Erica Van Horn y su madre

En 'Aún nos queda el teléfono', la escritora Erica Van Horn cuenta la relación con su madre a partir de una extraña actividad que realizan juntas: escribir su obituario.
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Y si veo a tu mamá. La artista, escritora y editora –Coracle Press, fundada con su marido, el también artista Simon Cutts– Erica Van Horn (1954) comparte una delicada actividad con su madre: redactar el obituario. En esta misión sucede a su hermana mayor, que murió. Si Van Horn muriera, la tarea recaería en su hermana pequeña. Es una misión exigente: “Cuando voy a verla, mi madre insiste en que dediquemos una mañana a escribir el obituario. Y así lo hacemos. Después, vamos a comer fuera y comentamos todo lo que hemos estado haciendo, entonces ya sin bolígrafos ni papel. La conversación que tenemos mientras comemos es distinta. Durante los últimos días, antes de que tome el vuelo de vuelta a casa, paso a limpio el borrador más reciente y lo imprimo para que ella lo revise con atención. Se sienta a la mesa y enseguida empieza a cambiar cosas. Cuando por fin me marcho, ya ha hecho un montón de cambios. Al llegar a casa, lo reescribo todo en el ordenador, lo imprimo de nuevo y le envío a mi madre la última versión por carta. Esa es la versión que modificará con un lápiz y cambios pequeños y cautos hasta mi próxima visita. Me pregunto si volveré a ver a mi madre”. 

Retrato de la madre. Kate Zambrano en Mi libro madre, mi libro monstruo, Annie Ernaux en Una mujer (entre otros), Richard Ford, Roland Barthes, Vivian Gornick, Delphine de Vigan, Valérie Mréjen… escribir sobre la madre es casi una tradición, a la que se suma Erica Van Horn con Aún nos queda el teléfono (traducción de Ana Flecha en Alpha decay), pero lo hace desde un lugar curioso: bajo el pretexto de la escritura del obituario. A partir de ahí, va desenrollando la madeja y compartiendo recuerdos que le vienen a la cabeza, tal vez despertados por la escritura. Descubrimos a una madre con excentricidades (quién no las tiene), algunas simpáticas y que son casi un despliegue de ingenio, como poner nombre a los huevos duros, que deja así marcados a lápiz, diferenciados en la nevera. “Si hay tres huevos, los puede llamar Wynken, Blynken y Nod. Si hay dos, Abbott y Costello. O Tom y Jerry. O Victoria y Albert”. La madre de Von Horn se lo pasaría en grande con Ramón y Cajal, Ortega y Gasset, etc. Cuando pasa a cocer solo uno, busca un nombre que comparta iniciales con hard boiled, como Halle Berry, Heinrich Böll o Harry Belafonte. La madre de Von Horn no come chicle, lee los periódicos y se preocupa por hojear la sección de deportes, que no le interesa, solo para tener un tema de conversación con los vecinos, amigos o parientes que se ofrecen a acompañarla a diferentes recados. Otras manías de la madre son menos agradables, como la de coleccionar centavos, llevarse siempre bolis del banco o coleccionar tarjetas de felicitación. La madre de Von Horn es inglesa y llegó a Nueva York en 1948. Mantiene su acento y eso provocaba comentarios, a la madre la mantenía ligada a su origen. Como la madre de Better things, también inglesa, la de Van Horn tiene a veces un punto impertinente. A diferencia de otras madres, la de Van Horn no es buena cocinera, tampoco es ese pozo de sabiduría sobre asuntos domésticos y ropa. Por ejemplo, cuando se le hace un agujero en un jersey, le sugiere que se ponga una prenda del mismo color debajo. Me recordó a una conversación en la que participé: “Mi madre no sabía ni hacer un huevo frito”; “Mi madre ni siquiera sabía dónde estaba la cocina”; “Ojalá mis hijos pudieran decir eso de mí”, dije. “Bueno, dirán que cumplías con todas las tareas con dedicada desgana”. 

Nunca terminamos de conocer a alguien. “Pensar y redactar el obituario juntas ha sido una buena manera de hablar de distintos temas. He aprendido mucho sobre mi madre mientras debatimos qué incluir y qué no”. Está la historia de Mary Stoane, amiga de su madre, murió con 15 años. Durante seis años, la madre de Stoane llevó de viaje a algunas de las amigas de su hija y de un modo un poco velado se trataba de fingir que Stoane seguía viva. Está Bud Thompson, vecino de su madre. La historia de la vez en que el hermano de su madre vio a Vera Lynn haciendo punto; la historia de la llegada a Nueva York y los trabajos que desempeñó la madre; la faceta de poeta o su preocupación por lo que hará Trump en la presidencia de Estados Unidos: el libro está escrito durante la pandemia. Hay un episodio que me gusta especialmente y que tiene que ver con un escritorio construido por el padre de Van Horn, más que un objeto, un lugar para Von Horn. Cuando la madre decide por fin mudarse con su otra hija anuncia que no se llevará el escritorio con ella. Este libro breve y fragmentario es emocionante y se fija en detalles laterales, esos que cuentan la historia de otro modo. 

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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