Para Adele Villela
A 20 años de su partida y 110 de su nacimiento, es buen momento para evocar al llamado “cronista del alma estadounidense”: Saul Bellow. Este hijo adoptivo de Chicago nacido en Canadá es considerado el principal novelista de fines del siglo XX en Estados Unidos. Ahondó en las dinámicas sociales y los dilemas de quienes habitan la superpotencia triunfante convertida en “nueva Roma”, combinando exploraciones de la personalidad humana con toques de humor y disquisiciones filosóficas.
Mucho se ha escrito sobre las razones del poder de su narrativa, destacando la complejidad de sus personajes y el alcance de su original y multiadjetivado lenguaje. Yo quisiera destacar otra peculiaridad que desde el inicio atizó mi interés por sus escritos: el énfasis en desarrollar protagonistas con pretensiones intelectuales, haciendo referencia frecuente a los grandes autores de la tradición occidental.
Al revisar sus obras completas ubiqué múltiples nombres célebres en los ámbitos de la filosofía, historia y literatura. Por mencionar sólo algunos, encontré referencias a los siguientes pensadores: Lucrecio, Platón, Sócrates, Heidegger, Wittgenstein, Lukács, Schopenhauer, Aristóteles, Santayana y Sartre; historiadores: Toynbee, Gibbon y Tucídides, y grandes literatos como Dante, Pound, Yeats, Goethe, Milton, García Lorca, Dostoyevski, Flaubert, Baudelaire y Valéry. No me viene a la mente otro novelista que para el desarrollo de su ficción se haya apoyado tan sistemáticamente en escritores clásicos y sus principales postulados.
Dicho enfoque seguramente tuvo algo que ver con su paso –como estudiante y profesor– por la Universidad de Chicago, que a mediados de siglo era conocida por ser un baluarte del estudio de los grandes libros clásicos. Su estancia coincidió con la ascendencia intelectual del monumental filósofo político Leo Strauss, quien revaloró el estudio de los textos clásicos como componente fundamental de una educación liberal seria.
Me parece que la clave principal para entender la afición de Bellow por citar en sus novelas a grandes pensadores es que reconoció la importancia de las ideas en el curso de los acontecimientos históricos y los destinos individuales. Ello es particularmente explicable tratándose de un judío cuya familia sufrió estragos de la historia, como el antisemitismo ruso, el cual la impulsó a buscar refugio al otro lado del Atlántico, y el Holocausto, que desapareció a millones de su pueblo.
En clara vena straussiana, se percibe en los tramas y diálogos de este nobel la predilección por los griegos clásicos, notablemente Sócrates, Platón y Aristóteles, quienes comparten una postura firme sobre conceptos fundamentales como el bien, la verdad y la belleza. Con base en sus ideas, Bellow frecuentemente contrasta los dilemas y traumas del hombre moderno. En este sentido, sus héroes –casi siempre intelectuales con estudios en Europa, imbuidos en la tradición occidental que interactúan con hombres de negocios y personajes curiosos de toda índole– se cuestionan el materialismo moderno en tanto sienten alienación y vacío espiritual, buscando dar sentido a sus vidas a partir de herencias intelectuales o religiosas.1
La afinidad de Bellow hacia la tradición occidental y sus fundamentos se apuntaló por su cercanía con el profesor de la Universidad de Chicago y pupilo de Leo Strauss, Alan Bloom, quien fue un crítico férreo de la deriva relativista e identitaria de la academia estadounidense, como se muestra en su reconocido libro The closing of the American mind (1987). Bloom fue maestro y consejero de generaciones enteras de personalidades de la política estadounidense e inspiración de muchos ideólogos conservadores que llegarían a tener altas posiciones en gobiernos del Partido Republicano. No es dato menor que Bloom ocupó el lugar central en la última novela de Bellow, Ravelstein, cuyo protagonista “enfrenta los valores absolutos de Platón al relativismo liberal de las sociedades modernas”.2 A su vez, la amistad entre los personajes que representan a Bloom y Bellow se plantea como una respuesta a la corrección política de izquierda.
El viraje político de Bellow fue sorpresivo si se recuerda que comenzó su carrera literaria alineado a vertientes trotskistas, publicando sus primeros textos en la revista izquierdista Partisan Review. Dicho esto, sería un error calificar en sus últimos años a Bellow como neoconservador, pues de acuerdo con sus hijos “fue exclusivamente en los ámbitos de la alta cultura y el arte en que Bellow se unió a la derecha […] Su interés principal era mantener la viabilidad de la civilización y la alta cultura en Estados Unidos”.3
En efecto, este paladín de la tradición liberal estadounidense vio con preocupación la dilución de estándares de excelencia en las humanidades y las derivas autoritarias de la academia. En este sentido, consideró a las revueltas de fines del decenio de 1960 como un periodo de “colapso” y una época de “inmensa tristeza y agitación”.4
Hoy, a 20 años de su partida, sería interesante conocer su opinión sobre el radicalismo woke. Sería también fascinante la lectura de Bellow sobre Donald Trump. No me extrañaría que encontrara vasos comunicantes entre estos dos fenómenos –uno de izquierda y otro de derecha– en la sociedad estadounidense contemporánea.
Tanto la deriva identitaria woke como la ascendencia del movimiento MAGA serían para él manifestaciones de una corrupción de la tradición liberal estadunidense que ya en sus orígenes había atisbado el profesor Bloom. Más aún, me atrevo a postular que Bellow las consideraría muestras de una degradación resultante de la peor herencia del movimiento del 68. Tal vez estaría de acuerdo con el expresidente francés Nicolás Sarkozy quien en 2007 criticó varios legados de dicho movimiento, tales como el cuestionamiento sistemático de toda forma de autoridad, el debilitamiento de la jerarquía de valores y el enaltecimiento de la cultura del individualismo y del dinero que facilitó la especulación financiera y debilitó la moral del capitalismo.5
Algo es cierto: Bellow no estaría contento con el estado actual del país que tanto amó y del cual fue uno de sus principales cronistas. Ante esta situación, una manera de evocarlo es mantenernos cercanos a los libros clásicos. Su vigencia continuada a través de generaciones subraya los mensajes imperecederos que éstos transmiten. Otra excelente manera de recordarlo es leer su propia obra. En esencia, el humanista Bellow siempre buscó responder las preguntas que se planteó en su primer libro, Dangling man: “¿cómo debe vivir un buen ser humano? ¿Cómo debe obrar?” Así, en su ficción indagó las pasiones y racionalizaciones que subyacen a la sociedad moderna. Con ello, también nos ayuda a reflexionar cómo contrarrestar las pulsiones antihumanistas que empujan en su contra. ~
- Gloria L. Cronin, Lee Trepanier, “Introduction: Saul Bellow’s political thought”, A political companion to Saul Bellow, University of Kentucky Press, 2013. ↩︎
- Mauricio Molina, “Ravelstein, de Saul Bellow”, 31 de julio de 2001: https://letraslibres.com/libros/ravelstein-de-saul-bellow/ ↩︎
- Gloria L. Cronin, “Our father’s politics: Gregory, Adam and Daniel Bellow”, en Cronin and Teppanier (eds.), op. cit. ↩︎
- David Herman, “Isaiah Berlin, Lionel Trilling, and Saul Bellow on the unrest of the late 1960s”, Mosaic, June 24, 2020 ↩︎
- Para una traducción completa del discurso de Sarkozy, véase: https://www.criba.edu.ar/geolarg/ZARKO.html ↩︎