Tigre de papel, de Olivier Rolin

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Un tipo que fue activista de una célula pro-China en los años setenta, después de Mayo del 68. Una posadolescente que quiere saber qué sucedió con su padre, Trece, activista en un célula pro-China en los años setenta, después de Mayo del 68. El tipo, Martin, fue el mejor amigo de su padre. La chica va a preguntarle a Martin para averiguar cosas de su padre: cómo era, cómo hablaba, qué pensaba, cómo se movía, cómo sentía Trece. Martin habla. No para de hablar. Cuenta cosas del padre de la chica, cosas suyas, asuntos de la célula, su visión del mundo, sus hazañas, sus fracasos, sus amores, sus catástrofes, sus alegrías, su teoría política, su práctica política. Martin y la chica van en coche, por un cinturón de circunvalación de París. París ha cambiado, ya no es la ciudad de los años setenta: han desaparecido los pueblos, absorbidos por la capital; han desaparecido los suburbios, reconvertidos en barrios populares; han desaparecido los caminos y aparecido los neones y las indicaciones de tráfico.
     Conocemos a más de un Martin, son los protagonistas de La revolución y nosotros, que la quisimos tanto (Anagrama), el ensayo reportaje de Daniel Cohn-Bendit.
     Olivier Rolin (1947) ha dicho: “y nos formamos una idea utópica de China e inventamos un país donde reinaba una absoluta igualdad; una especie de anarquía pacífica que no tenía nada que ver con la realidad” [en Estrella Digital: http://www.estrelladigital.es/articulo.asp?sec=cul&name=rolin&fech=21/02/2005 <http://www.estrelladigital.es/articulo.asp?sec=cul&amp;name=rolin&amp;fech=21/02/2005> ]. Olivier Rolin nos dice una y otra vez en Tigre de papel que ellos tenían razón y que el mundo entero estaba equivocado. Sobre todo los gobernantes franceses y los gobernantes de las democracias occidentales. Que quizá ellos, los maoístas, cometieron alguna equivocación, pero que su ideal era maravilloso, perfecto, sensacional. No importan los secuestros, los atentados, el ideal era valioso. El ideal. El ideal es la clave de Tigre de papel. Si ese ideal te parece patético, la novela te parecerá patética. Si simpatizas con ese ideal, la novela te entusiasmará. A mí, ese ideal me parece patético. Así, me parece patético que defendieran la anulación del individuo, y la llevaran a cabo: Martin llega a decir que a veces su vida se confunde con la de Trece. Alienación en estado puro. Me parece patético su sistema sectario de conocimiento. Me parece patética su renuncia a la cultura. Me parecen patéticas sus “actividades” terroristas. Me parecen patéticas sus opiniones sexuales: sin desperdicio las dichas sobre la homosexualidad y las casi dichas sobre la mujer y las machaconamente repetidas sobre las relaciones heterosexuales. Me parece patética su organización, y su sentido del deber y su sentido del orden. Me parece patético el secreto y, sobre todo, la supuesta revelación. Me parecen patéticas la obediencia ciega y la consigna. Me estremece ese vida subordinada a esa ideología miserable.
     Tigre de papel me parece un Cuéntame maoísta. La historia maravillosa de los Alcántara del maoísmo. La historia de los Alcántara del maoísmo, escrita por alguien que ha leído el Ulises de James Joyce y quiere que su novela también sea el viaje por una ciudad. Aunque ese viaje, casi espacial, tampoco es la bomba: la retahíla de neones e indicaciones recuerda, en peor, a las retahílas sangrantes y comerciales de Bret Easton Ellis en American Psycho (Ediciones B). Olivier Rolin no ha escrito un catecismo maoísta, pero se le acerca en forma en muchas ocasiones. Eso sí, con prosa aparentemente alegre y colorista. Él realiza la pregunta y Martin la responde. No hay fisuras. Todo cuadra.
     Y desgraciadamente, la hija de Trece no es Zazie, que quiere entrar en el metro el día que no hay metro. La hija de Trece es un títere sin voz, la encarnación de una generación que ha perdido los “ideales”, que ha sido absorbida por el Mal. Bendito mal, la aburrida democracia francesa. ¡Ah! La sociología, ese cenagal en el que le gusta nadar a Olivier Rolin y sacar el pez más grande.
     Tigre de papel es una novela para nostálgicos del maoísmo, como las de Fernando Vizcaíno Casas eran novelas para nostálgicos del franquismo. La nostalgia ha dado grandes novelas, sin duda, pero esta de Olivier Rolin no es una de ellas. Quizá sirva más como documento histórico, constatación de que la sarna, si es con gusto, sigue sin picar. –

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(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.


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