Ahora que buena parte del mundo ha entrado o entrarรก en cuarentena y aislamiento, se puede intentar el silencio. Digo intentar, porque es una de las prรกcticas mรกs difรญciles. Lo confirmรฉ en un viaje a Siria poco antes de que estallara la guerra, donde me recluรญ en el monasterio de Deir Mar Musa, una comunidad monรกstica del rito sirรญaco-catรณlico ubicada a unas horas de Damasco, fundada en el siglo XI por (o en honor a) San Moisรฉs el Abisinio, un ermitaรฑo que viviรณ por ahรญ despuรฉs de renunciar al trono de su padre, rey etรญope.
Uno de los tantos ejercicios espirituales que, como el ayuno y la contemplaciรณn, se podรญan practicar era el silencio. Habรญa un francรฉs secular, visitante como yo, que llevaba varios meses sin emitir sonido alguno ni mover los labios mรกs que para alimentarse. Tenรญa, es cierto, algunas ventajas: los monjes no suelen hablar sino lo esencial para celebrar la comuniรณn y comer en compaรฑรญa, y el monasterio estรก en medio del desierto, alejado de los ineludibles distractores de la modernidad (a veces me preguntaba si podrรญan sobrevivir el chiflido de los camotes). Pero aรบn asรญ era difรญcil. Para conocer el resultado de mi intento basta saber que me convertรญ en รกvido usuario de Twitter. Asรญ que transfiero el reto, consciente de que estamos en el pico de la civilizaciรณn del smartphone, cuya irradiaciรณn el coronavirus no sรณlo no podrรก callar, sino todo lo contrario.
Pero a juzgar por la teologรญa, la recompensa es alta.
Los mรญsticos de las religiones superiores, de los sufรญes del islam a los cartujos del medievo, vieron en el silencio un riguroso mรฉtodo espiritual. No un fin en sรญ mismo, como advirtiรณ San Francisco de Sales, sino un instrumento para divisar cierta realidad oculta. La conclusiรณn teolรณgica es compartida: el ruido obstruye. En tรฉrminos cristianos, porque interfiere con la operaciรณn divina en el alma. En tรฉrminos budistas, porque ensancha el โyoโ, lo que dificulta el esclarecimiento.
En su estudio sobre misticismo La filosofรญa perenne, Aldous Huxley reuniรณ, aรฑadiendo sus propias anotaciones, aforismos y refranes de cรฉlebres mรญsticos sobre los principales preceptos de la espiritualidad, incluido el silencio. El taoรญsta Lao Tse, por ejemplo, expuso que โel que sabe no habla y el que habla no sabeโ. Un proverbio musulmรกn enseรฑa que cuando โel perro ladra, la Caravana pasa.โ Y en nuestra propia tradiciรณn, San Juan de la Cruz escribiรณ que โel hablar distrae, y el callar y obrar recoge y da fuerza al espรญrituโ. Acaso el mรกs explรญcito es el anglicano William Law, tan venerado en su tiempo por el Dr. Samuel Johnson: โLa vida espiritual no es mรกs que la operaciรณn del Espรญritu de Dios dentro de nosotros, y por tanto [โฆ] el mucho hablar o nuestro deleitarnos en รฉl serรก a menudo no pequeรฑo estorbo…โ
A pesar de sus diferencias metafรณricas, segรบn Huxley la esencia mรญstica de las religiones superiores es la misma (algo que ya habรญa dicho Leibniz). Todas coinciden, escribe รฉl, en que el ruido es un impedimento en โel camino del conocimiento unitivo de la Base divina, una danza de polvo y moscas que oscurece la Luz interna y externa.โ Por eso el silencio โno es sรณlo una de las mรกs difรญciles y penetrantes de todas las mortificaciones; es tambiรฉn la mรกs fructรญfera.โ La cuarentena presta la oportunidad.
Es periodista, articulista y editor digital