Un viaje necesario

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Lydia Davis

El final de la historia

Traducción de Justo Navarro

Barcelona, Alpha Decay, 2014, 240 pp.

Chica conoce chico. Chica y chico pasan la noche juntos. Chica es doce años mayor, pero se hacen novios. Chico abandona a chica, que intenta superar la ruptura y la obsesión escribiendo sobre chico. Este podría ser el resumen de El final de la historia, la primera y hasta el momento única novela de Lydia Davis (Massachusetts, 1947), ganadora del Man Booker International en 2013 y conocida por sus traducciones del francés (Proust, Flaubert, Blanchot…) y por sus relatos breves, recogidos en Cuentos completos (Seix Barral, 2011). Publicada originalmente en 1995, sale ahora en español.

La trama amorosa no se presenta en orden cronológico: la novela comienza con el chico, del que nunca sabemos el nombre, recogiendo las cosas que ha dejado en el garaje de la narradora. “Sé que yo era consciente de la pinta que teníamos mi amiga y yo, en nuestras tumbonas, con los pies en alto, y que, al lado de mi amiga, yo parecería incluso mayor de lo que era, aunque quizá esto a él le gustara.” Recuerda la noche en que se conocen: “Ese me pareció el mejor momento, cuando apenas si había comenzado nada.[…] Rememorar aquella noche era casi mejor que vivirla por primera vez.” La historia de amor empieza tras ese encuentro y después viene todo lo demás: las visitas nocturnas de él y el rugido de su coche blanco, el ladrido del perro en el jardín que las anuncia; la corroboración del nombre y el descubrimiento del apellido impreso cuando le da a leer unos poemas: “fue como aumentar su realidad”. Un poco más adelante, dice: “Sufrí otro choque cuando, después de leer sus poemas, fui a ver a Ellie en la sección de Libros Raros y me dijo que su madre solo era cinco años mayor que yo.” Luego habrá viajes, lecturas de poemas y algunas peleas antes de la separación que pone fin a la historia de amor entre dos escritores: “Él tomaba notas en su cuaderno y yo tomaba notas en mi cuaderno. Algunas de las cosas que escribíamos eran sobre nosotros, por supuesto, y de vez en cuando nos leíamos nuestros apuntes. Con frecuencia escribíamos cosas que no nos atrevíamos a decirnos, pero que nos leíamos en voz alta.” La narradora no admite la ruptura y le llama, le persigue, le acecha, le espía, le invita a fiestas y va a buscarle al trabajo. Un año después de la ruptura, él le envía un poema en francés. Pasará un año hasta que ella intente encontrarlo por última vez y fracase: “Esperé en la calle lo suficiente para aceptar que había llegado, por fin, al final de un viaje necesario.”

El final de la historia reconstruye una relación amorosa compleja, la ruptura y la recuperación posterior. Y es también el relato de cómo se escribe la novela que estamos leyendo, las dudas que acechan a la narradora (“Durante mucho tiempo no supe cómo llamarlo en la novela, ni cómo llamarme a mí misma. […] descubrí que me había metido en la misma trampa mental en la que caigo cuando tropiezo con un problema de traducción difícil: la única solución que encaja de verdad es la propia palabra original”), las distracciones que la apartan de la escritura, lo poco fiable que es su memoria (“muchas veces mis recuerdos son falsos, confusos, incompletos, o se anulan entre sí”) y las decisiones que hacen que la novela sea esa y no otra.

Davis introduce algunas reflexiones o ideas sobre su oficio, la traducción, que compagina con la escritura de la novela: “el cambio fue una alegría, porque en el nuevo trabajo las decisiones más importantes ya las había tomado alguien que no era yo”. Además, le distrae del dolor del abandono y de la obsesión. “Me alegro de haber acabado, porque cuanto más tiempo le dedico a un libro, menos dinero gano”, dice antes de mandarlo junto con la factura al editor. Comprueba que “cuanto más triste me sentía más me concentraba en aquellas palabras extranjeras que, sobre la página, se agrupaban en construcciones extrañas, un problema que resolver, lo bastante difícil como para mantenerme ocupada o, si lo resolvía, fascinarme”.

La vida cotidiana de la narradora aparece de golpe entre la escritura: vive con Vincent, su pareja actual, y el padre de él, y “una sucesión de enfermeras necesarias para cuidarlo en la casa”. Y: “En el cuarto de estar, debajo de donde ahora estoy, la enfermera tose y teclea una melodía al piano.” Esas escenas son tan atrayentes como la historia de amor y algunos episodios casi funcionan como relatos breves (la excursión que hacen a la feria del condado con el padre de Vincent que termina respondiendo con un beso al graznido de un ganso, por ejemplo). Y habla también de la intervención de Vincent en la novela: “le horroriza la idea de que introduzca en la novela algún elemento sentimental o romántico”, dice.

El final de la historia es uno de esos libros que crean el espejismo de que se van construyendo a medida que la lectura avanza. “Sé que me aparto un poco de la verdad, en algunos puntos sin querer, y en otros deliberadamente. Reordeno lo que sucedió para hacerlo menos confuso y más creíble, pero también más digerible, más aceptable.” Lydia Davis relata su obsesión sin marcar las cartas ni engañar al lector y sin miedo a no salir bien parada en el retrato, para construir una novela sobre la obsesión y el poder de la escritura. ~

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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