Colección Ervin S. Hubbard

La postura de Bernd Brunner

El planteamiento de este ensayo, que tiene afán exhaustivo, convoca a un puñado de personajes de lo más variopinto.
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Voy a copiar el índice onomástico y a ver quién adivina el libro: en la E, Thomas Alva Edison, Hajo Eickhoff, Tracey Emin, Enrique VII y Max Ernst. En otras letras aparecen otros igual de variados, como Edmond de Goncourt, Carlomagno, Burt Reynolds, Clara Mundt, Henri Matisse, Benito Mussolini, Audrey Hepburn o Alberto Durero. ¡Vaya mezcla! Están todos relacionados entre sí porque alguna vez se han visto en la necesidad de tumbarse, y su manera de resolverlo ha sido ejemplar en algún sentido. Los ha reunido el ensayista alemán Bernd Brunner para iluminar su estudio Vivir en horizontal, que, como indica su subtítulo, es la Breve historia cultural de una postura. En España lo ha publicado hace un par de meses la editorial Acantilado, con traducción de José Aníbal Campos, que es el traductor habitual de Brunner (autor también de Cuando los inviernos eran inviernos. Historia de una estación y La invención del norte. Historia de un punto cardinal) y de Peter Stamm, entre otros. 

Es un libro muy curioso, que empieza defendiendo a quienes disfrutan estando tendidos contra los que están obsesionados con producir y sacar trabajo adelante y presentarse siempre firmes. La mayor parte de los títulos del índice resulta sugerente (“¿Está usted acostado?”, “Sucumbir al hechizo del sol”, “La postura: clave de la personalidad”, “La cama promedio” y otros muchos), porque promete un repaso por todas las caras de la vida en horizontal. Resulta interesante la parte que reivindica lo que alguien podría considerar holgazanería (“Acostarse puede ser también parte de una estrategia inteligente cuando se está a la espera de algo”, mientras que “Estar acostado se asocia con el cansancio, la apatía y la falta de iniciativa”), o cuando busca vuelcos sociales en las nuevas costumbres (“Desde hace unos años se habla de […] una generación acostumbrada a repantingarse en un sillón, que se niega de forma consecuente a sentarse como es debido, gente que ya no se sienta sin más, sino que se deja caer…”), o cuando asocia ciertos temperamentos a ciertas formas de dormir (“Las personas tímidas, al acostarse, se asemejan a un embrión en el vientre materno…”), o cuando se detiene en las recomendaciones de las técnicas de feng shui o en artistas que han basado parte de su obra en las camas, como Tracey Emin o Joana Vasconcelos. También nos habla Brunner de cómo la postura ha tenido que ver con distintos métodos curativos tanto para el cuerpo como para la psique, y por tanto de la relación entre ambos. Leemos sobre Freud y su proverbial diván, o sobre los balnearios o sobre los sanatorios, en los que los reclinados aparecen en filas. De hecho, el título de este ensayo está inspirado en La montaña mágica

Como tiene un ánimo tan exhaustivo, el libro informa de cosas desconocidas pero también ofrece alguna información, recomendación o comentario sorprendente, casi ingenuo, como cuando recomienda no fumar en la cama, y da el ejemplo de Ingeborg Bachman, que se quedó dormida fumando y provocó el incendio que le acabaría causando la muerte, o cuando, al citar la famosa frase de Groucho Marx de que nada que no se pueda hacer en una cama vale la pena hacerlo, apostilla diciendo que no tenemos que estar necesariamente de acuerdo con él y que no se puede reducir la vida a estar tumbados, so pena de que los músculos se atrofien, respuesta que me deja sorprendida y dudando de si le está siguiendo la broma a Groucho Marx.

Pero a mí cuando más apasionante me ha parecido es cuando cuenta las costumbres de nuestros antepasados, cómo dormían, quiénes tenían camas y quiénes no, de qué materiales estaban fabricadas, de qué se rellenaban los colchones, todas las cosas que se hacían tumbados, etcétera. Así, nos cuenta Brunner que “una auténtica revolución en la flexibilidad de los colchones fueron los muelles, adaptados de otros ámbitos de la tecnología” como los barcos o los carruajes, o que “el hombre primitivo preparaba sus lechos con piedras, madera y tierra, así como con capas de pieles, follaje, hierba o paja”, y más adelante nos enteramos de la existencia de inventos estrafalarios como una especie de gran bocina conectada con el exterior y bajo la cual se colocaría el individuo roncador, que de esa manera lanzaría el ruido de los ronquidos a la calle (de esta aparece una ilustración en el libro, que incluye algunas imágenes bastante graciosas); también se propone, para la gente delicada de la respiración, que coloquen el cabecero debajo de una ventana abierta, de cuya parte superior debe colgar una tela que separe la posición de la cabeza (al aire libre) de la del cuerpo (en la cama, dentro del ambiente de la habitación), como cuando te asomas a la calle sin molestarte en levantar los estores.

El ensayo recoge gran cantidad de información estrambótica, es también un registro del enternecedor entusiasmo con que los seres humanos hemos luchado no solo por sobrevivir, sino por estar más cómodos, y nos permite intuir que aún no hemos dicho la última palabra en cuanto a las posturas y los artilugios para descansar se refiere. La cama es un magnífico invento que combina de maravilla con el mejor y más sofisticado, a saber, el libro, pero a veces, mientras buscamos la postura para dormir, sentimos que nos sobra algún miembro, y no sabemos si lo que necesitaría un ajuste es la cama o nuestro cuerpo. 

Bernd Brunner
Vivir en horizontal. Breve historia cultural de una postura
Traducción de José Aníbal Campos
Acantilado, 2024
148 páginas

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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