Alain Finkielkraut
Y si el amor durara
Traducciรณn de Elena M. Cano e รรฑigo Sรกnchez-Paรฑos
Madrid, Alianza, 2013, pp. 136
Si hay algo sobre lo que todos los hombres y mujeres tienen opiniรณn, ese algo sin duda es el amor. Una opiniรณn firmemente arraigada, presuntamente autorizada, generalmente inamovible (triste cualidad esta de la mayorรญa de las opiniones), ¿una opiniรณn basada en la experiencia? No necesariamente. Una opiniรณn incluso que en muchos casos contradice la propia experiencia. Pero hace tiempo que las opiniones del hombre dejaron de tener relaciรณn con su vida.
En su libro Pensadores temerarios, y a propรณsito de Hannah Arendt y Martin Heidegger, sobre cuyo amor tanto y tan desafortunadamente se ha especulado, llevรกndose la palma sin ninguna duda el delirante y oportunista librito de Elzbieta Ettinger (Hannah Arendt y Martin Heidegger), escribe Mark Lilla que “los filรณsofos son los รบnicos amantes autรฉnticos, ya que solo ellos comprenden lo que el amor busca ciegamente”. No, no bromea, los filรณsofos no tienen demasiado sentido del humor. Evidentemente un disparate que solo se le podรญa ocurrir a un filรณsofo. O a un novelista. Pero lo que sรญ es cierto –no en el caso de Lilla especialmente– es que en ocasiones los filรณsofos, y los novelistas, han hablado del amor mejor que nadie. Para magnificarlo y vituperarlo, yo dirรญa que a partes iguales. La originalidad de Finkielkraut (filรณsofo amante de las novelas) estriba en que analiza el milagro del amor (llamรฉmoslo milagro mejor que fenรณmeno) a travรฉs de la literatura, reconociendo de paso en esta una de sus funciones esenciales: el conocimiento de uno mismo. (No, no me olvido de que la literatura puede tambiรฉn servir de entretenimiento, precisamente lo mismo que el amor, pero este es un asunto que no nos ocupa ahora.)
“Hemos barrido las convenciones y suprimido las constricciones que pesaban sobre el amor”, nos dice Finkielkraut en el prรณlogo de este libro sobre el amor, y seguramente sea verdad por lo que respecta a las convenciones y constricciones sociales y jurรญdicas, que no siempre coinciden (sin olvidarnos de que estamos hablando de Occidente). Pero sospechamos que hay otras constricciones mรกs sutiles, mรกs pertinaces y profundas de las que no nos hemos librado, y de las que tal vez no convenga que nos libremos si queremos conservar algunas de las cualidades del amor. Pero ¿queremos conservarlas? La independencia y la libertad no estriban solo en no reconocer mรกs guรญa que uno mismo, sus deseos y sus caprichos. La independencia y la libertad son un derecho, pero tambiรฉn una conquista. Un derecho que, como la mayorรญa de los derechos, se conquista y se puede perder. La libertad no es una elecciรณn arbitraria, y el amor no se deja deconstruir tan fรกcilmente.
Finkielkraut empieza su anรกlisis del amor con La princesa de Clรจves. No es una elecciรณn casual, naturalmente. Si su tesis es la duraciรณn del amor, es decir, la no duraciรณn del amor (las tesis negativas siempre son mรกs fรกciles de demostrar), nada mejor que empezar con una novela sobre el desengaรฑo. (¿Todas las novelas de amor hablan sobre el desengaรฑo?) Aunque para Finkielkraut el desengaรฑo es un ejercicio de la inteligencia, la consecuencia de la verdad, de la que luego dirรก cosas poco edificantes por cierto. Finkielkraut no es un pesimista, suponiendo que ser pesimista fuera calificar de efรญmero al amor, y no tarda en hablarnos de “amor verdadero”, lo que significa necesariamente que hay otro, espurio, o falso. “El amor verdadero resiste a la sospecha. No es ni un testaferro ni una argucia; no es ni un medio ni una mentira.” Aunque esta afirmaciรณn casa bastante mal con las siguientes frases: “El amor no es el final de un proceso de cristalizaciรณn, es un golpe, es una deflagraciรณn, es un evento puro.” Quizรกs el autor nos quiera decir que es una cosa y la otra a la vez. Y es de agradecer tambiรฉn que contradiga de paso uno de los tรณpicos mรกs recalcitrantes sobre el amor: “el amor no deja ciego, el amor abre los ojos”.
La lecciรณn de La princesa de Clรจves, una de sus mรบltiples lecciones, es que el amor no se encuentra siempre donde deberรญa encontrarse (pero ¿dรณnde deberรญa encontrarse?), y que ni puede imponerse ni puede renunciarse a รฉl. Cuando aparece el amor “una nueva jerarquรญa de valores toma forma”. Pero no se queda ahรญ la cosa, la lecciรณn es mรกs dura, mรกs inapelable y paradรณjica, ¿mรกs absurda tambiรฉn?: para conservar el amor hay que renunciar a amar. Y Finkielkraut le da la razรณn con otras palabras: como el amor es efรญmero, finito, perecedero, la รบnica forma de conservarlo es no darse la oportunidad de perderlo, en dos palabras: renunciar a รฉl. (Lo que me recuerda el lรบcido y trรกgico final de la extraordinaria pelรญcula francesa El marido de la peluquera.)
Siguiente capรญtulo. Cualquier aficionado al cine de Bergman sabe lo que este autor piensa del amor y del matrimonio. No es necesario conocer su azarosa vida. Resumiendo: que es un mal necesario, o inevitable, aunque quizรกs las dos palabras signifiquen lo mismo. Pero antes, claro estรก, de llegar a esa conclusiรณn, hay que haberlo experimentado, haber tenido esperanzas para poderlas perder. Al contrario que La princesa de Clรจves, los personajes de Bergman, y el propio Bergman, no renuncian al amor, solo renuncian a conservarlo. Bergman no cree que la verdad le siente bien al amor: “La verdad es obscena. Y la obscenidad es mortal.” Pero el amor, podrรญamos rebatir, tambiรฉn es obsceno, y tambiรฉn es mortal. Finkielkraut titula este capรญtulo El infierno del resentimiento. No, el amor no lo puede todo, en realidad mรกs bien parece algo muy frรกgil. Y desde luego no puede con el resentimiento, con la vanidad, con el orgullo. “La gracia y el perdรณn son categorรญas preciosas y precarias de la existencia humana.” Tal vez esta sea la causa por la que no sobrevive el amor.
Pero posiblemente la elecciรณn mรกs discutible de Finkielkraut para hablar del amor sea la siguiente: Philip Roth. Las novelas de Roth hablan mucho de sexo, de deseo, de perversiones, de degradaciรณn, moral y fรญsica, de miedo a la muerte, incluso de seducciรณn si me apuran, pero no precisamente del amor, al menos en el sentido clรกsico de esa clรกsica palabra. Y como en el caso de Bergman, tampoco es necesario conocer su complicada vida. Sin embargo, es un capรญtulo muy necesario, porque lo que Roth pone en escena en sus novelas es precisamente la ambigรผedad del discurso amoroso, es decir, la ambigรผedad de llamar discurso amoroso a las palabras y los gestos del amor. La literatura, viene a decirnos, no es un mero juego de lenguaje, en la misma medida en que el amor no es un mero juego del deseo. A los procedimientos narrativos y las figuras del discurso, por no hablar aquรญ de la inefable deconstrucciรณn, Roth opone la experiencia, la condiciรณn humana, el conocimiento, los hechos (tรญtulo por cierto de uno de sus libros de carรกcter autobiogrรกfico). Es mรกs que posible, lo vemos en algunas de estas novelas que analiza Finkielkraut, que cuando en el amor se ve una soluciรณn a la vida, una salida mรกs o menos honrosa a la existencia, su destino sea indefectiblemente la decepciรณn y el desengaรฑo. Es muy posible tambiรฉn que cuando se ama sin motivo ni razรณn, cuando el amor no se desprende de nada concreto y no se reconoce al ser amado ninguna cualidad (“un golpe, una deflagraciรณn, un evento puro”), acabe tambiรฉn en decepciรณn y desengaรฑo. ¿Podrรญamos decir entonces que el amor suele acabar como empieza? ¿suele acabar donde empieza?
Y finalmente Kundera, el autor de Los amores ridรญculos, aunque no es este el libro que analiza Finkielkraut, y otra pregunta mรกs: ¿la madurez del amor se corresponde con la madurez de los amantes? ¿Hay amores maduros y amores inmaduros? Parece sensato pensarlo, lรณgico, razonable, aunque el amor no tenga nada que ver con la lรณgica ni con la razรณn. El lirismo puede que sea privativo de la juventud, quizรกs tambiรฉn de la senectud, pero la pasiรณn no lo es. Y algo mรกs todavรญa: la ruptura, la separaciรณn, la muerte, no siempre terminan con el amor, es mรกs, en muchos casos lo alimentan.
¿La elecciรณn de las novelas? Nada que objetar al respecto. Novelistas eclรฉcticos, cรกusticos, irรณnicos, pesimistas, cรญnicos o descreรญdos, que mรกs da. Todos ellos dicen haber conocido el amor y el desamor. Todos tienen algo que contar, algo tambiรฉn que ocultar seguramente. Aunque muchas veces cuenten lo que tendrรญan que ocultar y oculten lo que tendrรญan que contar. El fracaso del amor no es nunca el fracaso de una idea, es siempre el fracaso de hombres y mujeres concretos (novelistas y filรณsofos incluidos). Hombres y mujeres enamorados, honestos, generosos, compasivos, tiernos, pero tambiรฉn deshonestos, egoรญstas y crueles. ¿Puede enamorarse una persona deshonesta, una persona egoรญsta, una persona cruel? Quizรกs este librito podrรญa haberse titulado tambiรฉn Las pruebas del amor (el tiempo, el resentimiento, la rutina), pues en sus cuatro capรญtulos es de eso de lo que se habla. Pero si el amor no dura no es porque sea de naturaleza efรญmera, sino sencillamente porque no supera las pruebas. Y no me refiero sรณlo a las pruebas de la vida cotidiana, estas suelen ser banales e intrascendentes. Asรญ que, si “la barca del amor se rompe contra la vida cotidiana”, como decรญa Maiakovski y cita Finkielkraut, o la corriente era muy fuerte o la barca era muy endeble. Posiblemente las dos cosas.
Nuestros padres confundรญan el deseo con la voluntad, por eso sus amores eran mรกs duraderos, pero ¿eran mรกs felices? Nosotros, mรกs pragmรกticos, menos idealistas, mรกs realistas, sabemos que la voluntad y el deseo son dos cosas distintas, por eso nuestros amores no duran, pero ¿somos mรกs felices? ~
(Madrid, 1950) es crรญtico literario y traductor. En 2006 publicรณ el libro de relatos Esto no puede acabar asรญ (Huerga y Fierro).