), Narrar (2001) y Ficticia (2006).

Ocurre aquí lo que dice Proust cuando critica el método literario-moral de Sainte-Beuve: “que un libro es el producto de un yo distinto del que se manifiesta en nuestros hábitos [de los autores], en sociedad, en nuestros vicios”. Y recuerda lo que afirma Malcolm Bowie al evocar episodios cotidianos de En busca del tiempo perdido, como el de la vendedora callejera parisina de frutas, cuyo pregón le recuerda al narrador el canto gregoriano medieval, o el de Saint-Loup cuando equipara el vuelo de los aviones de guerra con el ascenso de las valquirias y las alarmas por bombardeo con música wagneriana, convirtiéndose, el narrador y su amigo, a decir de Bowie, en inventores de “geometrías momentáneas”.

Así, cada palabra de Deslumbrantes campos de hielo evoca, como la célebre madalena, no la Arcadia (“lo que no está y no fue”), sino, a partir de lo que fue o pudo haber sido, lo que es y lo que será, porque esta poesía prismática permite ver, a través de sus diferentes caras, los recuerdos atrapados en ella, el presente del poema, tiempo sin espacio, espacio sin tiempo de estas páginas de hielo, y aun lo porvenir, que puede rayar en lo paradójico: “Caín en el tiempo futuro es mi hermano. / Un hermano que muere, pero aún no.” Como dice Beckett: “El punto de partida de la exposición proustiana no es la aglomeración cristalina, sino su núcleo: lo cristalizado. Y es que, en realidad, lo que dice es que la experiencia más trivial tiene incrustados elementos que no mantienen relación lógica alguna con ella.” De allí que estapoesía sea transversal a la vida, la narrativa, la fábula y el mito, renovado, ya que aquí Caín es el hermano muerto, no el fratricida, niño ahogado que atraviesa, desde su origen, la poesía de la autora: “Un niño de agua cruza el tiempo.”

Obra en la quelas palabras convocan, a través de sí, otras imágenes; si dice, por ejemplo, “El miedo tiene los ojos de un sapo”, en el siguiente poema “Un sapo brinca y su sed estalla”. El inicio de un verso suele comenzar al final del verso anterior (y viceversa) y, al estilo de Trilce, el sentido lógico de los poemas se abre, por medio de la sintaxis, hacia múltiples posibilidades. Los personajes le hablan al lenguaje y este va diciéndolos; las distintas voces del poema cobran forma, apariencia, nombre: “Los nombres son letras que están adentro de nosotros, / como poemas. Y arden.” En este sentido, es notable el poema, dividido en diez partes, que recorre el libro de principio a fin, a pie de página: un plano adentro de otro, un recuerdo, un sueño que abre un umbral que comunica con el mar, el bosque, la infancia, la muerte.

“Entonces corrí. / Entonces lloré. / Entonces morí / en los deslumbrantes campos de hielo / de Marianne Moore”, cuya transparencia permite ver los vasos comunicantes no solo con el poema, la poesía y la tradición poética de Moore, sino también con los propios libros de poesía anteriores de María Baranda, así como con sus linajes paterno y materno, que en Deslumbrantes campos de hielo llegan a reencontrarse, en el momento del poema, aun antes de haberse encontrado por primera vez. Entre las imágenes posibles de este libro, hay una que reverbera, la de una niña que observa y canta: “Esa tarde, / casi noche, ahí estabas, / ahora estás, de cuclillas, / tienes trece / en las vías, en silencio. / En silencio. / Este es el momento. / Esta la hora, / este el tren. / Este tu cuerpo. / Esta la poesía.” ~

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(Ciudad de México, 1970)
es poeta y ensayista. Es autor, entre otros libros, de El silencio del bosque (Ediciones Sin Nombre, 2010) y Frutos de sal (Ediciones Odradek, 2020).


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