Pombo: reflejo de una época

Ramón y Pombo. Libros y tertulia (1915-1957)

Eduardo Alaminos López

Renacimiento

Sevilla, 2020, 352

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En 1915, Ramón Gómez de la Serna es un escritor joven, reconocido entre coetáneos, que funda una tertulia literaria en el café Pombo, la cual se mantendrá hasta 1936 –hubo un intento de retomar la actividad en los años de la dictadura, pero sin demasiado éxito–. La tertulia de Pombo es un lugar por el que pasan pintores, poetas, periodistas…, y cuyo retrato más conocido quizá sea la obra de Gutiérrez Solana, que tan bien capta la atmósfera del sitio. Tres años después de fundar la tertulia, en 1918, Gómez de la Serna escribe Pombo, libro donde recopila perfiles que participaron en aquellas noches literarias y donde describe memorias vividas en la botillería. 

Gómez de la Serna fue uno de esos escritores populares que no se limitan a publicar obra, también participa de lo que se suele llamar vida literaria. De la vida literaria del escritor y de la vida literaria de la tertulia Pombo se ocupa Eduardo Alaminos López en Ramón y Pombo, publicado en Renacimiento –sello que tanto divulga la producción editorial y literaria de aquellas décadas–.

El ensayo traza un exhaustivo recorrido por las costumbres y anécdotas de la tertulia, por los protagonistas que en ella participaron, por lo que otros escritores comentaron de lo que allí vieron y vivieron. Una idea principal de este libro es que Pombo no fue solo una tertulia literaria, de tantas que se han conocido, sino que constituye un eje clave para conocer la literatura, y la cultura, del primer tercio del siglo XX, para profundizar en una época acaso eclipsada por la popularidad de la generación que precede, el 98, y por la fama de la generación que sucede, el 27. A los estudios de Juan Manuel Bonet o de Andrés Trapiello, se suma este de Eduardo Alaminos, que da buena cuenta de lo que escribió Pedro Salinas en su ensayo Escorzo de Ramón: “Ramón ha sido fiel a su programa de hombre divertidor (sic) y divertido; si se leen las páginas de su libro Pombo, donde ha trazado su biografía, nos encontraremos con toda una serie de pintorescas fases de diversión.”

Divertimiento, ingenio, memorialismo, la vida siempre vista desde el enfoque literario, ruptura, vanguardia e imaginación. Son ideas y palabras que describen, a modo de retrato general, lo que fue la tertulia de Pombo, lo que fue la obra y vida de Gómez de la Serna. En Ramón y Pombo iremos descubriendo ambas biografías, indisociables. Iremos descubriendo cómo era la apariencia del café –la iluminación, los espejos–; un café cuya impronta, escribe Gómez de la Serna, es “verdaderamente libre, igualitaria y limpia de dogmatismo y oligarquía e institución más independiente”. Ese carácter liberal resume bien el propósito de la tertulia, y la noción que el escritor madrileño tuvo de la literatura. La tertulia de Pombo huía del academicismo, de lo preestablecido, de los corsés y prejuicios culturales, y proponía una conversación abierta, en cierto modo anárquica, plural, renovadora y rupturista. Tanto en su fondo como en su desarrollo. 

Resulta curioso leer cómo se sucedían las horas de la tertulia pombiana, la cual, nos cuenta Alaminos López, empezaba a las diez de la noche y se demoraba hasta la madrugada, entre conversaciones y juegos. Leemos que la hora culmen era la medianoche, momento en el que empezaban las “bagatelas”, divertidos disparates y bromas que consistían en inventivas de toda índole. Como ejemplo, el autor del ensayo nos cuenta “la probatura de las gafas de uno de los tertulianos por el resto para dilucidar qué tipo de cara le sale a cada uno; la transformación de un terrón de azúcar que hizo Rafael Bergamín convirtiéndole en un objeto… como de hueso o marfil”. Es en estos juegos donde se intuye al Gómez de la Serna de la teatralidad, de la literatura concebida como un espectáculo, como un truco de ilusionista. Un estilo que el escritor defendió, que hizo tan suyo, y que se podría corresponder con el gusto y los intereses de una época –aquellos años veinte–. En este sentido, Felipe Benítez Reyes supo definir ese carácter ramoniano, que creó escuela y seguidores: “Cuando abrimos un libro de Gómez de la Serna parece que abrimos la puerta, rotulada con luminotecnia, de un cabaret de variedades. Por cada página de Ramón corretea el fantasma de un arlequín piruetero gastando bromas”.

Un capítulo de interés en Ramón y Pombo es el que se detalla la visión de otros intelectuales acerca de la tertulia. Edgar Neville escribe que “no tiene esta tertulia literaria, como otras, la nota de que hay que estar en adoración ante el maestro. En ella todo el mundo habla; todos exponen sus opiniones y discuten; Ramón vigila un poco a los tertulianos y está al quite de la palabra que pueda molestar a alguno de los concurrentes. Generalmente dirige él la conversación y discute con todos”. El escritor catalán Josep María de Sagarra también anduvo por la tertulia. Eduardo Alaminos señala que primero la denostó y luego la elogió, al igual que a la figura de Gómez de la Serna, quien pasó de ser “un chico de casa de posibles a quien le había dado por hacer un poco el tonto” a un nombre respetado. Sagarra afirma que “muy pronto cambiaron las cosas. Del grupo de Pombo salieron figuras impresionantes, y Gómez de la Serna fue considerado en seguida no como un escritor, sino como un gran escritor”. Testimonios de María Teresa León, Alberto Hidalgo o Jorge Luis Borges, entre otros, completan la nómina de aquellos que escribieron de Pombo, y de Ramón.

Fue la tertulia del Café Pombo un lugar preferente para asomarse a una época: la cultura de los años veinte, del pasado siglo. Con sus personajes, intereses, gustos. En este ensayo también conocemos el carácter de un escritor, Ramón Gómez de la Serna, que inauguró una concepción de la escritura, en el periodismo, en la novela, en la biografía. Cultivó una nueva expresión literaria, sus greguerías, y renovó otros tantos géneros. Es este un ensayo que delimita a un escritor clave en una de sus obras más interesantes: la tertulia de Pombo.

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Gonzalo Gragera es poeta y colabora en The Objective, Clarín y el Diario de Sevilla.


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