Foto: National Library of Norway, Public domain, via Wikimedia Commons

Son los rusos

A Ucrania siempre le ha tocado ser โ€œel jardรญn de al ladoโ€ que tanto envidian y codician los vecinos.
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Tengo sobre mi escritorio dos libros cuyas historias dan inicio en Ucrania: Caballerรญa Roja, de Isaak Bรกbel, y Kaputt, de Curzio Malaparte.

El libro de Bรกbel comienza: โ€œEl jefe de la Sexta Divisiรณn informรณ que habรญa sido tomada Novograd-Volinsk al amanecer. El Estado Mayor partiรณ de Krapivno y nuestro convoy se extendiรณ a modo de ruidosa retaguardia por la carretera que lleva de Brest a Varsovia, una calzada construida por Nicolรกs I con huesos campesinosโ€.

Enseguida nos describe el fรฉrtil entorno, que ha sido la bendiciรณn y maldiciรณn de Ucrania: โ€œCampos de pรบrpuras amapolas florecen a nuestro alrededor, el viento del mediodรญa juega en el centeno que se torna amarillo, el trigo sarraceno se eleva virginal en el horizonte como muro de un lejano monasterio, el rรญo se aleja de nosotros hacia la niebla perlada de los bosques de abedules, penetra en los oteros cubiertos de flores y, con sus brazos cansados, se enmaraรฑa en la maleza del lรบpuloโ€.

Malaparte nos dice desde la primera pรกgina: โ€œComencรฉ a escribir Kaputt en el verano de 1941, al inicio de la guerra de los alemanes contra Rusia, en la aldea de Pestchanka, en Ucraniaโ€. Entre mรบltiples atrocidades, cuenta una habitual salvajada que realizaban los alemanes. Convocaban a los campesinos en las aldeas ucranianas para hacerles un examen de lectura. La mayorรญa de ellos eran iletrados; entonces sufrรญan y se angustiaban sin poder descifrar el texto. Los menos, leรญan orgullosos con la mejor pronunciaciรณn y entonaciรณn de que eran capaces. Entonces los alemanes llevaban aparte a esos que sรญ sabรญan leer y los fusilaban.

Tambiรฉn los germanos querรญan saquear el llamado โ€œgranero de Europaโ€ y, cuando ya lo habรญan exprimido, empezaron โ€œa quemar las aldeas incapaces de suministrar a los pelotones de requisiciรณn tantas medidas de trigo o harina, tantas medidas de maรญz o cebada, tantos caballos o tantas cabezas de ganadoโ€.

Eso cuando apenas un puรฑado de aรฑos antes Stalin habรญa matado de hambre a entre cinco y diez millones de campesinos ucranianos, requisรกndoles toda cosecha, todo alimento, todo animal y hasta toda semilla. El primero en reportar para el mundo este genocidio fue el periodista galรฉs Gareth Jones, que pronto serรญa asesinado por los servicios secretos soviรฉticos.

โ€œEl caballo es ahora una cuestiรณn de vida o muerteโ€, escribiรณ Jones en los inicios de la rapiรฑa estalinista, โ€œยฟpues cรณmo se puede arar sin caballo? Si no se ara, ยฟcรณmo se puede sembrar para la siguiente cosecha? Y si no se siembra para la siguiente cosecha, entonces la muerte es el รบnico prospecto en el futuroโ€.

Un campesino le dice a Jones: โ€œAntes, tenรญamos caballos y vacas y cerdos y pollos. Ahora nos morimos de hambre. Antes alimentรกbamos al mundo. Ahora nos han quitado todo y no tenemos nada. Antes, te hubiera dado la bienvenida como mi huรฉsped, te habrรญa ofrecido pollo y huevos y leche y excelente pan blanco. Ahora no tengo ni pan. Nos estรกn matandoโ€.

Decido sacar de mis estantes otros libros.

En El Don apacible, novela muy favorecida por el rรฉgimen soviรฉtico, Shรณlojov escribe con toques que parecen de prensa contemporรกnea: โ€œLa expediciรณn siguiรณ durante varios dรญas hacia el corazรณn del distrito del Dรณnetzโ€. Les caen encima los vecinos rusos como ahora con una falsa proclama de liberaciรณn, y, ante la frรญa recepciรณn, el jefe militar les dirige este discurso: โ€œUcranianos eran, tres veces malditos, y ucranianos son. ยกOjalรก revienten y se hagan polvo! ยกQue el cรณlera se los lleve, burgueses de barriga colgante! ยกComedores de mierda, eso son!โ€

En La guardia blanca, Bulgรกkov relata otro episodio de desprecio hacia esos ucranianos. โ€œCuando los alemanes saqueaban a los campesinos, los castigaban con mano dura y abrรญan contra ellos fuego de ametralladora, no solo no hubo una voz indignada que se levantase en defensa de esos campesinos ucranianos, sino que a menudo, junto a las pantallas de seda de los salones, mostraban los dientes como lobos y se oรญa decir: โ€“ยกEs lo que se merecen! Asรญ hace falta. ยกAรบn es poco!โ€.

Stalin no solo los matรณ de hambre, tambiรฉn los deportรณ masivamente. Orlando Figues escribe en Los que susurran sobre los โ€œlargos convoyes de deportados que arrastraban consigo sus รบltimas posesiones, bultos patรฉticos de ropa de cama y vestimenta que cargaban a pie o empujaban sobre un carroโ€.

Ivรกn Bunin, indigno ganador del Nobel, destila algunos sentimientos de los rusos hacia los ucranianos, cuando pone a uno de sus personajes a decir: โ€œYo, amigo, no soy un imbรฉcil ucranianoโ€, y habla de โ€œuna distante choza blanca a la sombra de un รกlamo; pero le enseรฑaron a menospreciar esa choza, ya que ahรญ vivรญan ucranianos y es sabido que son tan bobosโ€ฆโ€.

Por las lecturas que acostumbro, la palabra Ucrania siempre me ha llevado a pensar en alguna pesadumbre. Gran cรณmplice en esto Isaak Bรกbel, judรญo nacido en Odesa. Al final de un cuento escribiรณ: โ€œEn la Odesa de otros tiempos la ciudad estaba unida al cementerio por un camino de una tristeza indecibleโ€.

Nunca ha sido fรกcil ser ucraniano. Ya los antiguos griegos disputaban ese territorio atraรญdos por su riqueza de trigo y otros cereales; por esas costas del Mar Negro que los helenos llamaban Mar Hospitalario. A Ucrania siempre le ha tocado ser โ€œel jardรญn de al ladoโ€ que tanto envidian y codician los vecinos.

Ahora es Putin.

Czesล‚aw Miล‚osz, en La mente cautiva, escribe que a Rusia le da por conquistar otros paรญses pese a ser โ€œuna naciรณn que nunca supo gobernarse ni siquiera en casa, y que nunca ha conocido el รฉxito ni la libertadโ€. Sobre todo eso: nunca ha conocido la libertad, y le da mucha rabia que Ucrania la estรฉ conociendo.

Pero no debo decir que โ€œahora es Putinโ€. No hay que decir que en otro tiempo fueron Stalin o Hitler, ni siquiera hay que decir que fueron los zaristas o bolcheviques o mencheviques o nazis. Hay que hablar con justicia: fueron los rusos, fueron los alemanes.

Ahora vuelven a ser los rusos; aun los que quieren poner cara de vergรผenza.

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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