La vanguardia de la vanguardia

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Augusto de Campos, Haroldo de Campos, Décio Pignatari, Galaxia concreta, Universidad Iberoamericana/Artes de México, Colección Poesía y Poética, México, 1999.

La palabra vanguardia se asocia, por metonimia, con la palabra rigor —que significa severidad, dureza, inflexibilidad, pero también intensidad, lucidez, exactitud. Sin embargo, muchos poetas fueron rigurosos sin ser vanguardistas. Valéry fue riguroso en la estructura, Rilke fue riguroso en la subjetividad, Claudel fue riguroso en el catolicismo, Borges fue riguroso en la imaginación y en la intelección, Pessoa fue riguroso en las emociones, Kavafis fue riguroso en la mitología de la historia —y la lista podría continuar. Entonces, ¿en qué sentido la vanguardia puede ser entendida como rigurosa? Sobre todo, en el sentido de la experimentación. Una experimentación que tuvo su lugar de inicio en el territorio del lenguaje y que pronto se propaló a otros ámbitos de la cultura —desde la política hasta la culinaria.
     Si las primeras décadas del siglo posibilitaron el rigor experimental y vitalista de Apollinaire, Cendrars, Reverdy, Huidobro, Maiakovski, Joyce, Tzara, Roussel, Pound y muchos otros —estimulados por la pionera y paradigmática experimentación mallarmeana—, la segunda mitad del siglo —después de ese impasse, de ese grado cero de la civilización ilustrada que se manifestó en el nazismo— posibilitó la continuación y profundización de la rigurosa rebelión vanguardista. Esta continuación no fue un gesto mimético, un subirse al estribo de la prestigiosa inercia de las vanguardias en una teatral impostura del vértigo, fue un natural reacomodo en la historia, un ajustar los relojes del arte con el pulso de la época y —como ya lo anunciara Barthes en El grado cero de la escritura— una estocada final al "mito literario" para atender el llamado de los nuevos "lenguajes vivientes" que la época imponía.
     La semiótica, la teoría de la información y la cibernética tienen mucho que ver con estos nuevos "lenguajes vivientes". La irrupción de los mass-media, de la economía del consumo y de la cultura de lo visual, junto con un nuevo auge del desarrollo productivista en el mundo digitalizado de la Aldea Global —que si bien ya estaban siendo prefigurados, eran difícilmente pensables en los años de las vanguardias históricas—, posibilitan un cambio de rumbo en la poesía de la segunda mitad del siglo. Cambio que también se da en las coordenadas geográficas: Europa deja de ser el centro hegemónico y las Américas adquieren —ya sin complejos— el derecho de participación y de iniciativa artístico-literaria. Es importante subrayar este cambio de coordenadas para entender Noigandres, el movimiento de poesía concreta que surge a mediados de los años cincuenta en Brasil, liderado por los hermanos Augusto y Haroldo de Campos y Décio Pignatari.
     Noigandres continúa y profundiza el rigor experimental de las vanguardias. En cuanto a continuidad y —sobre todo— en cuanto a profundización, debe ser considerado como vanguardia; también, en cuanto al formato de sus declaraciones teóricas, que aparecen como manifiestos publicados en la prensa paulista o en revistas del movimiento —Noigandres e Invençao (Revista de Arte de Vanguardia). Pero, sobre todo, en cuanto a la asimilación y reciclaje de los específicos "lenguajes vivientes" de la época. El énfasis en lo visual no solamente absorbe el legado mallarmeano y poundiano —tan reconocido como reconocible en los concretos— sino que también se abre a los eficaces aportes de la publicidad, del diseño gráfico y del lenguaje binario de la computación. Noigandres supera el "mito literario" al proponer una salida de la literatura, un desalojo tanto del "mito" como de lo "literario" impuesto al lenguaje. El lenguaje, sin embargo, sigue —es una estructura viviente que se presenta en toda su concretud significante y que se vehiculiza de diferentes maneras, desde la página de un libro impreso, hasta el virtual soporte del rayo láser o el de una pista sonora digitalizada. El lenguaje concreto engendra poesía en la medida que, asumiéndose como tal —reconociendo su concretud—, se ocupa de los problemas específicos de su estructura "verbivocovisual" —sonido, forma visual y carga semántica— dentro de una relación de semejanzas, de analogías y de permutaciones que establecen una gestalt entre fondo y forma. Paradójicamente, este énfasis en lo estructural, en el cuerpo real de las palabras, no desvincula a los poetas concretos de otras instancias expresivas consideradas afines o colindantes con la poesía concreta: la música de Webern, Boulez y Stockhausen y la obra plástico-matemática de Mondrian, Max Bill y Joseph Albers, se empalman con el tropicalismo de Caetano Veloso y Gilberto Gil y con los trabajos conceptuales de Lygia Clark o Helio Oiticica. En ese sentido, los brasileños trazan una estructura de parentesco multidisciplinaria que puede entenderse como una genealogía no lineal de la concretud. Actitud que tiene mucho que ver con el origen periférico (Brasil-tercer mundo) y el carácter no centralista sino internacionalista del movimiento.
     A pesar de su importancia como última vanguardia poética, organizada dentro de esta histórica tradición del rigor de la que hemos hablado, la obra teórica y de creación del concretismo brasileño difícilmente rebasa las fronteras editoriales y los cubículos académicos en México y América Latina. Galaxia concreta —libro editado en la Colección Poesía y Poética que dirige Hugo Gola, y en colaboración con Artes de México— viene a subsanar, de manera digna, dicha creencia. Se trata de una antología —organizada por Gonzalo Aguilar— dividida en cuatro partes: 1) "Poemas", 2) "Ensayos y manifiestos", 3) "Transcreaciones" y 4) "Transcreaciones/laboratorio". La primera parte contiene una representativa muestra de la poesía de Décio Pignatari, Haroldo de Campos y Augusto de Campos, presentada de manera cronológica y respetando —a partir de facsímiles— la tipografía y espacialidad de los originales. Hubiéramos preferido que esta muestra fuera más extensa y representativa pero el grado de dificultad para reproducir las experimentaciones sonoras y de poesía visual —sobre todo de Augusto de Campos y Décio Pignatari— limita las posibilidades del libro como soporte gráfico-conceptual. La segunda parte —que aborda los aspectos teóricos y de manifiestos— se abre con el "Plano piloto para la poesía concreta" —manifiesto colectivo que sienta las bases y los alcances del concretismo y que fue publicado en la revista Noigandres en 1958—, para cerrarse con "Muerte y vida de la vanguardia: la cuestión de lo nuevo", ponencia de Augusto de Campos presentada en 1993 donde cuestiona la noción de posmodernidad y replantea la vigencia de la vanguardia a partir del paradigma tecnológico y la "multimediación" del proceso artístico: "Para mí —dice el poeta—, el hecho nuevo para la producción artística, que emergió más claramente en la década de los ochenta, reactivando y potencializando las propuestas de las vanguardias, es precisamente la tecnología" —declaración que continúa y profundiza las difíciles nupcias entre arte y tecnología que tuvieron lugar en los efímeros años del constructivismo ruso-soviético. La tercera y cuarta parte se ocupan de las traducciones realizadas por el grupo, entendidas éstas dentro de la "categoría de creación" o transcreación. Además de presentarnos los textos en las tres lenguas —la original, la portuguesa y la castellana—, el Laboratorio nos introduce en las intrincadas complejidades transcreadoras de textos como el Eclesiastés, la poesía de Li-po, de Maiakovski o de Dante. Nuevamente, las capas geológicas de la concretud son removidas para trazar puentes analógicos entre las diferentes lenguas y culturas. La labor transcreadora es, también, un método de presentificación de la poesía de todos los tiempos en el contexto concreto de la contemporaneidad. No hay contradicción ni paradoja: las raíces y las ramas —Dante y la cibernética— se entrelazan en esta rigurosa aventura hacia la concretud donde la noción de vanguardia no está reñida con la de tradición —característica que explícitamente queda subrayada en las visitaciones, reinvenciones y hallazgos permanentes de una tan mutante como proteica genealogía concreta. –

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