Fui mujer de Salvador Elizondo durante 37 aรฑos, tres meses y veintinueve dรญas. Supe de รฉl desde que tenรญa yo ocho aรฑos de edad (1953), esto porque era amigo de mis padres, quienes admiraban al joven Elizondo por su brillante inteligencia y vivacidad. Solรญa asistir a las tertulias musicales que los domingos se organizaban en mi casa donde mi padre, el mรบsico Raรบl Lavista, compartรญa su discoteca con sus amigos para oรญr mรบsica en serio. Era un ritual, se oรญa desde Mozart, Beethoven, Chopin, Wagner, Verdi, Debussy, Ravel, Puccini, Stravinski hasta lo mรกs moderno entonces, como Schรถnberg, Alban Berg, Messian, Pierre Boulez, John Cage, etc. Siempre obras completas sin interrupciรณn, previa explicaciรณn de mi padre. Asรญ conocรญ a muchos personajes de la vida cultural de Mรฉxico que recuerdo desde mi infancia, como a Juan Rulfo, Pedro y Rafael Coronel, Ruth Rivera, Rosario Castellanos, Ricardo Guerra, Martรญn Luis Guzmรกn, Dolores del Rรญo, Miroslava Stern, Guillermo Arriaga, Ernesto de la Peรฑa, Luis Buรฑuel, Claudio Arrau, George Sandor, entre muchos otros. Ademรกs mi padre colaboraba con su padre, el productor de cine don Salvador Elizondo Pani, y musicalizรณ muchas de las pelรญculas que produjo mi suegro, hoy joyas de la รฉpoca de oro del cine nacional como Distinto amanecer, San Felipe de Jesรบs, El monje blanco, Rosenda, El rรกpido de las 9:15, etc.
En 1957, a su regreso de Europa, visitรณ a mis padres el joven Elizondo (entonces ya se me permitรญa asistir a las reuniones musicales). Fue cuando realmente lo conocรญ. Tenรญa yo doce aรฑos y รฉl veinticinco, debo admitir que me causรณ una gran impresiรณn que hasta hoy persiste en mi memoria. Ataviado con un saco de tweed, pantalรณn de paรฑo gris Oxford, zapatos ingleses, corbata del regiment, tal vez chaleco a cuadros, con un corte de pelo particular, moreno, de finas facciones, cejรณn, menudo, vivaz, simpรกtico, ingenioso, aguerrido en sus discusiones contra los otros asistentes, hablando un lenguaje profundo con ideas estrafalarias…, pues me pareciรณ fascinante y creo que desde entonces me enamorรฉ de รฉl… Pero ยฟcรณmo…? Yo, con doce aรฑos de edad, adolescente y bruta, se me planteaba como un amor imposible; รฉl sabรญa todo y yo nada, apenas empezaba yo a gustar de la mรบsica y a leer a Tom Sawyer o a bailar rock โnโ roll cuando รฉl venรญa de Europa pleno de ideas nuevas e incomprensibles para mรญ. Un vez me ayudรณ en una tarea de inglรฉs cuando cursaba yo el sexto grado de primaria y me saquรฉ diez absoluto y menciรณn honorรญfica, claro, gracias a รฉl…
Se casรณ con Michรจle Albรกn al poco tiempo y siguiรณ asistiendo a mi casa ahora con ella. Fueron a mi fiesta de quince aรฑos (1960), donde el Negro Ojeda profanรณ el piano de cola de mi padre y a ritmo de rumba amenizรณ mi fiesta, a la que asistieron trescientos invitados (de รฉsta conservo una pelรญcula en 16 mm). Luego fue mi maestro cuando asistรญ al CUEC (Centro de Estudios Cinematogrรกficos de la UNAM). Para entonces ya se habรญa divorciado de Michรจle y lo acompaรฑaba a dar sus clases una bellรญsima mujer, que era su amante, llamada Marรญa Rodrรญguez, dedicataria de su segunda novela, El hipogeo secreto.
Curiosamente mi primer cliente, la primera persona que me contratรณ para que le hiciera yo fotografรญas, fue Salvador. No tenรญa yo, entonces, cรกmara propia y mi compaรฑero Alberto Bojรณrquez, ya fallecido, me prestรณ la suya con la condiciรณn de acompaรฑarme a la sesiรณn fotogrรกfica. Afortunadamente me salieron bien y asรญ publiquรฉ por primera vez mis fotografรญas en la segunda ediciรณn de Farabeuf, texto que ya habรญa yo leรญdo, naturalmente, pero el cual apenas comprendรญ.
El joven Elizondo habรญa cambiado. Era ahora un hombre igualmente atractivo pero atormentado, bebรญa cervezas, se movรญa nervioso, le preocupaban sus hijas, hablaba chino y lo obsesionaba James Joyce.
Me unรญ a su vida cuando yo tenรญa veintitrรฉs aรฑos y รฉl 36, a partir del 17 de diciembre de 1968. Fui su novia durante un aรฑo al cabo del cual literalmente me robรณ de mi casa para llevarme a vivir con รฉl a un modesto departamento frente al Parque Mรฉxico con la advertencia de mis padres y sus amigos de que Salvador me iba a practicar tormentos chinos como los de su novela Farabeuf…
Me convertรญ pues en la mujer del escritor, mi admiraciรณn y amor profundo por รฉl me llevaron a reflexionar sobre muchas cosas. Me preguntaba yo cรณmo debรญa ser la mujer de un escritor, cรณmo procurarle paz y aislamiento, indispensables para la creaciรณn de su obra, en realidad de dos obras, la de รฉl y la mรญa propia porque yo debรญa ser una artista digna de รฉl. Recordaba yo los regaรฑos de mi madre cuando le hacรญamos ruido a mi padre… โsilencio, niรฑos, su padre estรก componiendo su mรบsica y no debemos interrumpirlo, porque se le va la idea, vรกyanse a jugar a otro lado…โ
Salvador me animaba mucho en mi trabajo de fotรณgrafa y en cuanto podรญamos estar solos nos ponรญamos a trabajar, yo en mi cuarto oscuro y รฉl con su escritura… De pronto nos comunicรกbamos entusiasmados con los logros obtenidos y asรญ yo me convertรญ en su primera lectora y รฉl en mi primer espectador y crรญtico.
Vivir con รฉl era completamente diferente que ser su novia. Yo no habรญa vivido antes con nadie mรกs que con mis padres y la aventura se planteaba asaz difรญcil, pero fascinante. Estaba yo deslumbrada, no, no habรญa tormentos chinos, habรญa una gran disciplina, Salvador era ordenado y responsable, llevaba un orden casi militar, no se le podรญa mover nada de lugar porque montaba en cรณlera, era romรกntico, celoso, iracundo, nervioso, tรญmido en cosas prรกcticas, simpรกtico, risueรฑo, sentimental, ocurrente, puntual, flojo a veces, otras borracho, difรญcil, exigente, crรญtico agudo, obsesivo, macho mexicano, le gustaban irresistiblemente las mujeres, amaba a los animales y a las plantas, el paisaje mexicano, comรญa chile chipotle, tacos de carnitas, chapulines, sopa de fideos y fumaba, a veces, mariguana, usaba paliacates, zapatos ingleses y tweed irlandรฉs (โel Harris tweed es la base, mamacita, de un buen sacoโ, me decรญa), lloraba con la poesรญa y sobre todo era un escritor…
siempre acudรญa a sus cuadernos, siempre escribรญa en sus diarios, en ellos vertรญa todas sus ideas y proyectos, aunque รฉstos fueran banales, y escribรญa y escribรญa que escribรญa, cuando no lo hacรญa se sentรญa frustrado. โ…Hoy no pude escribir en mi diarioโ, se lamentaba. Tambiรฉn era un lector voraz: si no estaba leyendo, estaba escribiendo. Cuando me unรญ a รฉl, sus diarios, antes esporรกdicos, se convirtieron en eso: en verdaderos diarios, era para รฉl casi una obligaciรณn escribir aunque fuera unas lรญneas cada dรญa. Eran dรญas duros econรณmicamente, no habรญa becas ni nadie que nos ayudara que no fuera el producto de nuestro propio trabajo, el cual era generalmente mal pagado y a destiempo; nos costaba trabajo pagar la renta y hubo dรญas en que para comer vendรญa yo los cascos viejos de la cerveza que consumรญa. Estos fueron los inicios de mi cercanรญa a sus diarios, los cuales nunca, antes de su muerte, leรญ, porque asรญ lo determinamos, โ…nunca leer diarios ajenos, nunca abrir la correspondencia de otroโ, consignas que nos hicimos porque pretendimos establecer cรณdigos de รฉtica y respeto mutuo, no cabalmente cumplido, debo admitir.
Es imposible narrar al paciente lector toda mi vida con Salvador Elizondo, la memoria a mis 62 aรฑos aรบn persiste pero la vejez acecha y amenaza con la pรฉrdida de lo mรกs preciado de los hombres, para mรญ, que es la memoria, y ante esto he decidido dedicar el resto de lo que el destino me depare de vida con memoria, a cuidar, clasificar y difundir la obra de mi esposo que considero es mi obligaciรณn. De ninguna manera me atreverรญa yo a emitir juicios crรญticos de su literatura, soy simplemente la esposa de un gran escritor, compartรญ con รฉl prรกcticamente toda mi vida y naturalmente lleguรฉ a conocer muchos detalles de su biografรญa: su origen, sus dudas, su cualidades y defectos, sus logros y fracasos, en fin, soy la persona que mรกs aรฑos pasรณ a su lado.
Al morir el 29 de marzo de 2006 deja un legado, ademรกs de sus libros โFarabeuf, El hipogeo secreto, Narda o el verano, El retrato de Zoe, Cuaderno de escritura, El grafรณgrafo, Miscast, Camera lucida, Contextos, Estanquillo, Teorรญa del infierno, Elsinore y Pasado anterior, entre otrosโ, de mรกs de 83 cuadernos de diarios que abarcan del aรฑo 1945 al 26 de marzo de 2006, tres dรญas antes de morir, de manera que muriรณ como un soldado con su fusil, en su caso, pluma en mano.
Cuando regresรฉ a casa despuรฉs de las ceremonias fรบnebres, con mi pena a cuestas, decidรญ empezar de inmediato a leer sus Diarios a los que por primera vez me enfrentaba yo. Los leรญ todos en un tรฉrmino de tres meses. Mi pena se apaciguรณ porque sus cuadernos me ofrecรญan el privilegio que pocas mujeres de mi edad tienen, la de revivir mi vida por medio de su escritura, de transportarme a tiempos de juventud, madurez y vejez, y sobre todo de maravillarme por las ideas, proyectos, dibujos, pensamientos, poemas que escribiรณ en ellos. Mi curiosidad se centrรณ, naturalmente, en empezar por los de nuestros primeros aรฑos juntos (1968). Me llevรฉ, debo admitir, sorpresas por ciertas infidelidades con mujeres, que hoy miro mรกs con objetividad que con resentimiento, pues entiendo que le eran irresistibles y que es mejor enterarme ahora que entonces pues entonces yo andaba tomando fotografรญas por el mundo y nunca me enterรฉ de nada. La verdad sea dicha, nunca faltรณ una sola noche a casa.
Los escribiรณ obviamente para ser publicados, ยฟsi no quรฉ otro destino tendrรญan los diarios en el caso de un escritor? Salvador era ordenado y en cada cuaderno o libreta hay un รญndice de lo que รฉl considera notable, y cada uno lo numerรณ y fechรณ, inclusive cada pรกgina, รฉl sabรญa que gran parte de su obra eran sus cuadernos. Escribiรณ aprรณximadamente treinta mil pรกginas de 1945 al 2006.
Alguna vez declarรณ en los periรณdicos que sus Diarios deberรญan publicarse veinte aรฑos despuรฉs de su muerte, esto porque vierte opiniones sobre algunas personas que podrรญan salir afectadas, sin embargo antes de morir cambiรณ de parecer y tuvo intenciรณn de publicar, al menos, los รบltimos; inclusive hablรณ al respecto con su yerno Gonzalo Garcรญa Barcha, pues querรญa publicar de manera facsimilar sus Noctuarios, una serie de cuadernos que solรญa escribir a altas horas de la noche o en la madrugada hacia 1995, cuando ya escribir era una obsesiรณn y una constante. Tambiรฉn le encomendรณ, a una amiga suya, capturar uno de ellos en su totalidad.
Decidรญ publicar de manera cronolรณgica algunas pรกginas de estos Diarios en Letras Libres, que generosamente me acoge en este proyecto, durante todo este aรฑo con el fin de compartir con sus lectores y darles una idea de su contenido. En esta primera entrega aparecen pรกginas que corresponden al primer cuaderno que data de 1945 y es cuando es un niรฑo aspirante a torero que sรบbitamente es internado en una escuela militar en Los รngeles, California, a finales de la Segunda Guerra Mundial, experiencia que recrearรก en su novela Elsinore. Asimismo se publican pรกginas de su segundo cuaderno que data de 1947-1948 cuando cumple quince aรฑos, luego diecisรฉis y viaja a Ottawa donde cursarรก la preparatoria.
Han pasado casi dos aรฑos desde que muriรณ y lo que mรกs extraรฑo es no poder conversar con รฉl, me habรญa yo acostumbrado a su constante presencia, a las tardes en la verandah con whisky y tabaco hablando de las conversaciones del Dr. Johnson, de Joyce, de Melville, de Conrad y de tantas cosas mรกs…~