Últimas noticias de nuestro mundo, de Alejandro Gándara

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DEL PELIGRO DE LAS FRONTERASAlejandro Gándara, Últimas noticias de nuestro mundo, Barcelona, Anagrama, 2001, 369 pp."Las crisis de los hombres duran más que el mundo que las causa", afirma el narrador de Últimas noticias de nuestro mundo, en clara transcripción del pensamiento de Walter Bauss, un ex agente de la Stasi, la temida policía política de la antigua Alemania Oriental, al comprobar en las calles del Berlín reunificado que todavía puede distinguir perfectamente un rostro oriental de uno occidental, a pesar de los diez años transcurridos desde la caída del muro y de las transformaciones urbanísticas y político-administrativas operadas en la ciudad, porque en los rostros de las gentes permanecen las antiguas marcas.
     Ultimas noticias de nuestro mundo, que ha obtenido el XIX Premio Herralde, arranca con la repentina y sospechosa muerte de Karl Friedenthal, alias el Pescador, el agente enviado por Moscú para realizar los contactos y los preparativos de una próxima asamblea que celebrarán un grupo de antiguos espías de la República Democrática Alemana que permanecen en activo, tanto en organizaciones privadas internacionales como en los servicios oficiales de terceros países, y cuyo objetivo es trazar las líneas estratégicas indispensables para situar de nuevo a estos miembros de la antigua Stasi en un punto relevante de la escena política. El núcleo duro de ese grupo, instalado en España durante los años del proceso de reunificación de las dos Alemanias, lo integran Anja, Werner Bachman y Walter Bauss, quienes, a partir de la muerte de Friedenthal, emprenden una investigación que esclarezca lo sucedido y que a la vez permita proseguir los planes trazados, dado que sin el Pescador no hay nada, pues él tenía el plan y la lista de contactos en su cabeza, y era la única cabeza con esa información. "Ahora habrá que pedir otro envío a Moscú —afirma Walter—. Y no quedan muchas garantías. Sabemos cuántas veces se ha conseguido desde la reunificación. Una, en octubre del 93. Las demás han fracasado".
     Esa doble tarea hace que el hilo argumental de la novela se bifurque en dos planos: por un lado la investigación que transcurre en Madrid —escenario de la intriga y lugar donde se han instalado Anja y Werner y construido su doble vida— y, del otro, la investigación realizada simultáneamente en Moscú y después en San Petersburgo, Berlín y Jerusalén, ciudades a donde viaja Walter Bauss en busca de unas noticias de "nuestro mundo" que acabarán siendo las últimas para el grupo, y también para él mismo, que sabe que en realidad está viajando al encuentro de su destino, la muerte dibujada no como un peligro, ni como un encadenamiento de certezas, sino "a través del sentimiento de que la vida ya no continúa. No más prolongaciones, no más felicidad, ni más miseria, ni más conocimiento, ni más duda, ni más dioses, ni más ausencias. No más. Y nada".
     Hay en la novela una duplicidad de escenarios y de realidades sociales (y permítanme, antes de proseguir, destacar el soberbio modo en que Gándara presenta la vida de la Rusia ex soviética, ajeno a cualquier maniqueísmo adoctrinador), pero se percibe también, sobre todo, el desgarramiento interior de los personajes, el contraste entre el pasado y el presente. Hay la visión, la dimensión humana —y el drama— de la crisis histórica en la que tiene lugar esta aventura de espías que acaban espiándose a sí mismos y a quienes les rodean. Sabemos qué motivos llevaron a cada uno de ellos a ingresar en la Stasi. A Anja, una venganza personal contra su madre, una escritora disidente de la antigua RDA, porque ésta, sin necesidad, le enseñó el miedo, y eso es imposible de perdonar. A Werner, el más aclimatado al orbe occidental y el que con más pertinacia investiga, y tortura, al sospechoso Bedia, fue el hastío lo que le hizo ingresar en la Stasi: "Hace diez o doce años éramos unos críos de veinte sin nada que hacer —le confiesa a Anja—. La Normanerstraße era una agencia de viajes y si trabajabas en ella los billetes te salían gratis. No significaba nada más". Walter Bauss, experto en conciencias y el cerebro de la desinformación de la Stasi, entró allí porque creía en aquel mundo y su sistema, y sigue creyendo en él, dado que "sus errores no afectan a los principios, además de que quizás no se pueda funcionar sin errores", sostiene. Por eso su caso es de naturaleza trágica —a diferencia del de los otros dos—, por la imposibilidad del autoengaño, de cambiar de conciencia. Y si su mundo se desvanece, y en él "la inteligencia sin acción se convertía en una diversión onanista, tristemente hecha de soledad y de sustitución", y admite la derrota —que viene también narrada en el plano íntimo, a través de la relación entre Walter y Mathilda—, admitirá también la muerte como destino.
     El lector que espíe estas almas sabrá de todo eso. Sabrá de vigilancias interiores, y del sentido de suspensión, y de infecciones e impulsos rectores, y de técnicas de interrogatorio y tortura policial, y de los peligros de echar raíces, y de las consecuencias de la mentira y de la inocencia, y de secretos frente a evidencias, y del gran juego de la falsa identidad, y de las mafias rusas y de los niños huérfanos, y del temor por sí mismo, y del vacío. Sabrá de nuestro mundo. Que no es poco. –

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