Para Elizabeth Corral
No voy a mentir. Yo no habรญa leรญdo de Sergio Pitol mรกs que Domar a la divina garza y El viaje cuando lo conocรญ. Otros hablarรกn de su obra con mayor pertinencia y conocimientos de los que yo pueda ofrecer. Hablarรฉ โaรบn con el dolor de su muerte reciรฉn acaecida el dรญa de hoyโ del hombre que me ayudรณ a transitar un largo periodo de mi vida, cuando no encontraba salida alguna para mi profunda depresiรณn.
Habรญa visto a Sergio Pitol en los pasillos del Instituto de Investigaciones Lingรผรญstico-Literarias de la Universidad Veracruzana, donde ambos trabajรกbamos. Yo acababa de llegar a Xalapa, รฉl de recibir el Premio Cervantes. No me atrevรญa, siquiera, a saludarlo. Por obra del azar tuve que hacer la presentaciรณn pรบblica de una gran amiga suya, Nรฉlida Piรฑรณn, de visita en la Universidad. รl estaba sentado junto a mรญ en aquella mesa. No sรฉ si le gustรณ lo que dije o le pareciรณ interesante. Nunca me lo dijo, pero a la semana siguiente recibรญ una invitaciรณn para asistir a la tertulia de los domingos, que รฉl presidรญa.
Llegan a mรญ fragmentos de aquellos domingos milagrosos. Los invitados โElizabeth Corral, Nidia Vincent, Mario Muรฑoz, Alfonso Colorado y otras muchas personas que llegaban intermitentementeโ hablaban de cine, de literatura, de pintura y de la obra de Sergio, que todos conocรญan a la perfecciรณn. Tuve que leerlo, pues me avergonzaba mi ignorancia y no podรญa comprender ni compartir los chistes que se hacรญan a propรณsito de la Falsa Tortuga, de Billie Upward, del niรฑo ruso, o de aquel siniestro personaje de El desfile del amor, Martรญnez.
Un dรญa โaciago para mรญ, como lo eran todos en aquella รฉpocaโ, lleguรฉ al cafรฉ. Las calles que lo rodeaban habรญan estado cerradas durante varios meses, pues en Xalapa todo estรก siempre en reconstrucciรณn โuna falsa reconstrucciรณn, pensaba cada fin de semana, cuando atravesaba por las aceras enlodadas y con la calle abierta en canalโ. Aquel domingo la calle estaba al fin dispuesta para la circulaciรณn, pero aรบn estaba prohibido el paso de los autos. Para entonces yo ya no tenรญa miedo y despotricaba contra la ciudad en cada reuniรณn. Cuando Sergio vio la calle sola, soleada, nueva, se apartรณ de nosotros; con gran ligereza se plantรณ en el centro y alzรณ los brazos al cielo, diciendo โยกquรฉ maravilla!โ. Con su sonrisa luminosa tomรณ el sol como si fuera la vida. Era la vida.
Muchas enseรฑanzas relacionadas con el placer de vivir me fueron impartidas sin algรบn รกnimo profesoral en aquella tertulia. Sergio, cuya indulgencia resistรญa el peso de mis descalabros verbales, lograba oponer a mi soliloquio algunas frases simples como la sal, con esa firmeza con la que algunos รกrboles crecen, solos y airosos, en terrenos baldรญos. Cuando iniciaba mis eternos reproches contra alguien o contra la vida misma, colocaba su mano sobre mi brazo y detenรญa asรญ mi arenga rabiosa.
En aquellos tiempos, Sergio planeaba hacer una novela sobre una enana y tomaba apuntes que nunca leรญ. Yo decidรญ hacer tambiรฉn una novela y cada domingo le contaba mis avances โintrincados e imposibles pasadizos, estructuras ociosasโ y Sergio, con una generosidad asombrosa para mรญ, siempre me preguntaba: โY luego, ยฟquรฉ pasa?โ Me regalรณ el libro de E. M. Forster, Aspectos de la novela, y me mostrรณ un pรกrrafo que subrayรณ: โA todos nosotros nos pasa como al marido de Sherezade: queremos saber lo que ocurre despuรฉs. Esto es universal, y es la razรณn por la que el hilo conductor de una novela ha de ser una historiaโ. Nada mรกs sencillo, me dijo. Luego me dio instrucciones precisas. Debรญa hacer anotaciones de mis personajes en unas tarjetas donde era forzoso escribir cรณmo eran, quรฉ tomaban, cรณmo vestรญan, cuรกles eran sus tics, dรณnde compraban la ropa, cรณmo tomaban el cigarro, quรฉ pausas hacรญan en su conversaciรณn… โDespuรฉs es muy sencillo. Al final ya tienes el esqueleto de la novelaโ, me decรญa, alzando las manos con un gesto caracterรญstico en รฉl, con el que parecรญa saludar al mundo, aunque me previno sobre la importancia de los diรกlogos, mi eterno Waterloo.
Desafortunadamente, la tertulia cesรณ. Nunca terminรฉ la novela, a la que tentativamente habรญa titulado Hoy es domingo y en cuya primera pรกgina aparecรญa un epรญgrafe de Pitol: โLa memoria puede, a voluntad de su poseedor, teรฑirse de nostalgia, y la nostalgia solo por excepciรณn produce monstruos. La nostalgia vive de las galas de un pasado confrontado a un presente carente de atractivos. Su figura ideal es el oxรญmoron: convoca incidentes contradictorios, los entrevera, llega a sumarlos, ordena desordenadamente el caos.โ Hoy no es domingo. Hoy es cumpleaรฑos de mi padre. Hoy ha muerto Sergio Pitol y mi memoria no produce monstruos: recuerda con enorme tristeza el รฉnfasis de Sergio al decirme que todo era sencillo y reproduce aquel gesto de amor por la vida โun gesto que de algรบn modo salvรณ la mรญaโ en una calle del centro de Xalapa.
(Ciudad de Mรฉxico, 1961) es poeta, ensayista y editora de poesรญa en Letras Libres. Este aรฑo su libro Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crรณnica de una amistad (Ariel, 2020) recibiรณ los premios Mazatlรกn de Literatura y Xavier Villaurrutia.