Por fin he terminado de leer el diario de Alice James. Lo he ido cogiendo poco a poco a lo largo de estos Ășltimos dos años. Es un libro bonito pero tremendamente triste, y uno no siempre se encuentra con fuerzas. Desde joven, Alice sufriĂł problemas fĂsicos y psicolĂłgicos que le obligaron a permanecer buena parte del tiempo postrada. El diario cubre los tres Ășltimos años de su vida, de mayo de 1889 a marzo de 1892. Cuando en los Ășltimos momentos ya no tiene fuerza para escribir le dicta a Katharine Loring, su enfermera, que fue quien preparĂł la ediciĂłn e imprimiĂł las primeras versiones del libro en 1894.
Contiene fragmentos de crĂłnica social, informaciĂłn sobre los quehaceres de la familia James, comentarios sobre lecturas y, claro estĂĄ, reflexiones sobre su condiciĂłn: âUn dĂa cuando el chal se me estaba cayendo por el lado izquierdo, los almohadones por el derecho y el edredĂłn por las rodillas [âŠ], Kath exclamĂł: âEs una verdadera pena que no puedas decir puñetasâ. De todo corazĂłn coincidĂ con ella. ÂĄEs una inmensa pĂ©rdida que te hayan refinado todas las interjecciones robustas y consoladoras!â
El texto deja poco espacio para la autocompasiĂłn. Hay rabia y humor, hay especulaciĂłn e incluso preocupaciĂłn por las circunstancias de su alrededor. Pero apenas lĂĄstima por sĂ misma. Un mes antes de su muerte escribe: âEsta agonĂa lenta es sin duda instructiva, pero decepcionantemente carente de emociones; es la ânaturalidadâ llevada a su suprema expresiĂłn. [âŠ]. La vanidad, no obstante, mantiene su indisputado dominio, y me produce satisfacciĂłn sentirme tan yo como siempre, quizĂĄ solamente una esencia mĂĄs concentrada debido al menoscaboâ. En pĂĄrrafos como este es donde creo encontrar la clave del texto: el mantenimiento de esta individualidad, de esta personalidad tan inmensa y caracterĂstica, como barrera Ășltima frente a la muerte.
A falta de una experiencia completa del mundo, Alice James intenta absorberlo para crear la suya propia. Frente a usos habituales del diario como registrar el dĂa, confesarse o tratar de aclarar las ideas, el suyo es una manera de dejar constancia de su presencia en medio del ajetreo, un intento de atrapar el exterior filtrĂĄndolo a travĂ©s de su percepciĂłn de las cosas: âComo los sabios nos dicen que ya estĂĄ todo dicho, quĂ© curioso serĂa saber lo que va a ocurrir tras la actual fase de preocupaciĂłn en torno a la manera de reformularloâ. De sus pĂĄginas no se desprende la imagen de un individuo aislado de los otros, la imagen de la soledad matizada por las visitas y conversaciones, sino una participaciĂłn entusiasta en las pequeñas cosas a travĂ©s de la escritura.
Con su facilidad para la redacciĂłn y su sentido del humor, es inevitable imaginarse a Alice James como una escritora de libros memorables. Uno puede mirar con distancia y ver este diario como un ejercicio literario. Ella misma se esfuerza en preparar un texto perfecto, y hace correcciones hasta el Ășltimo momento: âme llena de un constante sentido de vergĂŒenza y debilidad el volver la espalda y no adaptar los accidentes de nacimiento a mis propios fines, y extraer de toda esta esterilidad el grado de desarrollo mĂĄs pleno y rico posibleâ. Incluso puede caerse en la tentaciĂłn de intentar buscar consuelo y belleza en sus palabras. Aunque todo esto no lo vuelve sino un libro mĂĄs triste aĂșn.
Reconozco que acudo con cierta frecuencia a estos documentos Ășltimos que dejan los autores. Y la sensaciĂłn siempre es la misma. En Ășltima instancia, es devastador comprobar la necesidad de dejar constancia de la propia existencia. Me acuerdo de El refugio de la memoria, el libro Ășltimo de Tony Judt, que abre precisamente con esta idea: âNo hay gracia redentora si estĂĄs encerrado en un traje de hierro, frĂo e implacable. Los placeres de la agilidad mental se han sobrevalorado [âŠ], lo mismo puede decirse de los ĂĄnimos bienintencionados para que encontremos compensaciones no fĂsicas a la insuficiencia fĂsicaâ. Convertir estos textos en una suerte de manuales de consulta, acudir a ellos con curiosidad, se sitĂșa, creo, en el lĂmite de lo que la lectura puede ofrecernos. En Mortalidad, Christopher Hitchens es tajante con la cuestiĂłn del consuelo: âWhathever view one takes of the outcome being affected by morale, it seems certain that the realm of illusion must be escaped before anything elseâ.
Y sin embargo, me parece lĂłgico intentar nutrir nuestra experiencia del sufrimiento y la cercanĂa de la muerte. E incluso que âesteticemosâ esta experiencia. Es quizĂĄ el tĂłpico de belleza de la finitud, pero alejado de la inmensidad y lo sublime. Contemplado quizĂĄ de manera mĂĄs acertada desde la absoluta intimidad, desde el rincĂłn en el que leemos a altas horas de la noche. En el Ășltimo poema de su Ășltimo poemario, John Ashbery escribe: âNo se te puede haber pasado, / las consecuencias musicales, una especie de entrega. / Ahora seguiremos viajandoâ. No puedo leer esto sin que se me escape media sonrisa.
En el libro Ășltimo (Ășnico, en realidad) de Alice James hay toda esta angustia, pero tambiĂ©n toda esta complicidad. Lo que hace que su lectura sea dolorosa y tierna. Las circunstancias de redacciĂłn son tan extremas que, como ella misma indica, todo se naturaliza, y uno acaba paseando a su lado como se harĂa con un viejo y sabio conocido: âDebido a circunstancias musculares, mi juventud no fue lo que se dice ardiente, pero tuve que emplearme a fondo entre los 12 y los 14 años, âmatarmeâ, como alguien lo llama, absorbiendo hasta la mĂ©dula que lo mejor es vestirse con tonos neutros, caminar junto a aguas serenas y poseer tu propia alma en silencioâ.
Manuel Pacheco (Villanueva de los infantes, Ciudad Real, 1990) es mĂșsico y filĂłlogo. Es autor de 'Las mejores condiciones' (Caballo de Troya, 2022).