El secreto de la literatura es la letra K

Un consejo para los aspirantes a escritores.
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Un problema que presenta la evaluación de la obra de la Premio Nobel de este año, Han Kang, es que el apellido es Han. Yo estaba tan tranquilo hasta que caí en que Kang es el nombre de pila. Hay métodos científicos para saber rápidamente si un libro es bueno o malo. Por ejemplo, abrir un volumen por la página 91. Mi regla es todavía más fiable: los escritores cuyo apellido empieza por K son buenos. El primer ejemplo es Kafka, de cuyo fallecimiento se acaban de cumplir cien años. También se cumplen cien años de la muerte de Joseph Conrad, que en realidad se llamaba Józef Teodor Konrad Korzeniowski. Vivimos en el mundo de Kafka, dijo Salman Rushdie en un podcast donde por cierto lo entrevistaba Ezra Klein, que también escribe libros. Otros dos escritores checos que me gustan son Ivan Klima, víctima del nazismo y del comunismo, y Milan Kundera, cuyo Retrato íntimo ha publicado este año Florence Noiville en Tusquets. Ni Kundera ni Kafka ni Conrad ganaron el Nobel, aunque sí lo ganó Imre Kertész, que era húngaro como Ágota Kristóf y Arthur Koestler. También lo ganó Rudyard Kipling, que nació en Bombay. Karl Kraus nació en el reino de Bohemia, predecesor de la República Checa, aunque desarrolló su carrera en Viena. Denunciaba las trampas del lenguaje, como Victor Klemperer. En Viena empezó Billy Wilder, que luego tuvo como maestro a Egon Erwin Kisch, publicado en Xordica, que ha editado a Esther Kreitman. También tienen la K George S. Kaufman, Jerzy Kosiński y Enrique Krauze. Es la inicial de Ismael Kadaré y Richard Kapuściński, de Hanif Kureishi e Ivan Krastev, de John Keane y Stephen King. Página Indómita ha editado a Kojève y Asteroide a Kempowski. Knausgård es un poco cargante, pero lo sería más si empezara por N. Javier Tomeo, heredero de Kafka, nació en Quicena, que debería escribirse con K. A nadie puede sorprenderle que el recientemente fallecido Kris Kristofferson destacara como letrista, oficio que se le habría dado bien a John Keats. Jonás Trueba ha vuelto a poner de moda a Kierkegaard. Emil Kedourie vincula el nacionalismo con la idea de la autodeterminación de Immanuel Kant. El pensador de Könisberg figura en la historia de la filosofía de Anthony Kenny, que me hace pensar en el resumen de la disciplina que incluye Leslez Kołakowski en el imprescindible Por qué tengo razón en todo. Por supuesto, algunos escritores cuyo apellido empieza por K no son tan buenos Pero toda regla tiene excepciones, y un comité de expertos tratará de explicar los motivos concretos de la irregularidad. Como guía para leer a la Nobel recomiendo el artículo “Impacto Han Kang”, de Natalia Carrero (¿Karrero?), mientras que mi consejo para cualquier aspirante a escritor es que, antes de nada, escoja un apellido que empiece por K.

Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.

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