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Casi siempre que un escritor se muere, sus libros van dejando de leerse –algunas veces de forma más bien abrupta, otras de manera más gradual– hasta que, temprano o tarde, los alcanza el inclemente olvido. En ocasiones, sin embargo, la obra perdura: conserva su vigencia, tiene cosas para decir a las nuevas generaciones; así surgen los clásicos. Hay, además, un tercer grupo: las excepcionales situaciones en que los textos parecieran tener más sentido después de la muerte de su autor que antes, como si trascendieran las fronteras temporales, como si el autor siguiera escribiendo después de muerto, desde el más allá. Por ejemplo, Carlos Busqued.
Busqued (quien nació en Presidencia Roque Sáenz Peña, provincia de Chaco, Argentina, el 30 de mayo de 1970) llegó a publicar solo dos libros. El primero fue la novela Bajo este sol tremendo, publicada por Anagrama en 2009, después de obtener una mención en el Premio Herralde del año anterior. El segundo fue Magnetizado, una obra de no ficción que el mismo sello editó en 2018. El 29 de marzo de 2021, a sus cincuenta años, Busqued murió de un infarto en Buenos Aires, donde vivía desde hacía tres lustros. Dejó una novela inconclusa.
Su obra tuvo un alto impacto. Bajo este sol tremendo –una novela negra, violenta y brutal– fue un éxito de crítica y lectores. Se tradujo a varios idiomas y en 2017 tuvo una versión cinematográfica, con el título de El otro hermano y dirección de Israel Adrián Caetano. Magnetizado, por su parte, fue el fruto de una larga investigación: Busqued entrevistó durante más de noventa horas a Ricardo Melogno, un asesino serial de taxistas. El resultado es un retrato fascinante que indaga en algunos de los territorios más inquietantes de la condición humana.
Hay disponibles otros textos de Busqued. Por ejemplo, los de su blog Borderline Carlito, donde entre 2004 y 2016 compartió fragmentos de las obras en las que trabajaba, relatos y otros apuntes, y que sigue en línea. En el otoño de 2022, al cumplirse un año de su muerte, la revista literaria Clarice –editada en Córdoba, Argentina, donde Busqued vivió la mitad de su vida– lo homenajeó con una edición monográfica que es un libro póstumo: incluye cuentos publicados por Busqued en revistas, una selección de artículos del blog y algunos ensayos sobre él y su obra. Existe incluso una versión online de su “blog engordado”, una suerte de edición crítica de los textos de Borderline Carlito, con notas al pie, un índice de personas y obras citadas, una playlist con las canciones mencionadas y otras referencias.
Y están sus publicaciones en Twitter. (Sé que cambió de nombre, pero permítanme seguir llamándolo así, al menos por lo que dure este texto.) Ahí, en Twitter, es donde se produce el fenómeno inquietante: Busqued genera la sensación de estar vivo.
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Su nombre de usuario en esa red social es “un mundo de dolor” (@carlosbusqued). Su presentación enumera (todo en minúsculas, tal el estilo con el que escribía en internet): “fantasías para ejecutivos. masaje birmano, chasca, paseo de émulos. asesinato, taxidermia y uso de títeres”. Se unió en agosto de 2010 y tuiteó hasta el 29 de marzo de 2021, es decir, hasta el último día de su vida. En esos casi once años acumuló más de 252 mil publicaciones: en promedio, unas 65 por día. Lo que se dice un usuario activo.
El tono general de sus intervenciones es la incorrección política: sus tuits son irreverentes, mordaces, cínicos, cargados de una insolencia y un descaro que incomodan a no poca gente. Uno de los últimos, publicado a las 9:30 de la mañana de su último día, en respuesta a una noticia que hablaba de una baja en el número de muertos por covid-19 (era plena pandemia), dice:
“ojalá mañana mueran 40 así se recupera ese promedio”
Aunque cuarenta muertes son muy pocas si se considera lo que había escrito media hora antes:
“aguante biden sin saber dónde tiene el culo ojalá apriete mal un botón de los misiles y desencadene una guerra nuclear y que no quede ni el loro”
El día anterior se había expresado contra los artistas que graban videos como parte de campañas para oponerse a acciones de gobiernos o empresas:
“artista, sepa que su cara mirando a la cámara de la compu en una sucesión de otros artistas mirando a cámara genera en el espectador una instantánea simpatía con aquello a lo que mierda sea que se esté oponiendo”
“se hace artista el que no sirve para nada, a partir de ahí su opinión social es despreciable no moralmente sino en el sentido matemático”
Hasta aquí, de todos modos, la descripción no difiere demasiado de la de muchos otros usuarios de esa red social que ahora se hace llamar X (que es como no tener nombre). Lo de Busqued es mucho más especial.
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En los días en que redacto este artículo –es marzo de 2024, han pasado tres años desde la muerte de Carlos Busqued– el algoritmo inserta en mi timeline un retuit de la escritora Claudia Piñeiro (quien tiene más de 123 mil seguidores). Dice:
“en la sesión del senado hoy supongo podremos escuchar piezas finísimas de repulsividad moral y entreguismo”
También veo, sin buscarlo, este tuit republicado por el crítico de cine Diego Lerer (38 mil seguidores):
“dios si existís mandá un asteroide al congreso”
La periodista mexicana –radicada en Argentina– Cecilia González (46 mil seguidores) retuitea este:
“hay que estar mal para aceptar ese pacto”
Y también este:
“¿cómo sabés que un político tiene contacto con el narcotráfico? declara la guerra al narcotráfico”
La cuenta “Derecho a leer” republica otro más:
“van a traer mucha tristeza estas personas y se van a ir impunes”
Todos esos tuits fueron escritos por Carlos Busqued entre 2015 y 2019, y son republicados con tanta frecuencia porque parecen hablar del presente: como si comentaran la realidad argentina de hoy. “Voy a comprar una Biblia para leer las últimas noticias”, canta Charly García; podríamos cambiar esa letra y decir: “Voy a buscar los tuits de Busqued”. El fenómeno, de hecho, dio origen a un meme: un fotograma de la serie Mr. Bean en que –como una versión particular de la famosa frase de Oscar Wilde– “la realidad” se copia de lo que Busqued dejó escrito en Twitter.
Como además quienes los comparten son usuarios con muchos seguidores, la presencia de Busqued en la red social se multiplica y alcanza a personas que no lo leyeron o incluso que no tienen idea de quién fue, y estas personas republican también, o responden, lo cual sigue alimentando el fenómeno.
Se podrá argumentar que se trata de enunciados lo suficientemente generales como para que resulten válidos en muy diversas épocas, contextos y situaciones. Pero lo mismo se podría afirmar de muchísimos textos escritos en esa y otras redes sociales, y sin embargo son los tuits de Busqued los que vuelven una y otra vez. Eso es lo que genera la curiosa e inquietante sensación de que el autor de Magnetizado sigue tuiteando desde el más allá.
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Si en efecto existe un más allá desde donde Busqued pueda enterarse de todo lo que aquí sucede, seguro se debe estar divirtiendo muchísimo. Y es que la manera en que sus tuits siguen vigentes –o más aún: se resignifican y revitalizan, como si ahora fueran aún más certeros que cuando fueron escritos– es fruto de su estilo y también del “personaje Busqued”, una elaboración simbólica de la que él era muy consciente.
“El éxito inesperado que siguió a la publicación de la novela chaqueña [Bajo este sol tremendo] le dio también la posibilidad de afianzar ese personaje que él quería ser”, escribió su amigo el escritor Nelson Specchia en uno de los textos que recuerdan a Busqued en el citado monográfico de la revista Clarice en 2022. “Ahora tenía, de pronto, un escenario de lectores y seguidores en las redes sociales donde ese personaje causaba sensación, era aplaudido, admirado”.
¿Y cómo era ese personaje? “Bastante parecido a él”, admite Sergio Mansur en otro de los textos que lo homenajean en esa edición. Enumera algunas de sus características: “Dueño de una memoria envidiable capaz de citar textualmente largos pasajes de Carver, Capote, Dennis Cooper, Philip K. Dick, Borroughs o Mishima; recolector de diálogos memorables en su mp3; coleccionista de cómics bizarros; amante de los pasajes más truculentos de la Segunda Guerra Mundial y ensamblador de maquetas de aviones; defensor de la pornografía como espacio de inmunidad; adepto a desviaciones y rarezas de la naturaleza […] Un alma atormentada en un personaje oscuro en un ser tierno”.
En cualquier caso, podemos pensar que el escritor Carlos Busqued murió hace tres años pero el personaje Busqued sigue vivo, y va a seguir vivo mientras continúe tuiteando desde el más allá, mientras sigamos sintiendo ese pequeño desconcierto cada vez que en la superficie tan eufóricamente actual de Twitter aparezca un texto suyo de hace cinco, ocho o diez años para describirnos el presente, mientras veamos cómo reaccionan ante esos textos personas que no lo han leído y que dejan respuestas llenas de un estupor casi bíblico, como esta de hace unos pocos días:
“Dios quien era este tipo y por qué todo lo que dijo representa la actualidad.” ~
(Buenos Aires, 1978) es periodista y escritor. En 2018 publicó la novela ‘El lugar de lo vivido’ (Malisia, La Plata) y ‘Contra la arrogancia de los que leen’ (Trama, Madrid), una antología de artículos sobre el libro y la lectura aparecidos originalmente en Letras Libres.