Vidas de Arreola

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Fernando del Paso

Memoria y olvido. Vida de Juan Josรฉ Arreola (1920-1947)

Mรฉxico, Fondo de Cultura Econรณmica, 2015, 272 pp.

 

Orso Arreola

El รบltimo juglar. Memorias de Juan Josรฉ Arreola

Mรฉxico, Jus, 2015, 488 pp.

Por vรญa de las reediciones, coinciden en librerรญas dos tรญtulos en los que Juan Josรฉ Arreola (1918-2001) recupera la voz impresa y cuenta su vida. Los mรฉtodos son distintos y el resultado varรญa. Parecerรญa a ratos, por el modo en que fueron escritos y los sucesos que relatan (no siempre los mismos), que se trata de las memorias de dos personajes diferentes.

Fernando del Paso, en un caso, logra una transcripciรณn exacta y sensible de la conversaciรณn de Arreola, en un libro que es en sรญ mismo una gran pieza literaria: el habla alegre y frondosa de Arreola, ese monรณlogo barroco que lo caracterizรณ en sus apariciones pรบblicas, y del que difรญcilmente podรญa evadirse (como si actuara a pesar de sรญ mismo, aunque casi siempre llegando a instantes de prosa verbal sorprendentes, como funรกmbulo de la palabra), halla aquรญ a su mejor amanuense.

En el otro caso, en el de Orso Arreola, hijo del escritor, se activa la memoria familiar, se acude a diarios y correspondencia, e incluso a una selecciรณn fotogrรกfica (impresa pobremente, por desgracia), en un armado mรกs ortodoxo y con una expresiรณn acaso mรกs convencional (sin tanto delirio, digamos, con anรฉcdotas referidas de modo llano y en estricto orden cronolรณgico), para construir un retrato discreto, literariamente hablando, pero que por la informaciรณn que aporta amplรญa el entendimiento que podemos tener del personaje.

A mediados de los aรฑos sesenta, en su presentaciรณn en Bellas Artes en el ciclo “Los narradores ante el pรบblico”, Arreola anunciรณ asรญ su work in progress: “He dicho antes que trabajo ahora en un libro que se llamarรก Memoria y olvido en el que tratarรฉ de rescatar lo vivido y lo aprendido para, en cierta forma, formular lo olvidado, lo que queda en la sombra. A sus pruebas de imprenta me remito. Cuando ustedes lo consulten, si es que llega a existir, quiero que ese libro justifique tanto mi vida de escritor como la atenciรณn que esta noche ustedes han dispensado a mis palabras.”

Pasรณ el tiempo, y esa obra en proceso no aparecรญa. Ya Arreola habรญa tenido problemas con la escritura, por lo que gran parte de su Bestiario (1959) no fue escrito, sino dictado al joven Josรฉ Emilio Pacheco, su primer amanuense. Empezรณ a incorporarse a esa rara especie, estudiada por Vila-Matas en Bartleby y compaรฑรญa, de los escritores que dejan de escribir, especie en mi opiniรณn mucho mรกs interesante que la de aquellos que publican con regularidad (burocrรกticamente) casi cualquier cosa.

Tenรญa, Arreola, no obstante, el don de la palabra hablada. Era un gran conversador o, mejor, un lรบcido aunque disperso monologuista. El suyo era un caudaloso rรญo verbal que solo alguien con experiencia podrรญa capturar. Lo intenta Vicente Leรฑero en ¿Te acuerdas de Rulfo, Juan Josรฉ Arreola? (1987), en una conversaciรณn en la que prevalece el interรฉs periodรญstico, el morbo porque fueran revelados aspectos ocultos de su relaciรณn con el amigo, como aquello que ha causado tantas letras: el apoyo supuesto de Arreola en la terminaciรณn de Pedro Pรกramo.

Fernando del Paso llega a Arreola con otro รกnimo. Es un novelista experimentado, tambiรฉn barroco, y crea, en su transcripciรณn del monรณlogo de Arreola, una suerte de doble masculino de la Carlota de Noticias del Imperio, o un hermano no de sangre sino de palabras del Palinuro de su segunda novela. Del Paso entiende a la perfecciรณn la deriva de Arreola, ese andarse por las ramas que con frecuencia llega al tronco (aunque confiese su terror de tocar la raรญz). Dice del Paso: “En Juan Josรฉ, su conversaciรณn, como el rayo de luz que atraviesa un prisma, se dispersa en todos los colores del paraรญso, aunque en ocasiones, por fortuna, lo que nos cuenta, cuando parece haber dado un vuelco irreversible, del rabo pasa al cabo sin que nos enteremos, como la mรกgica superficie de la banda de Moebius.”

La banda de Moebius o la botella de Klein, ese artefacto que bien retrata las imposibilidades contenidas en la obra de Arreola y, tambiรฉn, su realizaciรณn รบltima. La voz de Arreola y la pluma de Fernando del Paso participan de ese milagro que vio nacer Memoria y olvido.

Con Orso Arreola el proceso fue otro. La convivencia con el padre, y muchas veces el haber sido testigo de su paso por la historia, como acompaรฑante del maestro, lo incorpora naturalmente al paisaje. En el prรณlogo no se aclara el mรฉtodo empleado en la confecciรณn de El รบltimo juglar; se reconoce haber puesto “pensamientos y palabras en la boca de mi padre que รฉl jamรกs ha pronunciado, pero que leรญ en su manera de ser y de vivir”. No es pues una “vida contada” (o grabada, como sucede con Del Paso), sino el relato de alguien que, por la cercanรญa con el personaje, tiene los datos a la mano, y sobre todo una gran base documental a su disposiciรณn, y decide tomarle la palabra a Arreola, apropiarse de su “yo”, sin intentar imitarlo en su frondosidad, para convertirse en la memoria paterna.

Con frecuencia se acude a la transcripciรณn de documentos. Estรกn los diarios รญntimos y las cartas, como aquella, muy hermosa, que le escribe Julio Cortรกzar a Juan Josรฉ Arreola luego de su lectura de Varia invenciรณn (1949) y Confabulario (1952). Se amplรญan los lรญmites cronolรณgicos: si el libro de Del Paso se ubica entre 1920 y 1947, cuando Arreola regresa de Parรญs, adonde fue gracias al apoyo generoso del actor Louis Jouvet, el de Orso Arreola se extiende hasta 1968, cuando Arreola, activo participante de la vida universitaria (donde crea Poesรญa en Voz Alta, por ejemplo), observa el derrumbe. En septiembre, Revueltas lo alerta: “Tienes que esconderte, te tienen en la lista, vete si es posible de Mรฉxico, la cosa se le ha puesto difรญcil al gobierno y va a iniciar la represiรณn como รบltima salida.”

No exageraba Revueltas. Simpatizante de la Revoluciรณn cubana, Arreola habรญa sido jurado del premio Casa de las Amรฉricas y viviรณ unos meses en La Habana. Una prueba de que el gobierno de Dรญaz Ordaz lo tenรญa fichado es la apariciรณn de su nombre en el libelo El mรณndrigo, confeccionado en la Secretarรญa de Gobernaciรณn. La represiรณn precipita su exilio a Ciudad Guzmรกn, que los lectores de Arreola preferimos seguir llamando Zapotlรกn el Grande, donde construye una cabaรฑa en las faldas del Cerro de la Barranca del Tecolote.

En fin: Del Paso hace hablar a Arreola y arma con รฉl extraordinarios castillos en el aire; Orso lo obliga a contar su historia, a confesar su entrega a las mujeres, en amores lรญcitos e ilรญcitos, sus encuentros y desencuentros con otros escritores (Usigli, Paz o Fuentes, entre otros), y referir su pasiรณn magisterial, esa entrega a los jรณvenes a los que convirtiรณ, como tutor del Centro Mexicano de Escritores o editor, en medianos o grandes prosistas. En Memoria y olvido hay mรกs verbo y en El รบltimo juglar mรกs carne.

Por las dos sendas, paralelas o complementarias, se llega a Roma; dice Arreola a su hijo: “Yo soy el actor de mรญ mismo, inventรฉ mi propio personaje y me morirรฉ con รฉl, yo soy el otro que nunca ha estado contento consigo mismo, soy el que se quedรณ en el espejo mirรกndose el rostro y ya no pudo salir de รฉl, he sido para bien o para mal mi propio espectรกculo.” ~

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(ciudad de Mรฉxico, 1963) es editor y escritor, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.


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