Rusia y sus imperios (1894-1991) de Jean Meyer

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Rusia en el tiempo y en el espacio
Jean Meyer, Rusia y sus imperios, 1894-1991, CIDE/FCE, México, 1997, 525 pp.

Sospecho que este es el mejor libro que he leído sobre una visión general de la historia reciente de Rusia. Es una lectura excelente, que bien se puede llevar a cabo, como yo lo hice, en un viaje de tren entre Escocia y Londres.
     Lo que es particularmente imponente de este trabajo es que está escrito por alguien con un sentido real y abarcador de la naturaleza humana del tema — en todo su horror, mediocridad y maravilla—, variable y en desarrollo: Rusia en el tiempo y en el espacio. Todo se lleva al análisis temporal, su carácter interno y sus vínculos con el pasado y el futuro, particularmente, para mí, en tanto tiene que ver con referencias a personajes literarios. Nos enteramos sobre Bajtin, sobre Chéjov, sobre Likhachev y su Scandinobyzantium; hay exploración y análisis del concepto del carácter "eurasiático" de Rusia, del alma eslava, y de una certeza: "el carácter trágico de la historia rusa y soviética". El tema general del libro queda compendiado en la siguiente declaración: "el costo del episodio final del crecimiento acelerado, una marcha forzada para 'alcanzar y sobrecoger' a Occidente, tuvo su punto culminante entre 1917 y 1953" (p. 21). La carrera para alcanzar y sobrecoger a Occidente refleja la compulsión que propició toda la tragedia de la Rusia moderna. El libro, aun si trata un tema trágico, invita a la reflexión por su liberalidad y su humanidad. ¿Cuántos libros se dan tiempo para decir que cada una de las vidas destruidas, deformadas por las grotescas consecuencias de la victoria de Lenin, fue de hecho, y verdaderamente, una vida destruida? Sentados en nuestros cómodos sillones o en nuestros cómodos asientos de tren podemos abstraernos fácilmente de la realidad cabal. Fue y es real, y contribuye a una lectura incómoda y conmovedora.
     Y al mismo tiempo, ¿qué es lo que, de hecho, sabemos? ¿Podemos estar seguros? Me gustó sobre todo la gama de referencias, el balance entre lo que debe ser, si uno se permite ser víctima de los estereotipos, un acercamiento anglo, e incluso germanocéntrico algo reprimido, y un más emocionante, lo confieso, acercamiento intelectual galocéntrico. La idea me pareció perfecta. Qué reconfortante, por una vez, leer algo con presencia intelectual que también se refiera a lo publicado fuera de Francia. México tiene algo que enseñarnos, como si eso no lo supiéramos ya. Lo que nos enseña es excelente en todos los niveles.
     Así como Edmund Wilson sostenía haber aprendido ruso al leer Doctor Zhivago, cualquiera con un interés serio en la historia de Rusia debería aprender español para leer este libro. Uno puede agregar, como recordatorio, que todo esto es transmitido por medio del lenguaje, y los lenguajes y las comunidades, y las identidades que encarnan, son algo que merece un lugar de importancia en la historiografía de Rusia. –— Traducción de Santiago Bucheli

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