โHay que convertir al dolor en aventuraโ, dijo el escritor y periodista argentino Fabiรกn Casas durante una ponencia sobre la literatura como resistencia. Las palabras son asรญ: hilos que se conectan para que una pueda sobrevivir.
La voz de Casas se tiende como un puente colgante que me permita llegar al otro lado de A veces despierto temblando, primera novela de Ximena Santaolalla (Hidalgo, 1983), ganadora del Premio Mauricio Achar Literatura Random House 2021.
Un puente, aunque turbulento, donde voy encontrando las piezas de este libro-rompecabezas hecho de todas las tonalidades de la oscuridad humana. Las conocidas y las insospechadas. Un puente para transitar el dolor.
La novela de Santaolalla entrelaza los relatos en primera persona de militares responsables de asesinatos, violaciones y violencias sistematizadas en Guatemala durante 1982 y 1983 con los de vรญctimas, sobrevivientes y familiares de este genocidio. El resultado es un tejido que permite descubrir, desde las distintas voces e historias en el tiempo, todos los matices de la violencia en una sociedad.
A veces despierto temblando, pรกgina 174: โBienvenida al paรญs donde el Estado logrรณ matar a cien mil personas en tiempo rรฉcord, ยกmenos de dos aรฑos!, amontonando mรกs muertos que en las dictaduras de Dominicana, Chile y Argentina juntas, bienvenida a donde violamos a cuarenta y cinco mil personas en aรฑo y medio, donde robamos bebรฉs, niรฑos y niรฑas, ยกbienvenida al paรญs del genocidio maya!โ.
Es Aura, una de las protagonistas de la novela, que habla con Aura (ella misma) para extirparse de los ventrรญculos una explicaciรณn sobre su propia existencia. Una voz que recorre el libro cuando Aura niรฑa, cuando adulta, cuando Aura violada, cuando sobreviviendo, cuando Aura cayendo a precipicios, cuando Aura, tambiรฉn, un dรญa, es posibilidad.
Lo que piensa Aura en la pรกgina 174 es una sรญntesis tambiรฉn. Un pรกrrafo nuez que empuja a entender la anรฉcdota del libro, que sirva para detener el vรฉrtigo de oler el amasijo de violencias que ejercen, viven, son, replican, justifican, aplican, someten cada uno de los personajes. Un pรกrrafo con datos para establecer el contexto.
Mucho mรกs adelante la propia Santaolalla se pone en voz para decirse, decirnos: โDurante la dictadura del genocida Efraรญn Rรญos Montt (23 de marzo de 1982-8 de agosto de 1983) fueron asesinadas / desaparecidas alrededor 100 000 personas […]. De ese nรบmero, alrededor de 2 000 eran maya ixil y representaban 33% de esa etnia, lo que significa que el Estado exterminรณ a 33% de la poblaciรณn maya ixil (y a 1.5% de la poblaciรณn total de Guatemala, en menos de aรฑo y medio)โ.
Y sigue: โHablar mรกs de Guatemala, eso quiero. Hablar tanto como de otras dictaduras y genocidios; hablemos de ese paรญs que comparte 871 kilรณmetros de frontera con Mรฉxico, frontera ilusoria que entrelaza cientos de miles de amores, amistades y crueldadesโ.
En A veces despierto temblando el contexto importa. No se trata, como en otros casos literarios, de un ambiente que ayude a ubicar a los personajes en un determinado tiempo o espacio. Tampoco es un personaje que acompaรฑa, con descripciones del lugar y el momento, a los distintos relatos de esta novela. El contexto aquรญ lo es todo. Porque el territorio, las fechas, las miles de personas abiertas por la violencia, las torturas, el encierro, el olor a mierda, la piel quemada, los tablazos existen. Los personajes, existen. Sus nombres, sus vidas, sus oscuridades, sus asesinatos, son. Guatemala, 1982.
Son Aura, Ocelote, Dedos, Estrella, Chinchilla, Gavilรกn, Lucรญa, Pablo, Victoria. Muchos mรกs. La lista de personajes la exhibe Santaolalla al final del libro. Pero no se trata de listas, sino de todo lo que le pasa a esas vidas por muchos aรฑos. De 1976 al 2012, por ejemplo. Cada quien su vida pero todas intrincadas en el mismo hoyo negro.
Andado el primer tercio de la novela, hay mรกs confusiรณn que certezas. Todo pasรณ al mismo tiempo: la historia, las historias, el ambiente, las emociones y la razรณn atenta para resolverlas, los personajes y sus vรญnculos y sobre todo, sus voces. Ocurren sus voces. Porque esta es una novela donde escuchamos a casi treinta personajes. Cada uno a su manera, igualito que en la vida, habla como le da la gana, como Dios le da a entender, como su tierra le ha enseรฑado, como su saliva le va alcanzando. Pero no nos confundamos, no es, simplemente, una novela coral, es un estruendo sonoro imposible de no escuchar. La oralidad hecha pรกginas con tal ahรญnco que los ojos se hacen oรญdo mientras leen. No hay coro, hay caos.
Este caos remite a otros hallados en la literatura de los รบltimos aรฑos en Mรฉxico. Libros, como el de Santaolalla, donde la violencia es espiral, donde las personas que la habitan resisten, sobreviven, continรบan su caminata por lo que algunos llamamos vidas. De entrada, Temporada de huracanes (2017), de Fernanda Melchor, una novela que pronto serรก serie audiovisual dirigida por Elisa Miller y donde La Matosa, un lugar miserable inventado por Melchor, es el espacio donde el machismo es daga y calor y furia y puro dolor sin resolver. O Furia, primera novela de la escritora oaxaqueรฑa Clyo Mendoza, una turbulencia literaria donde dos soldados han matado tanto que ya ni recuerdan cuรกnto, asรญ que prefieren evocar pedazos erรณticos y fragmentos de amor que han quedado en sus vidas. La violencia es una espiral de la que no logramos salir.
โLa literatura es una forma de digerir el mundoโ, ahora son las palabras de la escritora chilena Sara Bertrand las que me ayudan a seguir sobre el puente de Santaolalla.
Conforme paso las hojas, cada vez mรกs rรกpido, cada vez mรกs sumergida, cada vez mรกs curtida en eso que duele, pienso en Santaolalla. Quisiera preguntarle, ยฟcuรกnto tiempo investigaste?, ยฟcuรกntos documentos leรญste?, ยฟcรณmo transformaste tantas miles de voces en este puente? Quiero llegar al final. Entender. Digerir el mundo, ese mundo, รฉste tambiรฉn.
A veces despierto temblando no es una novela fรกcil. Por ningรบn flanco. Es una novela indispensable por todos los flancos. Es un amasijo de dolores provocados por la violencia que estรก integrado de manera impecable. Porque hace mucho que debiรฉramos entender que la violencia no se trata de vรญctimas y victimarios, no es un sistema binario: buenos-malos, norte-sur, nosotros-ellos. Es la consecuencia de heridas que se mantienen abiertas hace cientos de aรฑos. Violencia genera violencia. Al infinito.
Lo dice Lucรญa, otra de las protagonistas del libro: โUn dolor que no tiene soluciรณn se llama traumaโ. Tambiรฉn Estrella, una mujer militar de infancia perdida: โVivo entre mutilados. Envuelta en manojos de orejas, piernas y brazos a medio enterrar. Estamos todos atrapados, ยฟno te das cuenta? Nuestras vidas son un laberinto de ratas intentando salir, pero repetimos el mismo camino caduco. Y sรญ, te imaginas bien, perdรญ la esperanzaโ.
Y luego el Dedos, tambiรฉn militar, pero torturador, enamorado, futuro padre: โยฟCuรกl es la cura para el odio?โ. El Ocelote, una noche: โNos entrenaban, como dicen ellos, a ser armas de matar. Usar el cuchillo, el palo, las cachas. Nos entrenaban a beber del dolor ajenoโ.
Es asรญ: las cloacas del universo habitan en el alma. Aunque tambiรฉn las posibilidades. Somos una especie hilvanada con la misma dosis de dolor, heridas nunca sanadas y remedios. Con Santaolalla, lo que pasa es que no hay metรกfora, es todo existencia. Porque ella escribe su novela despuรฉs de investigar, meterse en los documentos, los testimonios, acudir a las vidas de vรญctimas y sobrevivientes. Su literatura no es metรกfora porque todo cuanto dice su libro sucediรณ. Y el dolor se toca, y arde, y enoja, y cansa, y enoja de nuevo, y se entiende. Allรญ, entonces, el dolor que genera A veces despierto temblando te ha llevado a cruzar el puente donde sรญ, aunque parezca imposible, comienza una nueva posibilidad de ser y estar.
es periodista.