Ito Jakuchu

La luna creciente sobre Shanti Niketán. Notas

Entre las dos películas y la obra de teatro de las que se habla aquí, se cuela un libro de título tan misterioso como fascinante.
AÑADIR A FAVORITOS
Please login to bookmark Close

En la obra de los cineastas de tema es interesante ver cómo este se aborda, película a película, cada vez desde un punto de vista. El tiempo que ya ha pasado puede ser el enfoque de Blue Moon, la película de Richard Linklater que ha quedado un poco eclipsada por su otra película de este año, Nouvelle Vague. La luna eclipsada por la ola. El protagonista de Blue Moon es Lorenz Hart, el autor de las letras de centenares de estándares, cuya música componía Richard Rodgers. Blue Moon es quizá su canción más famosa, y, como suele pasar con los éxitos, la que más hartaba a Hart. 

En la época que retrata la película, la pareja creativa Rodgers & Hart se había disuelto, y Hart está ya sumergido del todo en una época decadente. Habla y habla y vuelve a hablar en la barra del bar adonde todo ha ido a desaguarse. Por su única localización y por el peso del texto, la película podría pasar por una obra de teatro. Al volver a casa y leer cómo fue la vida de Lorenz Hart, cómo fue la secuencia de acontecimientos que condujeron a su muerte, me pareció que la película acababa con el personaje entrando en el paraíso, a la manera en que sucede en los cuentos de Oscar Wilde.

Estos dobles sentidos algo ambiguos me parecen muy importantes en el arte. 

Al volver a casa escuchamos distintas versiones de la canción. Bob Dylan la canta en ese disco tan raro suyo que se llama Self Portrait. A mí es una de las que más me gustan, quizá porque de entre las canciones del disco era de las pocas que ofrecía algo familiar a lo que agarrarse. 

***

Escribo apuntes y notas. Anotaciones. Cuando yo era pequeña había en mi casa un libro con un título que siempre me atraía, porque era exótico y ambiguo: Anotaciones en Shanti Niketán. Yo no sabía qué podía ser Shanti Niketán: podría ser la ciudad, la casa, la región donde se habían tomado esas anotaciones, o bien podía ser un idioma, en el que uno tomaba las notas en lugar de escribirlas en italiano o en polaco. Me lo preguntaba y no lo sabía y así entraba en los reinos de la ensoñación. Aunque eran diferentes Shantis, el título también tiene un curioso paralelo con Las inquietudes de Shanti Andía. Las inquietudes suelen llevar a tomar anotaciones. 

Estaba forrado y mi padre había hecho un dibujo especial en la cubierta. Era la vista a rotulador de unos edificios (¿quizá un barrio de Shanti Niketán?), de varias plantas, apiñados, con sus tejados de teja y sus ventanas de distintos tamaños y posiciones, y apoyado en la pared del edificio extremo, como subida a una escalera, estaba la figura de una persona en posición de estar leyendo. Le acompañaba además una luna creciente en lo alto del limpio cielo hacia el que apuntaba un ciprés. Todo tenía un aire plácido. Si le dabas la vuelta al tomo, en la contracubierta estaba esa misma figurilla, la que leía, como logotipo de aquella editorial de un solo libro en la que conocí a Rabindranath Tagore.

***

Más apuntes. Hay una curiosa coincidencia en una obra de teatro y una película que veo estos días. Ambas empiezan con una actriz en crisis que está representando La gaviota. Quizá no sea tanta coincidencia, sino sencillamente que la fuerza de la obra de Chejov la convierte en la más catártica para una actriz. O tal vez porque ya lleva dentro de sí una metaobra, lo que hace aún mejor introducirla en otra. En el teatro vi Personas, lugares y cosas, de Duncan Macmillan, adaptada y dirigida por Pablo Messiez y protagonizada por Irene Escolar. La obra es extraordinaria y solamente apuntaré dos cosas: la sorpresa del público cuando hacia el final la madre de la protagonista dice de pasada el nombre de su hija. El publicó exhaló una especie de sorpresa aspirada, como un ¡ah! hacia dentro, tan unánime porque se había ido urdiendo a lo largo de la representación, seguida con una concentración asombrosa. 

En la obra y en la película, que es Valor sentimental, de Joachim Trier, aparecen problemas y traumas familiares que las hijas arrastran a costa de mucho sufrimiento. En la película la protagonista se llama Nora, como la protagonista de Casa de muñecas, y ahora que lo escribo me doy cuenta de que es otra manera de subrayar la importancia de la casa en la película. Me llamó la atención que en la obra de teatro, cuando la hija describe a su madre, que se supone que ha “hecho las cosas bien” en la vida, cuente que esta se quedó huérfana de padre y madre siendo una niña muy pequeña. Me choca porque es algo muy determinante como para que no ejerza una influencia desestabilizadora en la vida (cuando la madre parece muy cabal y “en su sitio”), y sin embargo es un rasgo que no se desarrolla en la obra. De modo que acaba siendo un apunte demasiado raro como para ser de color, y me pregunto si no estará metido por otra razón, como cuando en el atrezzo de una película aparece un objeto porque para el director tiene, precisamente, valor sentimental.


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: