Un par de dรญas antes del fallecimiento de Harold Bloom, a veinticinco aรฑos de su aรบn controvertible El canon occidental (1994), The Wall Street Journal celebraba la publicaciรณn de los dos รบltimos libros de los cuarenta y uno de tema humanรญstico que publicรณ desde 1959, Possessed by memory y The American canon, ambos reciclajes de 2019 de libros e idea anteriores. Asรญ funcionaba Bloom en aรฑos recientes. Unos veinte antes de engendrar su canon y las reyertas en torno a su metodologรญa, comenzรณ a ser igual y polรฉmicamente famoso entre los letrados por La ansiedad de la influencia (1973), para mayor angustia de los no convencidos. Aunque dejรณ la crรญtica acadรฉmica al final de los aรฑos setenta, pasarรญa a no dejar en paz a nadie dentro del mundo intelectual occidental mรกs amplio desde que se comenzรณ a privilegiar la santรญsima trinidad de gรฉnero (sexual), raza y naciรณn, cuyos platos rotos se siguen pagando fuera de su paรญs de origen debido a la que con amplia razรณn llamรณ la โEscuela del resentimientoโ (feministas, marxistas, multiculturalistas y, no se debe olvidar, neoconservadores y otros plaรฑideros). Que solo haya incluido a Cervantes, Borges y Neruda entre los veintisรฉis autores de su canon occidental dice mรกs sobre esos autores que sobre su conocimiento de las literaturas en espaรฑol, o sobre su presunta capacidad para leer un libro en veinte minutos.
Como catedrรกtico abnegado, crรญtico (editรณ cientos de antologรญas crรญticas), erudito sin pelos en la lengua y panfletista sui generis, a Bloom solo le interesaba la superioridad de los clรกsicos reconocidos de Occidente, aunque llegรณ a elogiar posteriormente a contemporรกneos como Cormac McCarthy. Se cargรณ a Maya Angelou (con razรณn) y a David Foster Wallace (con menos razรณn) y en casi cada antologรญa que presentaba someramente no dejaba de perturbar la recepciรณn de algรบn autor o autora, cargรกndose a la Generaciรณn de la Terapia. No es casual que la parte de El canon occidental dedicada al siglo veinte se titule โcaรณticaโ. Y si toda valoraciรณn de un crรญtico termina con los valores permanentes de su trabajo, la de Bloom debe empezar pensando en los avatares de su idea de que los autores tienen que matar (en sentido amplio) a su padre poรฉtico para liberar su propia imaginaciรณn individual, porque de lo contrario su obra terminarรญa siendo una imitaciรณn de segunda categorรญa.
Si lo mejor de Bloom como crรญtico es que te hace pensar o enseรฑa a hacerlo, o a producir todo un libro como hizo Josu Landa en Canon City (2010), no se puede infravalorar que escribรญa sobre tiempos pre-digitales, no ahora, cuando los literatos transmiten sus cuitas despuรฉs de publicar sus obras, o como justificaciรณn de ellas, haciendo natural que los usuarios de los mismos medios en que leen esos reclamos crean que las distinciones entre autor y narrador no existen, y que las nuevas formas de conflicto y tecnologรญa engendren incertidumbres profundas. Bloom no sufrรญa de esas inseguridades, sabรญa que sabรญa, y como catedrรกtico impulsรณ a crรญticos de intereses tan dispares de los suyos como la feminista que toda feminista necesita, Camille Paglia. Consecuentemente su The Book of Job (1988) especula que uno de los hilos principales de la Torรก (el Pentateuco del cristianismo) es la obra de una mujer. Arbitrario como todo crรญtico que asevera que no hay que ser parcial, era tolerante y rabioso, radical en su defensa de los clรกsicos.
Hace unos aรฑos escribรญ โEdward Said y los dogmas interpretativos, mรกs Bloomโ, expandido para la ediciรณn espaรฑola de El error del acierto (contra ciertos dogmas latinoamericanistas) (2013), en que criticaba la manera en que Bloom comercializaba sus ideas, mientras las de Said eran tergiversadas y mercantilizadas por sus discรญpulos nominales. No cambiarรญa una palabra, porque el hecho es que la obra de ambos estarรก con nosotros por muchas dรฉcadas, la de Bloom como insรณlito bestseller popular, la de Said como la del crรญtico mรกs influyente en la academia. Si la de Said sigue generando interpretaciones encontradas teรณricamente, las que ocasiona Bloom bajan a la tierra. No es sorprendente que despuรฉs de sus libros se comenzara a publicar abiertamente sobre los excesos crรญticos y teรณricos de Occidente, como hicimos Daphne Patai y yo en el continuamente polรฉmico Theoryโs Empire (2005), que no incluye a Bloom o Said.
Los argumentos principales de Bloom encontraron afirmaciones mรกs sagaces en La littรฉrature en pรฉril de Tzvetan Todorov y La littรฉrature, pour quoi faire? de Antoine Compagnon, ambos de 2007; El secreto de la fama (2008) de Gabriel Zaid (traducido ese mismo aรฑo al inglรฉs, y luego al francรฉs e italiano). No son โdefensasโ de un conocimiento que nunca ha necesitado valedores o quijotes, sino confirmaciones sagaces de lo irrebatible. En cuatro de los capรญtulos de La haine de la littรฉrature (2015) William Marx pone en juicio la autoridad, verdad, moralidad y sociedad que los anti-literatos sacan a colaciรณn en su intransigencia. Concluye que aquellos paradรณjicamente reivindican la validez de lo que quieren negar. Si Marx propone que la amenaza a la continuidad de la literatura es la indiferencia, no el odio, Bloom propone que la coacciรณn es leer mal y el malestar que debe causar. Pero es una querella homeopรกtica, porque bien sabemos que el Quijote es una autobibliografรญa que sigue curando males.
Las discusiones en lรญnea sobre nuevos autores y libros van de lo desenfrenado a lo maniรกtico, resuelto o tal vez exacerbado porque nadie, aparte de crรญticos instantรกneos, da pruebas de haber leรญdo los libros, complicando las lecturas que transmiten emociones altas y hechos bajos. Bloom tenรญa pasiรณn, pero lo que escribe estรก templado por anรกlisis coherentes de los lazos entre la literatura y otros campos, con el trasfondo histรณrico y vigilancia crรญtica no solo del capital financiero sino del cultural, humano e institucional. Recordando que es imposible separar la sensibilidad de cualquier creador, la clave, sostiene Bloom, estรก en que la evaluaciรณn rigurosa construya diรกlogos confiables en que todo lector sensato y sensible sepa que los comentarios son sobre la obra, no sobre la persona. Precisamente porque no nos deja en paz, que en verdad es el trabajo del crรญtico no complaciente, aparte de los abanderados de la cultura popular, sus detractores mรกs conocidos (Naomi Wolf y Carlin Romano), aprovechaban la publicaciรณn de casi cada libro suyo para acusarlo de los males del mundo que compartรญan. No existe otro Bloom, y vale preguntar quรฉ harรกn ahora.
(Guayaquil, Ecuador) es crรญtico literario. Su estudio Los peajes de la crรญtica latinoamericana aparecerรก prรณximamente.