Mira el futuro. Una correspondencia de verano (primera entrega)

Primer intercambio de la correspondencia de verano entre Bárbara Mingo y Aloma Rodríguez, donde hablan de grietas y del I Ching.
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Hola, Bárbara: 

¿Cómo estás?

He pasado unos días en dos pueblos de Teruel, el de mi familia y el de la familia de Barreiros, separados por 6,6 kilómetros. Volví a correr, lo hago asombrosamente despacio pero aguanto bastante rato. Para entretenerme me pongo podcast, y ahora quiero ir a correr para seguir escuchando, pero como estoy de vuelta en Garrapinillos y hace más calor que en los pueblos de Teruel es tremendamente difícil que la fuerza de voluntad me acompañe para madrugar. Hoy me puse a limpiar los baños para escuchar otro capítulo de La mano contra el sol, el podcast de Rubén Lardín. En el que escuché hoy recuperaba una cita de Mihura donde dice que la vida es como sacar al perro: tú crees que vas por donde quieres pero en realidad vas por donde quiere el perro. Pues así la vida. (Creo que en ese mismo episodio, Lardín dice que ir a correr es una actividad nefasta para el alma.) Con las lecturas pasa un poco lo mismo: se me acumulan los libros que querría leer, que pienso que debería leer, y sin embargo, me termino yendo con otros. 

En la Feria del libro de Zaragoza, en junio, compré una edición del I Ching, creo que es la mítica: el libro es gordísimo y lleva varios prólogos, uno de Jung, y el poema de Borges “Para una versión del I King”, que es todo lo que he leído. No sé cómo atacar, me abruma un poco. Lo tengo aquí al lado, abierto por el poema de Borges, que ya me lleva a pensar en la casa de mis abuelos del pueblo, que se ha rajado. Una grieta deja que entre la luz donde hace medio siglo un tabique separaba la cocina de arriba de la falsa; hasta hoy, la grieta me hacía pensar en Leonard Cohen. “Pero en las grietas está Dios, que acecha”, dice el último verso del poema. 

En fin, he pensado que el libro de las mutaciones, como se conoce el I Ching, era un buen punto de partida para nuestra correspondencia veraniega. 

Un beso, 

A

Buenos días, Aloma:

La versión que has comprado es la de Wilhelm, que cómo no tenerla, y que es tan completa y rigurosa, y que además va con las introducciones de Jung y de Borges. Si se tiene una, tiene que ser esa, supongo. A mí sin embargo me provoca a veces cierta congoja, porque le detecto un punto aleccionador y casi abroncador. Wilhelm es muy estricto. A menudo la consulta se hace en momentos de tribulación, y lo que se recibe por respuesta, en el caso de estar consultando esta versión de Wilhelm, es un reproche, cuando lo que se espera, lo que sería de agradecer, son unas palabras de ánimo y un poco de claridad y una guía que te indique hacia dónde cuando tú ya no sabes cómo seguir. Me parece respetuoso y eficaz que no nos trate como a unos blandos, pero a veces me raspa un poco. Pero vamos, con él se aprende muy rápidamente una lección que se trasluce en todas las interpretaciones del I Ching, y vale casi para cualquier hexagrama y desde luego para cualquier cuita que motive la consulta, que es que la nobleza trae ventura. En todo caso, para penetrar en el libro a lo largo de los años creo que la de Wilhelm es la mejor elección.

En una época en que con mis amigos hacíamos muchas consultas al I Ching, teníamos una variante rápida que se llamaba el I Ching de los huevos, que no quería decir el maldito I Ching, sino que era un método de adivinación basado en lo que te tocase en los huevos kinder de chocolate, en el regalillo que venía dentro. Se cumplía un sencillo ritual: hacías la pregunta y primero te comías el chocolate y luego abrías el cofrecillo. Este I Ching de los huevos se parecía más bien a las galletas chinas de la fortuna. No sé si siguen viniendo con sorpresas; en aquella época lo que te tocaba podía ser lo bastante aparatoso como para permitir interpretaciones muy ricas, aunque por supuesto estas dependen más del intérprete que del resultado objetivo de la consulta… pero quizá el I Ching trata de luchar contra eso, y no vale cualquier interpretación. Otra cosa que acabo de recordar ahora es que el I Ching, o el Maestro, a veces se enfada, por ejemplo si te pones muy insistente con una misma consulta cuando ya te ha dicho que pares. Con lo cual el tono de Wilhelm creo que no está fuera de lugar. 

Por ejemplo, de las escenas que me cuentas en tu primer párrafo seguro que se podría extraer un hexagrama. Una manera de hacerlo es sacar las monedas y preguntar a qué hexagrama corresponde, y a partir de ahí sacar el tono de la vida que estás llevando estos días, pero también sería bonito estar tan habituados al libro que supiésemos qué hexagrama puede combinar las carreras al amanecer con la limpieza de la casa y con la comunicación a distancia que pueden representar los podcasts. Si se lee el I Ching a diario se acaba siendo capaz de detectar el hexagrama a ojo. 

Besos,

B

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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