Pregúntale a Mueller

La editorial Los tres editores publica un nuevo volumen de textos de la escritora estadounidense Cookie Mueller, icono contracultural que trabajó como actriz, bailarina, limpiadora, marinera, cocinera y otras muchas profesiones antes de morir de sida en 1989.
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Currículum. Dice Cookie Mueller (1949-1989) que empezó a escribir a los seis años (“y nunca me he detenido”). Sigue: “Escribí una novela cuando tenía once años, la encuaderné con papel y plástico, la llevé a la biblioteca y la puse en el lugar donde debía ir según el orden alfabético”. Lo cuenta en un texto que lleva como título su nombre y que abre la segunda parte, “Columnas”, de La verdad sobre el fin del mundo. Fábulas y columnas (adivina el título de la primera parte), con traducción de Rodrigo Olavarría. Sobre su formación, escribe: “Recibí la mayor parte de mi educación viajando y haciendo trabajos dementes, como diseñadora de vestuario, paseadora de caballos de carreras, vendedora de drogas, bailarina gogó, actriz de cine underground (también conocido como actriz de producciones audiovisuales independientes), actriz de teatro, dramaturga, directora de teatro, artista de performance, señora de la limpieza, empaquetadora de pescado, cobradora de deudas, camarera, marinera, cocinera en alta mar, asesora de escritura de guiones, terapeuta natural, madre soltera dependiente de los beneficios sociales, extra de películas, modelo de piernas, acuarelista y, brevemente, animadora de bar mitzvás, aunque ni siquiera soy judía”. 

Fabuladora. La editorial Los tres editores publica este volumen de fábulas y columnas dos años después de Caminar por aguas cristalinas en una piscina pintada de negro, donde aparecían las piezas más claramente autobiográficas de Mueller, esas que podían leerse en conjunto como la novela de su vida por entregas. La decisión de separar la obra en dos volúmenes es cosa de la editorial en español, en EEUU apareció todo en un mismo libro. Hay un apartado final que incluye la procedencia de los textos, muchos aparecidos en revistas o antologías. De la primera parte, me sorprendió la capacidad de Mueller para la fabulación, tanto en temas como en estructuras, por eso me parece un acierto que estén agrupadas bajo el epígrafe de “Fábulas”. Ella dice que “son novelas para gente con déficit de atención”. 

Amor y arte. La segunda parte tiene cuatro piezas, contando la nota biográfica de la propia Mueller (el sida, enfermedad de la que murió Mueller, planea aquí y allí). Están sus escritos sobre arte, desde la proliferación del grafitti en Nueva York a una pieza dedicada al que era su marido, el artista Vittorio Scarpati (“Soy fanática de VS. También soy su esposa, entonces podríamos decir que, al margen de su madre, soy su mayor fanática”, escribe); hay homenajes a artistas y amigos muertos como Basquiat y Warhol, pero también aparecen Van Gogh o Goya y un experto en el pintor aragonés y falsificador de cuadros de Rembrandt, Velázquez, etc. “La gravedad es una carga”, escribe. Y luego: “El acto de vivir es ciertamente un trabajo opresivo”. En la otra pieza larga de esta sección, “El consultorio de la doctora Mueller”, ofrece una selección de cartas de consultas y consejos que recibía y daba: “La serotonina también está presente en los dátiles, en las ciruelas, en los higos y en los plátanos. ¿Recuerdas cuando la gente decía que podías drogarte fumando hebras de plátano? Quizá haya algo de verdad en eso…” Me queda una pieza: la que une a Ronald Reagan con las cucarachas. 

Cosas que pasan. Creo que de lo que hablan los cuentos de Cookie Mueller es de gente tratando de sobreponerse al acto de vivir. Hay quien cree ver el fin del mundo en arcanos, de ahí el título del libro, tomado de uno de los cuentos. Hay quien quiere sentirse aceptado incluso cuando su afición es beber pis ajeno. De eso habla Mueller, supongo, de no juzgar a los demás. Mi cuento favorito es “Correo de fanáticos, cartas honestas y bromas telefónicas”, no tanto por la trama, que también, es divertida y gamberra y luminosa y terrorífica, sino por el modo en que construye el cuento, a base de lo que anuncia el título: cartas y conversaciones de teléfono. Y así construye una comedia de enredo con personajes excéntricos y un poco disparatados que, mal que bien, buscan la felicidad. 


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