Cartas boca abajo. Una correspondencia de verano (y quinta entrega)

Con esta entrega se cierra el cruce de cartas entre Bárbara Mingo y Aloma Rodríguez; aparecen escritores de viajes y de jardines y el deseo de tener un jardín.
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Querida Aloma:

He mirado por dónde habéis entrado en Francia y os imagino como una caravana chiquitita, avanzando hacia el norte por el mapa, como los títulos de crédito de una película. Yo te escribo desde una biblioteca. Dicen eso de que al llegar a un pueblo nuevo tienes que visitar la iglesia y el mercado. A mí me gusta también probar la piscina y la biblioteca, cuando las hay. Casi todos los que están aquí leyendo son hombres, y eso me ha llamado la atención.

Como ya te he contado, este verano he leído mucha literatura de viajes por España, lo que entronca otra vez con Vernon Lee, que se nos quedó en la gasolinera hace varias cartas. El suyo que me apasionó de verdad es Genius Loci, quizá porque están las teorías que desarrolla en los otros libros pero también hay mucha impresión directa, cosas que va encontrando, dónde duerme, porque precisamente es un libro de viajes. Es muy desordenado, son más bien capítulos dedicados a distintos pueblos franceses, suizos, alemanes o italianos por los que ella va en busca del espíritu del lugar. He visto también que hay unos cuentos suyos que publicó Atalanta hace unos 15 años. No los he leído. 

Me doy cuenta de una cosa muy obvia leyendo ahora en plan atracón todos estos libros de viajes. Y es que no acabas aprendiendo sobre el país, sino sobre la personalidad del escritor-viajero. Leo en el plazo de horas a uno y luego a otro escribir sobre la Alhambra, que a su vez visitaron con décadas de diferencia, y es como si les fuese pisando los talones y me dijesen los guías “ah, sí, los recordamos, uno fue muy simpático, luego vino el estirado”, y es como una pesquisa de la película de la pequeña caravana.

¿Tú estás escribiendo sobre el viaje? ¿Cómo los utilizas para tus libros? ¿Cómo escribiste algunos de tus libros?


Abrazos,

B

Querida Bárbara: 

Te escribo con unos días de retraso, perdona, la vida viajera. Llegamos ya a París, una cosa que pasa con las autocaravanas es que cuando las conducen otros no parecen tan grandes. Por supuesto, no me he acercado al volante. Hubo un momento en que pareció que no había otro remedio: Bar se cayó y le dolía tanto el brazo derecho que tenía ganas de vomitar. 

Vuelvo a tu carta, perdona el desvío. Empiezo por el final, tú última pregunta parece el título de Raymond Roussel. En mi caso, la escritura de mis libros viene siempre de un impulso de atrapar, creo. 

Los niños y yo estamos haciendo un cuaderno. Elegí una moleskine celosamente guardada que ha acabado medio deshojada, llena de restos de páginas y dibujos tachados. La mayor escribe cuentos, uno al día, el mediano dibuja y pone multas, la pequeña, que no sabe escribir aún, se inventa un alfabeto como se inventa un idioma o palabras o un cuento. Supongo que lo acabaré usando porque soy de ese tipo de gente que aprovecha o exprime o coge lo que tiene a mano. No sé. 

Me encanta que tu libro favorito de Vernon Lee se llame Genius loci, en uno de los libros que he picoteado estos días, Jardines en tiempos de guerra, de Teodor Cerić, aparece esa expresión, precisamente en la coda de ese libro, finísimo, editado en Elba, sí cuenta cómo se hizo: el editor Marco Martella le fue encargando piezas a Cerić para la revista Jardins y luego los ordenó cronológicamente. Escribe Cerić: “No sé qué es exactamente ese genius loci del que habla. Si se refiere a la musiquita que a veces me parece oír cuando suelto la pala, me siento al pie de un roble y cierro los ojos, esa que en cuanto intento comprender lo que dice –un viejo reflejo de estudiante del que, a mi edad, aun no me he librado del todo– desaparece. Esa música no solo es viento, como usted bien sabe […] Esa música está por todas partes y no se detiene nunca, aunque solo la oigamos a ratos, es decir, en los pocos instantes de gracia que la vida nos depara”. 

Un beso,

A.

Querida Aloma:

Sí, era una pregunta à la Roussel y ahora caigo en que él iba también por ahí en caravana, aunque no se bajaba. Me divierte el plan que tienes de compartir la libreta con los niños, y me recuerda a un juego que hacía con mi padre cuando era pequeña: él me dibujaba seis viñetas en blanco y me escribía una historia en esas seis partes, y yo tenía que dibujarla. Eran cuentos breves, por ejemplo de una reina que tenía un cofre lleno de tesoros que se le transformaban en bichos una vez que no recibía a un mendigo, o uno de unos niños que estaban en el cine y cuando se les rompía la pantalla recogían los pañuelos de todos y los cosían para poder seguir viendo la peli, aunque en una pantalla un poco sucia. Solo una vez le propuse que lo hiciésemos al revés, yo escribía la historia y él la tenía que dibujar, pero yo no era capaz de moderar el tamaño de la letra y casi no le dejaba espacio para los dibujos. Es muy bonito dibujar a medias.

No he leído el libro de Cerić, que suena muy bien, pero sí leí uno también publicado por Elba, El jardín perdido, de John de Précy, que me prestó mi hermana y me encantó. Me gustaría leer este también, pero mejor aún, me gustaría cuidar un jardín, que creo que es una pasión que se va teniendo con los años. Me doy cuenta de que tener un jardín donde te puedas tumbar despreocupadamente sobre la yerba es uno de los mayores privilegios. Así que les doy las gracias a los antepasados que no conocimos y que no nos imaginaron por habernos dejado los jardines.

Creo que nunca he conducido una autocaravana, aunque sí furgonetas grandes en algún rodaje, y estoy haciendo ahora un repaso y diría que tampoco he conducido nunca fuera de España. Ah sí, por Portugal, y quizá también por Italia. Nunca por Gran Bretaña, donde apenas soy capaz de cruzar los pasos de cebra. 

No hace falta conducir para escribir libros de viajes, pero la conducción, los viajes y las escritoras me traen a la cabeza a Annemarie Schwarzenbach, ¿la has leído?, que sí los hacía conduciendo. Minúscula editó hace como quince años Todos los caminos están abiertos, donde cuenta un viaje en 1939 por los Balcanes, Turquía, Irán y Afganistán. Recibí el libro como regalo, en el título había un mensaje, y lo siento muy cercano. En la cubierta sale ella, apoyada en el coche con matrícula suiza, de camino a una cordillera. Lo abro al azar a ver qué mensaje nos da, porque todo fragmento fuera de contexto puede funcionar como oráculo: “quizá fuese ese último momento, irreversible y ya pasado, en que el amable anciano del turbante abrió de pronto la puerta y me dijo: tienes que sujetar con fuerza el volante -en la carretera principal de Kabul los pies se hunden en el lodo- tienes que repostar gasolina, encontrar el camino…”

Adelante con todo. ¡Abrazos!

B

Querida Bárbara: 

Qué chulas las historietas, ¿conservas alguna? La de la pantalla y los niños me ha hecho pensar en una película que vi en el cine del Círculo de Bellas Artes de Madrid que se llama Le lion est mort ce soir. Fui a verla un poco para recuperar vida social después de dos hijos y resulta que estaba embarazada de la tercera. 

Es que tengo miedo a conducir en general, y ese tanque en particular impone mucho más.  Quizá se me pase leyendo a Annemarie, a quien no he leído, pero sí picoteado y leído sobre ella. Ahora ya estamos de vuelta y es curioso lo rápido que se vuelve a los hábitos consolidados, lo rápido que la rutina se impone. 

Se podría hacer una lista de escritores jardineros: Pia Pera, Teodor Cerić, John de Précy, Beckett, de cuyo jardín habla Cerić. Hay miles más, claro. En este viaje me habría gustado estar más en jardines, pero han ganado los parques. Aunque sí paseamos por los jardines de les Tuileries, pero no vi jardineros (Cerić trabajó como jardinero ahí). 

Me da pena que se acabe el verano, me da pena que se acabe este experimento veraniego. Ha sido divertido, ¿no? 

Queda aún un poquillo de verano, quedan las brevas y comernos el queso que trajimos de una quesería que había en el lado francés de los Pirineos, regado con vino del Loira y de Vierzon. Y quedan los libros, los 227 que compré y quizá no lea jamás. Pero a ti te leeré siempre. 

Un beso enorme, 

Querida Aloma:

Me lo he pasado fenomenal. ¡Entonces escribiremos siempre! Lo dijo Cándido: ¡cultivar nuestro jardín!

Besos,

B

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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