Tengo miedo. Claire Legendre (Niza, 1979) es hipocondríaca. También tiene miedo a morir en un accidente de avión, miedo a las arañas y a la infidelidad, al desamor, al amor y a casi todo lo que sea vivir. Como los niños de la película Cariño, he encogido a los niños, solo que aquí lo encogido es el interior de Legendre: hay algo que la retiene, la paraliza y le pesa. El miedo. A los diez años, una gitana le dijo que moriría a los veintisiete, como Jim Morrison, que se convertiría con los años en su ídolo de adolescencia.
Nunca se sacó el carnet de conducir para evitar el accidente fatal; descartada la sobredosis, era la única muerte que le parecía probable. Pero a los veintisiete no murió, para su sorpresa. “Sin embargo, se produjo un cambio irreversible: a partir de entonces podía morir en cualquier momento”, escribe Claire Legendre en “Deadline”, uno de los breves capítulos que componen El nenúfar y la araña, su libro más reciente y el primero que se traduce al español (en editorial Tránsito y a cargo de Laura Salas Rodríguez).
Las palabras de los otros. Se cruzan referentes, citas y préstamos: de Boris Vian –el nenúfar al que hace referencia es un guiño a La espuma de los días, al que le crece en el pecho a Chloé– a Beckett; de las fábulas de La Fontaine –el título, El nenúfar y la araña, tiene esa resonancia de los títulos de algunas fábulas cuyos títulos enfrentan dos cosas: La zorra y las uvas, El cuervo y el zorro, La cigarra y la hormiga– a Milan Kundera y la litost –algo así como “el espectáculo de la miseria propia”.
Hay una cita clave del cantante y compositor francés Miossec: “Solo lo que he perdido es mío para siempre”. Este ensayo autobiográfico sobre la enfermedad y el miedo en realidad es también la historia de una reconstrucción: la de Claire. También hay otra influencia clave: el teatro, el padre de Claire es director –monta piezas de Duras, Arrabal, Pirandello–, y ella se ha pasado la infancia en las tablas. Igual que pasa de un escritor a otro, la protagonista va de un país a otro (Francia, República Checa y Canadá, donde todo sucede), a pesar de su pánico a morir en un accidente.
La profecía autocumplida. La hipocondría, como el miedo a las arañas o a la infidelidad, solo puede curarla una enfermedad real. Como ella misma explica: “En el momento en que se me declara la mariposa, me posee una insospechada pasión por vivir. Perseverar en la vida me parece de repente muy preciado. La fuerza de los condenados. […] Seguro que hay que sentirse de veras en peligro para que el miedo a morir supere al miedo a vivir. El alivio de enfrentarse a un dolor que por fin sobrepasa mis miedos”. La obsesión por la enfermedad se acelera en Claire tras la muerte de su amigo Thierry, seis meses después de que le fuera diagnosticado un cáncer.
De manera un poco azarosa, los médicos descubren que ella tiene el timo, un órgano glandular del sistema inmune situado en el centro del pecho, la mariposa a la que aludía más arriba, de un tamaño anormalmente grande: hay que operar. Puede que durante la operación, si el timo no está lo suficientemente accesible, haya que romper el esternón. Claire rechaza la anestesia epidural poco antes de entrar a quirófano.
El libro se cierra con un inventario de los miedos que tiene Legendre; entre otros, están todos los miedos relacionados con el libro. Ese último capítulo está a medio camino entre la búsqueda de empatía en el lector y el deseo de romper el miedo al nombrarlo. Me gusta más el penúltimo, en el que afirma que el destino es un concepto de derechas, porque “te susurra al oído que no te sirve de nada luchar para cambiar el curso natural de las cosas”. “Mientras estás vivo, puedes morirte mañana mismo. Lo difícil es conseguir olvidarlo”, escribe. Pero también, como ella misma descubre, nada da más ganas de vivir que la conciencia de la mortalidad.
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).