Anatomía de un instante, de Javier Cercas

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Anatomía de un instante es un notable libro a caballo entre la investigación periodística y la reflexión histórica sobre el golpe militar del 23 de febrero de 1981, suceso clave de la transición democrática que estuvo a punto de regresar a España a la época de las cavernas. Conocido en México por sus novelas, sobre todo por Soldados de Salamina (2001) y su columna en El País Semanal, Javier Cercas (Cáceres, 1962) sorprende con un volumen basado exclusivamente en hechos reales, con la ventaja, frente a otros libros de su género, de tener a su servicio la inteligencia estructural y la gracia de un consumado narrador; ahora los “trucos” del novelista –incluido el timbre emocional– están al servicio de una historia verdadera que literalmente se devora.

La transición española enfrenta dos peligros paralelos: la idealización y el desconocimiento. Anatomía de un instante es un libro que nace para combatir ambos. Su lectura demuestra cómo la transición no fue precisamente un pacto entre caballeros y cómo el camino estuvo sembrado de espinas. Y también cómo todo pudo malograrse en al menos tres ocasiones: la restauración de la Generalitat catalana, con el regreso del exilio del presidente Tarradellas (1977); la legalización del Partido Comunista, tras arduas y secretas negociaciones entre Adolfo Suárez y Santiago Carrillo (1977), y la promulgación por referéndum de la nueva Constitución, que regresaba la soberanía al pueblo español, establecía la pluralidad partidista y garantizaba las libertades individuales, amén de dejar sentadas las bases del futuro Estado autonómico (1978). Todo en un ambiente de desencanto por la crisis económica, el desempleo de la primera gran reconversión industrial, la lentitud en las reformas para dejar atrás el farragoso sistema legal heredado de la dictadura, el ruido de sables en los cuarteles y los casi doscientos asesinatos anuales de eta, en los así llamados “años de plomo”. Realidad opuesta a la imagen que la mayoría de los españoles tiene de aquellos años.

Obviamente el momento crucial fue el 23 de febrero. Cercas parte de un enfoque generacional que intenta discutir las verdades heredadas sobre el hecho y el comportamiento de sus protagonistas. Y sus conclusiones son demoledoras. Por ejemplo, que el golpe estuvo a punto de triunfar; por ejemplo, que la Casa Real mantuvo una actitud ambigua durante muchas de las horas cruciales de ese día; por ejemplo, que la sociedad civil se quedó paralizada del miedo y que las manifestaciones de protesta estallaron tras el fracaso del golpe; por ejemplo, que tres conjuras coincidían ese día y que, en alguna de sus facetas, el golpe era apoyado por mucha más gente de la que uno podía llegar a sospechar.

Anatomía de un instante parte de una foto fija, la que muestra el Congreso de los Diputados tras ser asaltado por el teniente coronel Antonio Tejero. Como se sabe, esa fría tarde de invierno se votaba la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo en sustitución de Adolfo Suárez para la presidencia del gobierno y, por lo tanto, era el momento ideal para intentar un golpe, con dos de los tres poderes del Estado reunidos en sesión solemne. La anacrónica estampida de guardias civiles en el parlamento, con gritos y disparos salidos de las profundidades carpetovetónicas, obligan a los diputados a buscar refugio debajo de sus escaños. Sólo tres permanecen en sus asientos: el presidente Adolfo Suárez, el vicepresidente y ministro de Defensa Manuel Gutiérrez Mellado, y el líder comunista Santiago Carrillo. El libro es en muchos sentidos un intento de dotar de sentido ese gesto heroico de tres personalidades divergentes y en decadencia. ¿Puede un instante dignificar una vida? ¿Por qué no buscaron refugio como los demás? ¿Cuál es la historia de sus vidas? Anatomía de un instante responde puntualmente a estas tres preguntas, y al hacerlo propone también una suerte de biografía a tres bandas:

La de Adolfo Suárez, un arribista del tardofranquismo, inculto y desorganizado pero encantador y carismático, con una meta fija en su vida: llegar al poder. Con Franco vivo, dentro de la lógica del sistema, escala lentamente, ayudado por relaciones familiares de su mujer hasta ser líder del Movimiento (que incluía no sólo la jefatura del partido único sino de todas las organizaciones de masas del Estado fascista), y sin mostrar ningún atisbo de rebeldía o disconformidad. Con Franco muerto, es leal al débil poder del Rey para buscar su designación a dedo como jefe de gobierno y convertirse, tras las primeras elecciones en medio siglo en España, en el incierto timón de la transición; tan incierto que tuvo que renunciar al poder en favor de otro miembro de su partido sin elecciones de por medio; tan incierto que, cuando presenta su renuncia, el Rey se limita a decirle a su ayudante “este se va”.

La de Gutiérrez Mellado, el joven militar que traiciona a la República y apoya el levantamiento del 18 de julio de 1936, origen de la Guerra Civil, y que evoluciona lentamente en las telarañas del régimen hasta volverse casi un humanista de claro signo democrático y un aliado indispensable de Suárez, lo que le valió el desprecio de sus compañeros de armas.

Y la de Santiago Carrillo, de oscuro pasado en la guerra por sus crímenes en Paracuellos de Jarama, cuando los responsables comunistas de la seguridad de Madrid, abandonada por el gobierno de la República, deciden sacar a los presos franquistas de la cárcel Modelo –ante la falsa suposición de la caída de la ciudad– y fusilarlos sin juicio en esa localidad madrileña (algo que Cercas exculpa sin resultar demasiado convincente); que mantuvo con puño de hierro la dirección del partido en el exilio, sorteando los dictados de Moscú y jugándose el tipo en la clandestinidad antifranquista, y que supo renunciar a su ideario para formar parte de la vida democrática española, gesto que los electores le agradecieron olvidándolo en cada votación.

En el 23-F confluyen en realidad –es la tesis innovadora del libro– tres golpes simultáneos. El obvio de Tejero, con un ideario nacido del espíritu de cuerpo de la Guardia Civil, herido por el terrorismo, que ve en los comunistas y los “separatistas” vascos y catalanes a la “anti-España”; el de Milans del Bosch, líder de los militares recalcitrantes, una verdadera hermandad de privilegios y canonjías, con contactos en el mundo empresarial y mediático, unidos contra la pérdida de poder y dinero que inevitablemente conllevará la democracia, y el del general Armada, antiguo preceptor del Rey que, valiéndose de su cercanía con el monarca, aprovechando el desconcierto de aquellos años, había buscado el aval de la clase política para encabezar un gobierno de unidad nacional. Cercas estudia los movimientos de Armada, sus reuniones –algunas abiertas, otras clandestinas– con representantes de casi todos los grupos políticos, incluidos miembros del partido en el poder, y la buena sintonía que tiene con ellos, salvo con los falangistas, que quieren dinamitarlo todo, y con los comunistas, que gracias a la alianza Carrillo-Suárez son los más leales a las incipientes reglas del juego democrático.

El 23 de febrero Tejero da un golpe, apoyado además por miembros destacados del servicio secreto español; Milans del Bosch se suma con la intención de encabezarlo desde la guarnición de Valencia, tanques en las calles incluidos, y Armada pretende hacer pasar su iniciativa personal de visitar el Congreso como “mediador” como una encomienda del Rey para imponer a los diputados secuestrados su conocido plan de un gobierno de unidad nacional. Este verdadero enredo, última comedia de capa y espada española, fracasó por tres razones fundamentales: porque el jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campos, desmintió que Armada fuera de parte del Rey, negando su estadía en la Zarzuela con la célebre frase “ni está ni se le espera”, y porque Tejero se escandalizó al ver en la lista de Armada del supuesto gobierno de unidad nacional a “separatistas y rojos”. La tercera razón, que la mayoría de la gente piensa única, es la actitud del Rey a partir de cierto momento de la noche, que decide frenar el golpe, hablar con los jefes de guarnición para impedir que se sumen a las soflamas de Milans del Bosch y ya de madrugada da su célebre discurso en la televisión en favor de la Constitución y la democracia.

La tesis más atractiva de Anatomía de un instante es que Tejero, intentando dar un golpe de Estado franquista, en realidad fue quien lo detuvo. Lo cierto es que el 23 de febrero supuso un revulsivo nacional de proporciones copernicanas que acabó por vencer las resistencias al cambio en los duros del régimen franquista, despertó a la sociedad de su letargo apolítico, legitimó a la Corona frente al pueblo español, y a la postre posibilitó el triunfo socialista de 1982, lo que sepultó a la dictadura franquista en el añoso armario del pasado.

Friso de la transición, biografía de tres hombres fundamentales, autobiografía en clave y lectura generacional de una época axial, Anatomía de un instante, de Javier Cercas, es un ajuste de cuentas con el pasado reciente de España que separa la paja del trigo de los verdaderos artífices de su democracia. Y que, al mismo tiempo, funciona para lectores ajenos a estos hechos como una historia universal de la infamia, la ambición, el poder y el heroísmo redentor.

 

Coda entre corchetes:

 

[Una hipótesis personal es que el libro es también una suerte de respuesta tácita a Arcadi Espada, con quien el autor sostuvo una agria polémica a propósito del uso de la verdad en la ficción. La cosa fue más o menos así: en sus Diarios (Espasa Calpe, 2002), Espada le reprochó a Cercas, con ironía y cierta displicencia, que utilizara la conocida estrategia del novelista de justificar la ambigüedad entre los hechos reales y la imaginación al hablar de la Guerra Civil y Soldados de Salamina; Cercas le respondió con acritud en la revista Quimera con una escolar réplica en torno a la “verdad de las mentiras” y en defensa de la ficción como forma autónoma del conocimiento; Espada lo parodió reproduciendo íntegro su artículo y señalándole tan sólo entre corchetes errores e incongruencias, en una feliz técnica suya de debate; y finalmente, Cercas narró en su columna de El País Semanal un encuentro con Espada en el aeropuerto, varios años después, cuando dice no acordarse del pleito y ante el desconcierto de Espada, saludarlo como los viejos colegas que fueron del extinto Diario de Barcelona –columna que mereció de nuevo los corchetes de Espada. En el prólogo a Anatomía de un instante, Cercas explica cómo el libro estaba pensado originalmente como una novela y que la documentación previa le convenció de que la ficción sería un estorbo ante una historia verdadera tan poderosa. Justamente, la tesis sostenida por Espada en su polémica. En cualquier caso, la revancha intelectual es un plato que se sirve escrito. Como tengo a Espada como una figura imprescindible de la España contemporánea y como un hombre honesto, espero ansioso su reseña de Cercas. Aunque a estas alturas quizá lo único que suceda es que sea yo quien me gane sus temibles corchetes.]~

 

 

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(ciudad de México, 1969) ensayista.


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