Ernesto Cardenal, fallecido el 25 de febrero a los 95 aƱos, mantendrĆ” su lugar como una de las figura emblemĆ”ticas de la intelectualidad nicaragĆ¼ense y de la poesĆa latinoamericana. Su trayectoria es, en muchos aspectos, emblemĆ”tica de la historia de Nicaragua. Nacido en 1925 en el seno de una importante familia conservadora de la ciudad de Granada, desde muy temprana edad estuvo en contacto con el mundo de las letras nicaragĆ¼enses, muy especialmente con el Movimiento de Vanguardia, del cual su primo Pablo Antonio Cuadra estaba, junto con Coronel Urtecho, en primera lĆnea. Como ellos, Cardenal oscilĆ³ entre la simpatĆa por el tomismo y el franquismo, combinada con la fascinaciĆ³n por Estados Unidos y la poesĆa de Pound, y la adhesiĆ³n a unos ideales revolucionarios mĆ”s inspirados por el castrismo, el indigenismo revivido y el movimiento beatnik que por el marxismo. Fue ministro del gobierno sandinista entre 1979 y 1987, y en el atardecer de su vida optĆ³ por hacer una defensa intransigente de la democracia.
AsĆ, durante su juventud fue apĆ³logo del rĆ©gimen de Franco y de sus intenciones hispanĆ³filas. EstudiĆ³ en la Universidad Nacional AutĆ³noma de MĆ©xico y en la Universidad de Columbia antes de volver a Nicaragua para participar en un intento de derrocamiento contra el general Somoza, cuyo fracaso lo obligarĆa a partir al exilio. Se uniĆ³ a la abadĆa trapense de Gethsemani en Kentucky, donde fue discĆpulo de Thomas Merton. En 1965, despuĆ©s de ser ordenado sacerdote, fundĆ³ una comunidad cristiana en una isla del archipiĆ©lago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua, donde escribirĆa sus Evangelios de Solentiname, que hicieron de Ć©l un personaje destacado en la TeologĆa de la LiberaciĆ³n.
Hasta fines de los aƱos 60, su poesĆa, publicada en plaquettes, efĆmeras revistas literarias o en el suplemente literario del periĆ³dico La Prensa de Managua, denuncia la alienaciĆ³n del mundo contemporĆ”neo y participa de una veta indigenista y anticolonial. En el extraordinario OraciĆ³n a Marilyn Monroe, Cardenal transformĆ³ a la actriz convertida en sex symbol en un emblema de la soledad dentro de un mundo marcado por la alienaciĆ³n de las imĆ”genes publicitarias. Pensemos tambiĆ©n en El estrecho dudoso, donde contrapone al EdĆ©n de la Ć©poca precolombina con los estragos de la Conquista, de la modernizaciĆ³n a ultranza y de las fechorĆas del imperialismo injerencista.
Su viaje a Cuba en 1970 y su libro En Cuba, que ve la luz en 1972, asĆ como la publicaciĆ³n, en ese mismo aƱo, del Canto nacional dedicado al Frente Sandinista de LiberaciĆ³n Nacional (FSLN), son muestra de su acercamiento a las ideas de esta organizaciĆ³n marxista-leninista. A partir de ese momento, Cardenal denuncia el āformalismoā de las libertades burguesas y tiende un puente entre las aspiraciones cristianas y el proyecto comunista āāComunismo o reino de Dios en la tierra que es lo mismoāā, en el cual se materializan, a su entender, los ideales cristianos de la frugalidad y la fraternidad. De forma paralela, Cardenal evoca con admiraciĆ³n ya no solo a la persona de Augusto CĆ©sar Sandino, sino tambiĆ©n a su lucha y la de sus lugartenientes, āPedrĆ³nā Altamirano y Miguel Ćngel Ortez, todos ellos estigmatizados como los ābandidos de Las Segoviasā.
Publicado luego del terremoto que destruyĆ³ Managua la noche del 23 de diciembre de 1972, su OrĆ”culo sobre Managua fue tambiĆ©n una oda al FSLN. AhĆ saludĆ³ la apariciĆ³n del Frente como el anuncio de la proximidad del reino de Dios, y comparĆ³ este venida a la de āuna cĆ©lula seminal masculina [que] penetra en el Ć³vulo femeninoā. āVolver concreto el reino de Dios. Es una ley establecida por la naturalezaā. La clandestinidad equivale a las catacumbas, el revolucionario es āun santo militanteā. El celibato, la Sierra Maestra cubana, la Larga Marcha china, los sufrimientos del Che Guevara en Bolivia son vistos como sacrificios. El pueblo es pensado como una masa que se eleva. āLa Iglesia del futuro serĆ” solamente aquella de los revolucionarios. Un hombre nuevoā¦ un tiempo nuevoā¦ una tierra nuevaā¦ una ciudad sin clases (sociales)ā¦ una ciudad libre en donde Dios es todosā.
Cardenal definĆa su poesĆa como āobjetiva, narrativa, anecdĆ³tica. Hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombre propios y detalles precisos y datos exactos y cifras y hechos y dichosā. En pocas palabras, por retomar sus tĆ©rminos, āuna poesĆa impuraā. Como ha escrito JosĆ© Miguel Oviedo, su poesĆa no es ārealistaā sino una āpoesĆa de lo real, un desprendimiento verbal del mundo objetivo, [ā¦] una especie de fusiĆ³n de muchos discursos, escritos u orales, mĆ”s cerca de la prosa que de el verso [ā¦] intensamente coloquial directo y comunicativo. [ā¦] Cardenal dice, no canta ; expone, no componeā.1
La paradoja es que, de 1966 a 1979, este poeta y hombre de la iglesia, retoƱo de una gran familia conservadora y devenido miembro del FSLN, movilizĆ³ aureolas por completo tradicionales: el prestigio del poeta en la patria de RubĆ©n DarĆo, el del cura en un paĆs eminentemente catĆ³lico y la pertenencia a los mejores medios sociales para legitimar la acciĆ³n revolucionaria, subrayando la convergencia entre cristianismo y marxismo. Es en esa calidad que fue nombrado ministro de Cultura durante la revoluciĆ³n sandinista (1979-1987).
Fueron aƱos de militancia revolucionaria, en la cual proclamĆ³ su adhesiĆ³n a consignas de lo menos liberadoras: āDirecciĆ³n nacional ordenadaā. La teologĆa de la liberaciĆ³n y la defensa de los oprimidos gira drĆ”sticamente hacia la adulaciĆ³n del poder del partido de Estado que durante diez aƱos fue el FSLN. El encausamiento por parte de la jerarquĆa catĆ³lica y la suspensiĆ³n a divinis por parte de Juan Pablo II en 1984 fueron de la mano con la fetichizaciĆ³n del poder revolucionario. Como escribiĆ³ Oviedo, Ć©l tendĆa a āa ver las cosas entre nubarrones apocalĆpticos y con lentes dogmĆ”ticos del iluminado por la Verdad : su generoso humanismo (estuvo) rodeado por los peligros del absolutismoā.2
La derrota electoral de los sandinistas en 1990 le dio la oportunidad de recuperar su libertad de pensamiento y de reanudar con palabra profĆ©tica su crĆtica de los poderes establecidos. Ćl fue uno de los pocos militantes sandinistas que rompieron con Daniel Ortega al denunciar, desde principios de la dĆ©cada de los 90, prĆ”cticas e intenciones antidemocrĆ”ticas presentes tanto en el seno del FSLN como en el conjunto de la sociedad nicaragĆ¼ense. DespuĆ©s participĆ³, en 1995, en la fundaciĆ³n del Movimiento Renovador Sandinista, a fin de crear una organizaciĆ³n polĆtica democrĆ”tica que rompiera con la cultura caudillista nicaragĆ¼ense. Sus memorias, publicadas en cuatro volĆŗmenes a partir de 2000, muestran su inquietud por cuestionarse de manera crĆtica, aunque quizĆ” demasiado timorata, sobre los extravĆos polĆticos de la revoluciĆ³n y sobre su burocratizaciĆ³n.
El retorno al poder de Daniel Ortega en 2007, y su proyecto de fundar un rĆ©gimen tirĆ”nico, incitaron a Cardenal a volver, a sus 80 aƱos, al activismo que comenzĆ³ contra el rĆ©gimen de los Somoza. Su coraje y su libertad de palabra la valieron la persecuciĆ³n sistemĆ”tica de la justicia nicaragĆ¼ense que, bajo las Ć³rdenes de Ortega, intentaron expulsar a su comunidad cristiana de Solentiname y le impusieron multas extraordinarias.
Los tres dĆas de duelo nacional decretados por el gobierno Ortega-Murillo luego de su muerte no deben llevar a engaƱo. No se tratĆ³ de un homenaje, sino de un intento repugnante de apropiarse de la figura de uno de los grandes poetas-teĆ³logos del siglo, que denunciĆ³ a estos nuevos faraones.
1 Historia de la literatura hispanoamericana 4. De Borges al presente, Alianza Universidad Textos, 2005, Madrid, p.121.
2 IbĆd., p.127.