Cuenco

La muerte de los padres —y, asimismo, su recuerdo— es el tópico de este cuenco de Guadalupe Galván.
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1.

No recuerdo a los enterradores de mis padres
no recuerdo su cara
uno está ocupado en otras cosas cuando ellos bajan el féretro
cuando ellos palean la tierra
¿cuántos entierros habrán hecho ese día?
no sé si serían los mismos los que enterraron a mi padre
que los que enterraron a mi madre hace cuatro años
en el mismo cementerio
hay gente que dura muchos años en el mismo empleo
no he vuelto al panteón desde ese día
mis hermanos dicen que hay que darle mantenimiento a las tumbas
recuerdo las flores, los rehiletes girando alocados
la cercanía de las otras cruces
y los montículos de tierra
no recuerdo la edad de los enterradores
ni siquiera recuerdo si eran jóvenes o viejos
creo que eran dos
¿será que a ellos les ha tocado enterrar a sus parientes?
después de su jornada de trabajo van a sus casas a cenar con sus familias
–“¿qué tal tu día?”
igual que ayer pesado como una lápida, polvoso como el cementerio
pesado como el silencio

2.

Mis padres no fueron suficientes veces al mar
escucho que eso dicen mientras entonan otra canción
en la cocina
no hay nadie más en la casa
ni muebles
ni cazuelas
sólo cortinas en las ventanas
llego de visita
con las manos saladas de mar y sol
con el cuello rojo y salado
con la espalda llena de sal
con la boca llena de sal los saludo
con el vestido lleno de sal para que cocinen

3.

El compás alenta sus giros
de sosiego es la luz de la tarde y el regreso
hay que homenajear a lo que calla
en los párpados caen mil pétalos
la pausa sella las ventanas y los labios
el reposo intima
el átomo de las cosas se detiene
se hunde el centro de una roca
la breve muerte espera
ya no se escuchan las olas de la ciudad
los peces se quedan quietos subrayando su silencio
las manos y los brazos se unen para despedirse
“se puede ser noche en mitad del día”
en peces nos convierte el silencio
pastoral sin palabras
no hay nada que el sueño no posea
no hay armas ni combates
lo diurno se oscurece
los trabajos del cuerpo se liberan
los sentidos existen solo en sueños
la memoria se llena de lo imaginario
Orfeo duerme abrazado a su instrumento
Morfeo despierta
los huesos se abandonan
el reloj de la mano da señales de humo
el misterio de las arterias sigue su tráfico
los engranes de los miembros reposan
el pulso baja su cadencia
suena un fuelle de un bandoneón sin música
el cesto del sueño muestra al ocultar su contenido
en invisibles papeles quedan grabadas las imágenes
qué recordamos de esas nubes
qué nos dirán en sueños los mudos peces
invertebrados los cuerpos tienen la forma de la ropa desecha en la silla
un venado detiene su salto y
descansa al borde de la cama
la tierra atrasa sus sismos y volcanes
la lumbre del sueño oscurece el cuarto
de sien a sien se guarda la ceniza
se guarda el río para formar una vasija que se abra al despertar
caemos al sueño como caer en la espuma
en la cueva de la roca nacemos
y el despertar es femenino
como una llave o una bisagra
como un arroyo que se mueve con los pasos en el puente
los husos horarios ya cambiaron
la tarde es casi noche, entramado de agua
despertamos semillas de noche
velo nocturno que nos abre los ojos
al valle lo iluminan las estrellas
hay que aprender a descifrarlas
los pájaros están en algún lugar esparciendo su lenguaje
hay que aprender a descifrarlo
todo es lo mismo
nada es lo mismo
hay que separar los brazos y las manos
seguir como venados el camino
los instrumentos suenan
las palabras suenan a vapor
las estrellas son lumbre
hierbas oscuras aroman nuestra mesa
la sombra nos abarca los sentidos
la luna nos ampara
convertimos lo diurno en nocturno
despertamos en sueños
y en sueños estamos despiertos
la luna en todas sus formas nos ampara
otra vez bebemos silencio de la vasija
recordamos lo que dijeron los peces y callamos
de noche está hecho el silencio
de noche las palabras
después de la siesta el tigre acecha
las luciérnagas descifran el árbol
las ramas son alfabeto bajo la luna
convertimos lo nocturno en diurno
no hay nada que de noche no escuchemos
la madrugada es elocuente

4.

Quise ser mi madre
me vestí con un traje de baño
como si mi madre hubiera andado caminando en la arena
me vi al espejo y me arreglé el cabello
como ella se lo hubiera arreglado
pero mi madre pocas veces fue al mar y yo nunca la vi caminando en la playa
me detuve muchas horas inventándola
y el sol me dejó llagado el cuerpo
ahora soy mi madre carbonizada

5.

Veo caminar a mis padres en la playa
caminan sus pies desnudos cerca de los peces
que el mar arrojó a la arena
muertos de plata
brillan en el sol
se vuelven fluorescentes con la luna
mis padres caminan
muy adentro del mar sin hundirse
los miro con un poco de temor de que se ahoguen
y se me clava una planta erizada en el talón
regresan empapados y sonrientes
descansan en la arena
junto a los peces que arrojó el mar
se sacuden sus escamas toda la tarde

6.

Un higo cristalizado refleja escenas y tiempos
en sus aristas viene la infancia
es un barco negro y brillante
la mesa se desborda por las olas que el higo hace en la memoria
el sol hunde el patio
el tiempo de los sueños nos abarca
el patio es una compañía
la muerte es una hoja de cera cayendo entre las ramas

7.

¿A donde va la arena escrita
que cae de las manos escritas?
¿qué jarrón dibujado llena?
¿qué mujer carga ese jarrón en su hombro
y va regando minutos escritos a su paso?
¿qué miradas de hombres escritos
la siguen cuando camina?
la página descarapelada se borda de sombras
la arena escrita da vueltas en un remolino
el tiempo real se desvanece
vivimos las horas escritas que el viento
va esparciendo en los días
la mujer no detiene su paso
el vestido se mece con el remolino del viento
su sombra se extiende en las paredes
y se convierte en hoja seca
las manos escritas siguen formando un hueco
desbordado de arena escrita

8.

Los árboles de mi dehesa alinean su sombra
mis cabras desperdigadas se esconden
me tumbo y el filtro de luz de las ramas revela la calma
la tarde se alarga
y mi pulso, por fin, baja su ritmo
invento ramas, luz, árboles con sombra alineada,
invento cabras regadas por todos lados
saltando a los árboles y a los riachuelos
invento entonces una dehesa donde tirarme a bajar el ritmo
veo las cabras esconderse
modulo mi pulso y alargo la tarde
hasta que la luna cubra de ceniza el campo

9.

En el café sestea una mujer
trae una pluma entre los dedos
como un cigarrillo encendido
se quedó dormida a mitad de la escritura
o a lo mejor está soñando que escribe
o está escribiendo sus sueños
tiene el gesto de quien se quedó dormida oyendo una melodía
que sólo se encuentra en las letanías
no pude ver lo que escribió en las hojas blancas
en su taza de café nadan peces y caballitos
ganadería callada que nunca haría ruido para despertarla
la mujer sestea como tigre y ave
la pluma en los dedos es rayo y lumbre que la protege del frío
su cuaderno es agua
su pluma leve
su escritura bisagra entre el sueño y la tarde

10.
Escribo una canción al limonero que aún no tengo
al colibrí que hoy llegó crispando el patio
a la voz del toro de arena
siento mío cada limonero que veo
caliento este rincón de ciudad con un puñado de ceniza
soy huérfana de campo y mar
la voz del toro suena en la palabra
sólo me queda pan de ceniza y lumbre
en el rincón del cuarto hormigas sacrifican a una hormiga enferma

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(México, 1973), letrista de canciones y traductora, es la poeta de Niebla del día (2003), La casa azul (PREMIO NACIONAL ENRIQUETA OCHOA), Vals (con Brian Allens, 2011) y Sólo la Música (2012).


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