Ricardo Bada, escritor profesional

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“Tienes que estar constantemente en el tajo, y tratar de ser muy versátil, tener una paleta muy amplia”

Ricardo Bada (Huelva, 1939) es escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Autor de libros de cuento, poesía y ensayos, es colaborador regular de más de una docena de revistas y periódicos en España, México, Colombia, Uruguay, Perú, Dinamarca y Estados Unidos. En esta entrevista, cuenta algunas de las peripecias de su atípica carrera.

¿Cómo fue que te convertiste en escritor profesional?

Ocurre que me di cuenta, muy, muy jovencito, que se me daba bien versificar y redactar, y es así que con muy pocos años he perpetrado hasta un drama en verso -menos mal que sólo en un acto. Lo cierto es que en el colegio San Ramón, de Huelva, donde estudié mi bachillerato, se corrió la voz de que yo era poeta: para gente de mi edad, y en aquel tiempo, hacer versos era ser poeta. Y un día uno de mis condiscípulos, de los cursos superiores -la gente que ya tenía novias-, me preguntó que si también sabía hacer versos de esos que leyendo en perpendicular la primera letra de todos, se leía una frase o un mensaje. Yo no sabía todavía lo que eran los acrósticos, pero le pedí a ese condiscípulo, de Isla Cristina creo que era, que me dijese qué frase quería que le versificara de ese modo, y él me dijo algo así como TE QUIERO MUCHO, ROCÍO. Y se los hice, y me los hice pagar: en cigarrillos, que fueron mis primeros honorarios de escribidor. Y estuve haciendo acrósticos a tantos cigarrillos por grado de dificultad, pero habiendo decidido entre tanto, interiormente, que me iba a ganar la vida escribiendo. Porque me di cuenta de que sabía hacerlo y se me daba bien, y además me gustaba. ¿Y por qué me iba a dedicar a ejercer la carrera de Derecho, como deseaba mi padre, que me la costeó, o dedicarme al comercio, como él mismo, si lo que me gustaba y me salía natural era escribir? En fin, que terminados los estudios de Leyes, en Sevilla, ni siquiera me presenté al último examen porque ya estaba trabajando en una emisora de radio, como redactor, en Huelva. Y con el breve paréntesis de mi salida de España en febrero 63, destino Alemania, hasta enero 65, cuando ingresé como redactor en la Radio Deutsche Welle, la BBC alemana, toda la vida me la he ganado escribiendo. Y sigo en la brecha.

¿Y no tuviste problemas para ganarte la vida de escritor en Alemania?

Cuando yo llegué a Alemania lo hice como peón no calificado, porque no tenía dinero y debía ganarme la vida de algún modo. Estuve casi dos años trabajando en fábricas -de cueros, de cartonajes, de gas, de cerámica industrial-, pero desde poco después de mi llegada acá comencé a colaborar regularmente en un semanario en castellano que se editaba en Colonia para toda la emigración laboral española en Europa. Éramos casi un millón los fugitivos económicos y/o ideológicos -en mi caso se daban los dos aspectos- de la España de Franco.

Y en ese semanario, al año de llegar a Alemania comencé a publicar una columna titulada “El ingenioso emigrante Don Quijote de la Múnich”, cuyos protagonistas eran un Gastarbeiter, término alemán para designar al obrero extranjero, alto y delgado, y otro bajo y gordo. Y en cada columna parafraseaba un capítulo del libro de Cervantes, pero puesto al día y en la realidad laboral y alemana de la hora presente. Fue un éxito mayúsculo, cientos y cientos de Gastarbeiters compraban el semanario cada viernes y se iban derecho a la columna, y en la Deutsche Welle se interesaron por adaptarla como serie radiofónica, así es que me contactaron para comprarme el copyright. Y la única condición que puse fue hacer yo mismo la adaptación, porque, les dije, lo mío era más la radio que la prensa. Esto sucedía en enero 1965, yo no llevaba ni dos años en Alemania cuando de la DW, al ver mis adaptaciones, me ofrecieron un contrato de redactor en su sección en lengua española.

Fue paradójico, porque yo había llegado a Alemania con intención de aprender el idioma para tener más chances como periodista en mi país cuando regresara a él, esto es, cuando terminase la noche negra del general inferiocre. Y resulta que me empecé a ganar la vida escribiendo en español para una emisora alemana donde al cabo de casi 35 años me jubilé, el 31de diciembre de 1999, siendo subjefe de la redacción y anchorman principal de los informativos diarios para América Latina. Resumiendo, contesto tu pregunta diciéndote que en realidad no tuve problemas para ganarme la vida en Alemania como escribidor. Pero el mío, evidentemente, es un caso de caer de pie, de suerte pura, casi 100% atípico, pues.

Pero a lo largo de todos esos años también te fuiste introduciendo en los medios españoles y latinoamericanos… Y mira que estoy hablando de publicaciones harto prestigiosas. ¿Cómo le hiciste?

No le hice. Me lo hicieron. Otro nuevo caso de suerte. Juan Goytisolo pasó por Alemania, estuve entrevistándole para mi emisora y le entregué un manojo de fandangos, mis parodias de la literatura en lengua española, de los que ya tenía un centenar por aquellos días. A Juan le gustaron tanto que, sin decirme nada, se los pasó a José Miguel Ullán, quien entonces dirigía aquel que tu compatriota Carlos Fuentes apostrofó como “el mejor suplemento cultural del mundo”, el de Diario16, en Madrid. Y José Miguel los publicó sin más, en septiembre de 1987, y ahí inicié mi colaboración regular con Culturas16, hasta que cesó de salir el suplemento, pero Amalia Iglesias, que era entretanto su redactora jefe, pasó a serlo de una revista recién creada, Revista de Libros, y se empeñó en que yo fuera reseñador de libros para ellos. Y es como las cerezas, que agarras una y van saliendo las demás. Así es que cuando me jubilé en la emisora y me pude dedicar a mi juguete full time, como decimos los castizos. Empecé a colocar mis paridas en tu país, en Nexos, así como también en La Tempestad, de Monterrey, no la olvido (ambiciosa revista), y en El Malpensante y SoHo, de Colombia, Etiqueta Negra en el Perú, Cuadernos Hispanoamericanos, Vasos Comunicantes y la Revista de Occidente (¡qué intensa mi emoción al verme publicado ahí, joder!), y bueno, también en diarios y semanarios, Marcha y El País, de Montevideo; La Nación, de San José de Costa Rica; ABC, de Madrid; La Jornada, del D.F. mexicano; El Espectador, de Bogotá, donde mantengo una columna quincenal y un blog semanal; y La Opinión, de Los Ángeles, que no se debe de confundir con la opinión de los ángeles, que es muy otra cosa. No te menciono Letras Libres, porque ahí publiqué bastante, al principio; luego con cuentagotas; y ahora nada. No sé por qué me entrevistas para ellos si no les caigo en gracia, pero a un compañero no le puedo negar una entrevista.

Según he podido leer, actualmente te has convertido en un bloguero pofesional, y tus textos han adoptado un cariz eminentemente personal. Pienso, por ejemplo, en el blog que escribes para FronteraD. ¿Por qué lo haces? ¿Para quién escribes?

Bloguero semiprofesional. La de FronteraD es mi única escritura gratuita. Si alguna vez, y eso espero, pero no por mí sino por FronteraD (que es un proyecto formidable, lo mejor que hay en pantalla como revista virtual ómnibus en español, “lo digo y no me corro” en palabras de César Vallejo), si alguna vez, digo, me llegaran a pagar, me vendría como pedrada en ojo de boticario, porque la presión impositiva en Alemania no se detiene ante las pensiones de jubilación, que desde enero 2003 a julio 2007 estuvieron congeladas, luego subieron un ridículo 0.254% o algo por el estilo, y ahora Frau Merkel nos anunció -¿o fue una amenaza?- que no podemos contar con más subidas hasta el 2020. Y a todo esto el coste de vida sube y sube y sube, y a ti, que vives en Alemania, no hace falta que te lo explique, pero a tus lectores en España y México, que seguirán creyendo que Alemania continúa siendo un milagro económico, lo que yo cuento les puede parecer ciencia ficcción catastrofista, algo así como Avatar, pero en dos dimensiones.

Y creo que me desvié mucho de tus preguntas… Que por qué escribo un blog eminentemente personal, y para quién. Pues bien; en realidad empecé a llevar un diario en serio cuando tuve mi primera computadora -los españoles, vergonzantes afrancesados de siempre, las llaman “ordenadores”, de puro espíritu de sumisión que les empoza el alma. Y empecé a llevarlo no como dietario, sino para registrar las anécdotas que tenían como protagonistas a mis nietos, porque, por desgracia, embebido en el trabajo, en su día descuidé mi tarea como padre y ahora estoy tratando de redimirme como abuelo. Y a los abuelos nos gusta presumir de los nietos, así es que empecé a mandar sus hazañas a los amigos, y poco a poco ese diario a saltos se fue convirtiendo en un dietario, y se lo empecé a enviar regularmente a más amigos los domingos, y fueron ellos quienes me animaron a hacerlo extensivo a más lectores a través de un blog. Y yo acepté siempre que ello sucediera dentro de un marco para nada unipersonal y siempre que nadie me pidiese que cambiase el tono de mi escritura. Es decir, lo sigo escribiendo como siempre, a mi manera desmañada y en babuchas. Porque lo que me repele como pocas cosas en este mundo, es la lectura de los blogs presuntamente memorialistas y “diarieros”, pero a los que de lejos se les nota el afán de hacer literatura. Es decir, son blogueros que no escriben para dejar memoria de sus experiencias, sino para aspirar al Nobel, qué miseria. La verdad es que me resultan vomitivos casi todos los blogs memorialistas. Los que me gustan son el de Sofía García en FronteraD, cuyos posts andan en el límite impreciso de la genialidad (y Sofía todavía no ha cumplido los 17). Y luego el misceláneo de Ignacio Ruiz Quintano en Salmonetes Ya No Nos Quedan (que es un verso de José Miguel Ullán). Y Perros en la Playa, el blog donde Jordi Doce –que fue quien me publicó en Letras Libres, años ha– nos regala cada semana sus espectaculares traducciones de poetas en lengua inglesa. Y también adoro leer el blog de una compatriota tuya y amiga mía, Ángeles Mastretta, porque escribe muy en la misma onda que yo lo hago, aunque ella, claro está, harto mejor. Y un blog más que me encanta es el de mi paisano Bernardo Romero en su cocina, que es que estás comiendo lo que él cuece mientras te lo cuenta, hay gente que sabe guisar con la palabra, y él es uno. Y en fin, pondría otro ejemplo más para completar la media docena, pero me detiene la consideración de que me pudieras acusar de nepotismo. Y también la de que me extendí demasiado, pero es que el tema de la literatura blog da para mucho.

Parece que escribir, en tu caso, más que una profesión, es una adicción. Tal vez sea cierto eso de que un escritor no es quien sabe escribir, sino quien no sabe no escribir. ¿Puedes revelarnos algunos de tus secretos para ser tan prolífico?

Adicción no es, si entendemos la palabra en su sentido moderno, estupefaciente. Sí lo es en el sentido desusado de entrega, de adhesión. Yo he sido de toda la vida muy epistolómano, desde siempre me gustó estar en comunicación lo más continua posible con mis amigos y aquellas personas cuyo consejo me interesaba, de quienes podía y podría aprender algo. Y entonces esa epistolomanía mía tiene su correlato en lo grafómano que soy, porque en realidad yo sí escribo para que los amigos me quieran más. Es a ellos a quienes mando mis textos apenas los escribo, y realmente sí me importa que no me los acepten en las redacciones adonde también los envío y donde los propongo, porque texto no publicado es dinero que dejo de ganar. Pero cuando hay rechazos de las revistas o suplementos no me importa tanto, porque sé que soy uno de los autores mejor leídos del idioma: mis amigos son legión y su nivel intelectual anda muy por encima del de los lectores comunes y silvestres. No es pues que sea escritor porque no sepa cómo dejar de escribir. Para empezar, ni siquiera soy escritor en el sentido que se le concede normalmente a la palabra. Soy simplemente alguien que se gana la vida escribiendo, escribir es mi ganapán, como el del albañil es colocar ladrillos. Y no creas que es tan fácil, mi obra publicada es algo así como la punta de un iceberg. Te pondré sólo un ejemplo que he mirado en mis archivos para esta entrevista. En la revista El Malpensante, de 102 o 103 números que llevan publicados, he aparecido en 38 de ellos, de lo que estoy harto orgulloso, y además no es mal promedio, significa que estuve presente en uno de cada tres números, y de esos 38 textos, tres eran cuentos que editaron con un lujo de lay out que parecía que fuesen de Capote, o de Updike. OK, pero es que además me han dejado de publicar o me han rechazado 101 textos más. O sea, que ganarse la vida en este medio no es tan fácil como parece. Tienes que estar constantemente en el tajo, y tratar de ser muy versátil, tener una paleta muy amplia. Y para terminar de contestar tu pregunta, no hay ningún secreto en lo que hago. Sencillamente me gusta escribir y no suelo perder el tiempo en babosadas ni mirando las musarañas, y entonces el tiempo, agradecido, me cunde.

– Salomón Derreza

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Escritor mexicano. Es traductor y docente universitario en Alemania. Acaba de publicar “Los fragmentos infinitos”, su primera novela.


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