Ilustraciรณn: Manuel Vargas

La etapa rusa: Memorias del subsuelo, de Dostoievski

En la etapa rusa de las lecturas juveniles destaca esta obra, que encierra el universo dostoievskiano en una nuez.
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Como habrรก sido evidente con la lista de autores incluida en el capรญtulo sobre Borges, mis primeras lecturas tuvieron una etapa decididamente rusa. Recuerdo haber leรญdo todo Puschkin y Gรณgol en la colecciรณn Joya de la editorial Aguilar. Me impresionaron, sobre todo, Eugenio Onieguin, La hija del capitรกn y, por supuesto, El capote y La nariz. Leรญ tambiรฉn a Turgueniev, aunque menos (el autor de Padres e hijos tuvo la mala suerte histรณrica de quedar entre los fundadores de la literatura rusa y los gigantes, y ensombrecerse irremediablemente), pero nada se compara al impacto que me causรณ la trรญada Dostoievksi, Tolstoi, Chรฉjov.

ยฟPor quรฉ serรก que en tantas biografรญas de lectores el encuentro con los rusos es un capรญtulo aparte, normalmente situado en la adolescencia? No hay experiencia de lectura, experiencia a secas, que se compare a tener diecisiete aรฑos y leer, por primera vez, Los hermanos Karamรกzov o Ana Karรฉnina. No son libros cualesquiera, son cataclismos; son, como exigรญa Kafka, golpes de martillo en la cabeza. Aunque son obras para toda la vida, sospecho que suelen ir asociadas a la adolescencia o primera juventud porque son de las pocas que estรกn realmente a la altura de los cambios y metamorfosis que se experimentan entonces. Como el despertar sexual o una crisis de fe, leer Guerra y paz o Demonios es mรกs un acontecimiento vital que libresco.

A Dostoievksi lo leรญ por primera vez en la traducciรณn de Rafael Cansinos-Assรฉns, en la ediciรณn de Aguilar (tres volรบmenes, Madrid, 10 ed., 1968). En casa habรญa un librero con varios volรบmenes de esta editorial, colecciรณn Obras Eternas, en papel biblia, empastados en piel y con el rostro del autor grabado en el lomo: Shakespeare, Cervantes, Goethe, Graciรกn, Quevedo, Balzac, Ibsen, Tolstoi, Dostoievksi, entre otros. Habรญa tambiรฉn algunos de la ya mencionada colecciรณn Joya, mรกs pequeรฑa, y los encantadores Crisol, de bolsillo, con pastas de colores. Aunque algunas traducciones no eran muy buenas y las ediciones no muy rigurosas filolรณgicamente, generaciones y generaciones de lectores en el mundo hispรกnico leyeron a los clรกsicos en los libros de Aguilar, cuya sola presentaciรณn material los apartaba del resto.

Lo normal, con Dostoievksi, es leer primero Crimen y castigo, luego Demonios y, finalmente, llegar a Los hermanos Karamรกzov. Yo lo leรญ exactamente en el orden inverso, pero, antes que nada, leรญ Memorias del subsuelo. Incluso en esta serie, que consigna veinticinco obras que de una manera u otra fueron decisivas para mรญ, a las Memorias tendrรญa que ponerlas en un lugar aparte, junto con otros tres o cuatro textos. Pocas, muy pocas lecturas me causaron la impresiรณn que supuso esta novela de menos de cien pรกginas, en especial la primera parte. A diferencia de lo que ocurre con Tolstoi, que solo puede ser apreciado cabalmente leyendo Guerra y paz o Ana Karรฉnina, Memorias del subsuelo contiene de alguna forma el mundo dostoievksiano en una nuez. No es un libro agradable de leer, es mรกs bien una bofetada en la cara, una patada en el estรณmago.

El gran acierto de las Memorias, que apareciรณ en 1864, es la creaciรณn de un personaje que tendrรก una vastรญsima descendencia en el siglo XX: el hombre del subsuelo. Aunque podrรญa rastreรกrsele antecedentes, es un personaje eminentemente moderno, tรญpico de la gran ciudad (San Petersburgo, en este caso): anรณnimo en medio de la masa, solitario, ensimismado, neurรณtico, escindido por completo del mundo natural. Es un hombre enfermo e hipocondrรญaco, tedioso, lรบcido, angustiado, atrofiado por su propia inteligencia, impedido para la acciรณn, lleno de resentimiento, que se odia a sรญ mismo y a los demรกs, pero, sobre todo, dueรฑo de una implacable y tormentosa (auto) consciencia. Conozco pocos inicios de novela tan poderosos como el de las Memorias: โ€œSoy un hombre enfermoโ€ฆ Soy malo. No tengo nada de simpรกtico. Creo estar enfermo del hรญgadoโ€ฆโ€. A partir de ese momento comienza uno de los monรณlogos mรกs alucinantes de toda la literatura y el lector no puede mรกs que seguir, como hipnotizado, la parrafada de este maniรกtico.

Memorias del subsuelo contiene de alguna forma el mundo dostoievksiano en una nuez. No es un libro agradable de leer, es mรกs bien una bofetada en la cara, una patada en el estรณmago.

Dostoievksi tuvo el don, o la maldiciรณn, de revelar aspectos de la psicologรญa humana que no son agradables de ver, pero que estรกn ahรญ y que, una vez descubiertos, no pueden dejar de ser contemplados con una especie de morbosa fascinaciรณn. Lo dice mรกs exactamente, o sea, metafรณricamente, el personaje de Liza dirigiรฉndose a Stavroguin en Demonios: โ€œa mรญ siempre me pareciรณ que usted iba a llevarme a algรบn lugar, donde anidarรญa una enorme araรฑa venenosa del tamaรฑo de un hombre, a la que nos pasarรญamos la vida entera mirรกndola y temiรฉndolaโ€. Las zonas del alma que develรณ Dostoievksi son esa araรฑa.

El problema del hombre del subsuelo โ€“semejante al de su pariente cercano Bernardo Soares, del Libro del desasosiego, que ya aparecerรก mรกs adelanteโ€“ es un exceso de consciencia, una hiperconsciencia que, en vez de liberar, aprisiona y paraliza. Como Hamlet, su ancestro remoto, son hombres complejos que piensan y dudan demasiado; son capaces de los pensamientos mรกs delicados โ€“de โ€œlo bello y lo sublimeโ€, como repite una y otra vez el narradorโ€“, pero tambiรฉn de las bajezas mรกs humillantes (y de regodearse en ellas).  En el otro extremo estรกn los hombres resueltos y naturales, de acciรณn, quizรก un poco estรบpidos, pero sin duda mรกs felices, como el oficial con el que se tortura el protagonista de las Memorias.

La fuente del problema es, en el fondo, el mal du siรจcle: lโ€™ennui, el spleen, el tedio. Este no puede conducir sino a la inercia y la parรกlisis. Para el hombre del subsuelo, la condiciรณn prรกcticamente indispensable para la acciรณn es la irreflexiรณn; ninguna persona verdaderamente consciente es capaz de hacer nada. Para actuar, sostiene, se requiere un piso mรญnimo de certidumbre y confianza, y ยฟcรณmo alguien con un mรญnimo de conciencia podrรญa tenerlas? El hombre moderno representado en Memorias del subsuelo no tiene, por supuesto, ningรบn apoyo religioso o metafรญsico, ya no es capaz de fe, pero tampoco, como sus optimistas e ingenuos antepasados del siglo XVIII, puede creer en la razรณn y el progreso. De allรญ su escarnio de los ideales ilustrados. El hombre del subsuelo irrumpe en el siglo XIX para proclamar que nunca llegarรก el dรญa en que el hombre sea completamente racional, y que la irracionalidad, la perversidad y el absurdo serรกn siempre parte fundamental de lo humano.

Las Memorias del subsuelo funcionan tambiรฉn como un oscuro espejo que nos muestra nuestros peores defectos y taras, pues todos somos, en alguna medida u otra, habitantes del subsuelo. Me veo aรบn ahora en el escritorio de mi habitaciรณn, inclinado sobre el libro, leyendo como afiebrado. Los libros de Dostoievksi de Aguilar tenรญan tres ilustraciones al principio: dos, las de los volรบmenes I y III, eran las clรกsicas fotografรญas del autor, con los ojos profundos, insondables, y la barba de profeta bรญblico (esos son los verdaderos pares de autores como Dostoievksi o Tolstoi, dicho sea de paso, Isaรญas o Ezequiel); en la del II, una caricatura de la รฉpoca de Demonios, aparece el escritor frente a su mesa de trabajo y al lado, entre humo y vapores, emergen una creaturas infernales que parecen enunciar la profecรญa de la nota a pie, que dice โ€œtรบ serรกs genioโ€. Autores como Tolstoi o Dostoievksi le dan todavรญa sentido a esa palabra romรกntica: hay buenos escritores, hay grandes escritores y luego hay escritores como estos. Es importante tener clara la diferencia.

Despuรฉs de las Memorias del subsuelo, devorรฉ casi todo Dostoievski, como ya dije, en el orden inverso al habitual: primero Los hermanos Karamรกzov, la gran suma dostoievksiana, con la que casi me desmayo; luego Demonios y, finalmente, Crimen y castigo. Quizรก por eso no me impresionรณ tanto esta รบltima, como es normal que ocurra, pues venรญa de las cimas mรกs altas. Luego tambiรฉn, claro, El doble, El jugador, Humillados y ofendidos, etc.

George Steiner, en su admirable Tolstoi o Dostoievski, argumenta que, aunque desde luego puedo admirarse a ambos, en รบltima instancia se estรก con uno o con otro, se es mรกs afรญn a Tolstoi o a Dostoievksi. Muchas cosas me apartan de Dostoievski, pero, si tuviera que elegir, no dudarรญa.

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(Xalapa, 1976) es crรญtico literario.


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