En junio se cumplen cuarenta años de la firma del tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas. La pertenencia a la Unión ha sido decisiva para el país en términos de modernización, mejora de infraestructuras, calidad democrática e incluso autoestima. Europa dejaba atrás las rivalidades históricas que la habían llevado a su destrucción; España se deshacía de lo que veía como una condena histórica. La contrapartida ha sido a veces una visión un tanto ingenua, desinformada y acrítica.
Ahora, en un momento que parece asumir la forma de una lucha entre dos grandes potencias y donde Estados Unidos ha renunciado a ser el líder del mundo libre, Europa, que a veces se ha llamado un objeto jurídico no identificado o una entidad políticamente inexistente, representa una alternativa. Eso también la obliga a definirse.
En este número tratamos de orientarnos hacia el futuro y miramos también hacia el pasado. Revisamos la importancia de estas cuatro décadas para España, analizamos algunas de las mayores transformaciones colectivas y recreamos dos experiencias personales: la trayectoria de un corresponsal en Bruselas y la memoria de uno de los programas de más carga simbólica de la Unión, la beca Erasmus.