¿Cรณmo debemos entender a Kafka? Claro que no como รฉl se entendรญa a sรญ mismo, o mรกs bien, como รฉl querรญa hacernos creer que se entendรญa a sรญ mismo. En una carta a su sufrida prometida Felice Bauer, le declara: “Estoy hecho de literatura; no soy nada mรกs y no puedo ser nada mรกs.”1 Este fue un tema constante en sus aรฑos de madurez, y uno que ampliรณ en una significativa entrada de su diario en agosto de 1914: “Mi inclinaciรณn a describir mi onรญrica vida interior ha desplazado al reino de lo accesorio todas las demรกs cosas, las cuales se han atrofiado de un modo horrible y no cesan de atrofiarse.”2
Claro, Kafka no es el primer escritor, ni serรก el รบltimo, que se vea a sรญ mismo como un mรกrtir de su arte –pensemos en Flaubert, pensemos en Joyce–, pero es notable por la determinaciรณn con la que concibiรณ su papel. ¿Quiรฉn mรกs habrรญa podido inventar la mรกquina de tortura en el corazรณn de su perturbadora historia “En la colonia penitenciaria”, que ejecuta a los malhechores grabรกndoles su sentencia –le mot juste!– con un aguja de metal en la piel?
El concepto que tenรญa de sรญ mismo como artista atormentado estรก muy vinculado a la idea de su predicamento como hombre que lucha por mantener su salud y su cordura frente a un mundo implacablemente inhรณspito. En los anales del lamento, desde Job y Jeremรญas hasta el Innombrable, de Beckett, sin duda nadie se ha entregado con tal dedicaciรณn, energรญa y exquisita sutileza a la queja sostenida como lo hizo el autor de “La condena” y Carta al padre, de los diarios y de la correspondencia con Felice Bauer y con su amante Milena Jesenskรก, asรญ como con su amigo Max Brod.3
Hay momentos, muchos momentos, en los que este ironista supremo parece reconocer el lado cรณmico de sus quejas interminables, y la sonrisa helada, autoescarnecedora, que nos sale al paso en esas ocasiones es particularmente irresistible. Nos viene a la mente tambiรฉn aquel famoso incidente en el que Kafka leรญa en voz alta las pรกginas iniciales de El proceso ante un grupo de amigos en Praga, pero se reรญa tanto que tenรญa que detenerse, mientras su audiencia tambiรฉn se reรญa “incontrolablemente”, a pesar de lo que Brod describรญa como “la terrible gravedad de su capรญtulo”. Quรฉ tarde debiรณ haber sido esa.
A pesar de las particularidades de la obra de Kafka –¿y quรฉ otro autor ha creado un paisaje literario tan instantรกneamente reconocible como el suyo?–, como artista se le toma por una tรกbula rasa. En su pequeรฑo estudio, Franz Kafka: The poet of shame and guilt, Saul Friedlรคnder cita la descripciรณn que hiciera de Kafka el crรญtico germano-americano Erich Heller como “el creador de la lucidez mรกs oscura en la historia de la literatura”, y seรฑala cรณmo la opacidad de los textos de Kafka le ha permitido ser considerado
un judรญo neurรณtico, un judรญo religioso, un mรญstico, un judรญo que se odia a sรญ mismo, un criptocristiano, un gnรณstico, el mensajero de un tipo de freudianismo antipatriarcal, un marxista, el existencialista por excelencia, el profeta del totalitarismo o del Holocausto, la voz icรณnica del alto modernismo, y mucho mรกs…
Es sorprendente que pocos crรญticos y comentaristas han entendido a Kafka esencialmente como un producto de su tiempo y de su entorno –la Mitteleuropa de inicios del siglo xx–, y hay que reconocer que Friedlรคnder menciona “la influencia constante del expresionismo” y las obras contemporรกneas de literatura fantรกstica, como El Golem, de Gustav Meyrink, en la sensibilidad literaria de Kafka. El hecho es que Kafka era un hijo de Praga, desde la cabeza hasta la punta de sus tรญsicos dedos. Cuando era joven comentรณ con tristeza que la ciudad tenรญa garras y que no lo soltaba. Se conocรญa bien a sรญ mismo y a su lugar de nacimiento.
…
Reiner Stach, en su biografรญa de Kafka, tambiรฉn busca un conocimiento รญntimo de su sujeto, y del tiempo y el lugar en el que vivรญa y trabajaba. Stach es al mismo tiempo altamente ambicioso y admirablemente modesto. Desea, nos dice, experimentar “cรณmo era ser Franz Kafka”; sin embargo, no deja de comentar que el esfuerzo de “acercarse aunque sea un poco” es ilusorio:
No hay trampas metodolรณgicas que sirvan; las jaulas del conocimiento siguen vacรญas. ¿Quรฉ logramos entonces con todos nuestros esfuerzos? ¿La vida real de Franz Kafka? Claramente no. Pero quizรก sea posible un vistazo fugaz, o una mirada sostenida.
Esta modestia no es falsa, pero estรก mal dirigida. Hasta el momento, se han publicado dos volรบmenes de su biografรญa de Kafka. Los aรฑos de las decisiones y Die jahre der erkenntnis [Los aรฑos de conocimiento, aรบn no traducido al espaรฑol] son el segundo y el tercer volumen; el primer volumen, centrado en su vida hasta 1910, fue pospuesto porque Stach esperaba –en vano, parece ser– a que se liberara un importante archivo de documentos de Max Brod, actualmente en Israel; no obstante, el libro estรก programado para ser publicado este aรฑo.
A juzgar por los dos volรบmenes disponibles, esta es una de las grandes biografรญas literarias, digna de ser colocada junto al James Joyce, de Richard Ellmann, el Marcel Proust, de George D. Painter y el Henry James, de Leon Edel , o quizรก incluso en una repisa mรกs alta. Sin lugar a dudas Stach ha conseguido algo en verdad original con esta obra.4 Gracias a una combinaciรณn de una erudiciรณn infatigable, una sorprendente empatรญa y una prosa que podrรญa caracterizarse como apasionadamente grรกcil logra transmitir la sensaciรณn de “cรณmo era ser Franz Kafka”. Se impuso la tarea proustiana de reunir, y resumir, un mundo entero, y ha realizado esta tarea con un รฉxito notable. El resultado es un retrato desconcertantemente presente de uno de los maestros mรกs enigmรกticos y perdurables de la literatura.
Parte del mรฉtodo de Stach consiste en comparar punto por punto las pruebas biogrรกficas con las pruebas autobiogrรกficas dentro de la obra, y Kafka siempre es autobiogrรกfico, aunque intenta borrar las huellas con un cuidado maniรกtico. Stach estรก a tono con el rechazo de Kafka a la psicologรญa, y mantiene una aproximaciรณn epistemolรณgica en su tarea, ciรฑรฉndose a los datos que conoce –y conoce una gran cantidad de datos– y nunca cediendo a la especulaciรณn caprichosa que tantos biรณgrafos se permiten.5
En ocasiones, con toda intenciรณn, da un paso hacia atrรกs para presentar una visiรณn mรกs amplia de tal o cual aspecto de la vida y obra de Kafka. Asรญ sucede, por ejemplo, en el volumen tres, con su brillante exรฉgesis del fragmento “La Muralla China”. El relato no se centra en el emperador bajo cuyas รณrdenes se construyรณ la muralla, sino en la construcciรณn misma, que fue erigida “no como una entidad รบnica sino en secciones individuales muy distantes entre sรญ”; el mismo mรฉtodo, apunta Stach, que Kafka utilizรณ al ensamblar sus novelas, en particular El proceso. Sobre “La Muralla China”, Stach comenta:
Nadie mรกs aparte de los que estaban a cargo pueden decir con certeza quรฉ tanto ha progresado la construcciรณn; ni siquiera estรก claro si las brechas entre la muralla estarรกn cubiertas cuando se haya terminado el trabajo. Nunca se ha completado, y siempre serรก un fragmento hecho de fragmentos.
De esta manera, la muralla corresponde con la “metaestructura que ha sido caracterizada como ‘el mundo de Kafka’ o ‘el universo de Kafka’”.
…
El segundo volumen, Los aรฑos de las decisiones, inicia de manera emocionante con la aproximaciรณn del cometa Halley en mayo de 1910. “Durante meses, los reportes periodรญsticos habรญan estado advirtiendo de una posible colisiรณn, explosiones gigantescas, lluvias de fuego y olas gigantescas, el fin del mundo.” El 18 de mayo, el dรญa en el que el comenta se impactarรญa con la Tierra o la esquivarรญa, muchedumbres inquietas llenaron las calles y los cafรฉs de Praga, entre ellos, “un hombre flaco y nervioso… una cabeza mรกs alto que todos los demรกs a su alrededor”. Uno se pregunta quรฉ tanto habrรก creรญdo Kafka en la amenaza de una colisiรณn celestial. Si hemos de confiar en los diarios y en las cartas, Kafka consideraba los momentos cruciales de su tiempo con una indiferencia fatigada. Recordemos el tristemente famoso apunte en su diario del 2 de agosto de 1914: “Alemania ha declarado la guerra a Rusia. –Tarde, escuela de nataciรณn.” En este asunto, Stach toma una postura caracterรญsticamente sutil:
Una de las razones principales por las que se considera que Kafka se mantenรญa distante de la realidad y de la polรญtica es que se enfocaba menos en las grandes pรฉrdidas en sรญ –incluso cuando estas eran catastrรณficas– y mรกs en el significado amplio de estas pรฉrdidas, y en la manera en la que dejaban al descubierto la esencia del momento en su totalidad. La caรญda de un gran sรญmbolo, el final de una tradiciรณn, el recorte de la punta de una pirรกmide [v. gr. el asesinato del archiduque Fernando y la destrucciรณn subsecuente del Imperio austrohรบngaro]; como muchos de sus contemporรกneos, para รฉl estos acontecimientos eran los signos de una disoluciรณn irreversible.
Kafka tenรญa veintisiete en el aรฑo del cometa Halley y, como lo describe Stach con callada ironรญa, “las quince pรกginas que habรญa publicado para entonces ya mostraban todos los indicios de que llegarรญa lejos”. Esto no fue evidente para todos, y la extensa letanรญa de penurias editoriales de Kafka resulta una lectura desalentadora; sin embargo, debe mencionarse, en defensa de sus editores, que tratar con Kafka debe haber sido imposible. No obstante, que Kafka haya sido tรญmido y difรญcil no quiere decir que haya sido indiferente. “La idea de que no le importaba la resonancia pรบblica”, dice Stach, “que era inmune tanto a los elogios como a la crรญtica, es falsa”. De hecho, parece ser que durante la Primera Guerra Mundial contratรณ los servicios de una agencia de recortes de prensa para no perderse ninguna menciรณn, por fugaz que fuera, de su obra. En cualquier caso, no se hacรญa ilusiones acerca de la posibilidad de tener fama y รฉxito mundial. Con humor mรกs bien melancรณlico decรญa de su primer libro, un tomo delgado titulado Meditaciones: “Se han vendido once libros en la tienda de Andrรฉ. Yo comprรฉ diez. Me encantarรญa saber quiรฉn fue el once.”
Dedicaba gran parte de su energรญa, fรญsica y espiritual a la tarea de aislarse de las afrentas del mundo. En el proceso, segรบn Stach, รฉl
estableciรณ un sistema de obsesiones que mejorarรญa su vida a un nivel narcisista, pero que a su vez consumirรญa toda su vitalidad. Su historia “La madriguera” presenta un sรญmbolo claro de esto: una criatura que se amuralla para mantenerse autosuficiente, en un estado de sitio constante, condenada por lo mismo a una estado de alerta permanente. Todo es una amenaza; todo punto es vulnerable. Uno no puede bajar la guardia en ningรบn momento, cada acto descuidado es castigado, y la รบnica fuga hundirรก al barco. Si nada puede entrar, y todas las grietas estรกn selladas, nada puede salir tampoco. Apuntรณ, escueto, en su diario: “Mi celda, mi fortaleza.” Es difรญcil imaginar una analogรญa mรกs precisa.
Pero, ¿quรฉ es exactamente lo que lo lleva a hacer una madriguera de sรญ mismo, a encogerse de temor y temblor kierkegaardiano? Se veรญa a sรญ mismo como un extraรฑo, apenas humano, como una criatura que, como dijera de Nietzsche uno de sus amigos, parecรญa venir de un lugar en el que no vivรญa nadie mรกs. ¿Por quรฉ? En pos de una respuesta, uno regresa a la elegante caracterizaciรณn que hace Erich Heller del estilo prosรญstico de Kafka, como uno al mismo tiempo lรบcido y oscuro. Los hablantes nativos confirman la belleza lรญmpida del alemรกn de Kafka, de su incomparable pureza y concisiรณn. Sin embargo, su lengua, como la de Freud, da una clara sensaciรณn de ocultamiento. Sus enunciados se mueven como los bailarines chinos de Loie Fuller en el poema “Mil novecientos diecinueve”, de Yeats, quienes “se envolvieron / en una red vistosa, una flotante cinta…”, dentro de la que los bailarines apenas parecen sombras parpadeantes. En Kafka, siempre hay algo que no se dice. ¿Quรฉ es eso?
…
Saul Friedlรคnder tiene una fuerte sospecha sobre cuรกl puede ser la respuesta. Al describir a Kafka, y lo hace de manera muy bella, como “el poeta de su propio desorden”, Friedlรคnder lo explica llanamente:
Los Diarios y las Cartas indican con claridad que –excepto por ponderar constantemente su escritura, la รบltima esencia de su ser– los asuntos que torturaron a Kafka durante la mayor parte de su vida eran de naturaleza sexual.
Mรกs adelante, refuerza esta perspectiva al insistir que “ademรกs de la primacรญa total de la escritura, los asuntos sexuales se convirtieron en la preocupaciรณn mรกs obsesiva de la vida de Kafka”. ¿De quรฉ variedad eran estos asuntos sexuales? “Todas las fuentes indican… que sus sentimientos de culpa estaban relacionados no con iniciativas concretas de su parte sino con fantasรญas, con posibilidades sexuales imaginadas.” Y estas posibilidades, Friedlรคnder sugiere, tenรญan un origen homoerรณtico.
En uno de los pasajes mรกs candentes de Lolita, Humbert Humbert se detiene a conjeturar que para ese momento, las cejas del lector estarรกn ya en la parte de atrรกs de su calva cabeza. Sin duda habrรก admiradores de Kafka a quienes la tesis de Friedlรคnder provocarรก una reacciรณn similar. Es importante enfatizar, por ello, que Friedlรคnder no es un joven acadรฉmico agitador que ansรญa una plaza universitaria y que busca hacerse de un nombre provocador. Es un profesor emรฉrito de historia y tiene la Club 39 Endowed Chair en estudios del Holocausto en ucla; ganรณ el Premio Pulitzer en 2008 por su libro El Tercer Reich y los judรญos (1939-1945). Los aรฑos del exterminio.
Naciรณ en Praga, y varios aspectos de su vida coinciden con los de Kafka: su padre estudiรณ leyes en la Universidad Carolina, y se convirtiรณ, como Kafka, en un asesor legal de una aseguradora en Praga; trรกgicamente, “como la de las tres hermanas de Kafka, las vidas de mis padres terminaron en los campos de concentraciรณn alemanes”. Sin embargo, esos ecos del pasado
no me habrรญan convencido de escribir sobre un tema tan lejano de mi campo, la historia, si no fuera por temas muy especรญficos y poco mencionados que considero lo suficientemente importantes como para tratarlos en un pequeรฑo ensayo biogrรกfico.
Uno recuerda al niรฑo que no puede evitar gritar cuando el emperador se pasea con sus ropas invisibles, excepto que en este caso el personaje real estรก deseoso de que nadie vea el sofisticado atuendo que utiliza en secreto.
En su mayorรญa, Friedlรคnder basa su caso en la evidencia interna de los escritos de ficciรณn, pero tambiรฉn en algunas de las remociones que Max Brod hizo en las versiones publicadas de las cartas y los diarios. Hay, por ejemplo, una entrada del 2 de febrero de 1922 que, escribe Friedlรคnder, Brod “censurรณ en la traducciรณn al inglรฉs”, pero dejรณ sin cambios en la alemana. Esto fue lo que Kafka escribiรณ, con los pasajes “censurados” entre corchetes:
Por la maรฑana, lucha en el camino hacia el Tannenstein, una lucha mientras contemplaba a los esquiadores en una competiciรณn de salto. El pequeรฑo y alegre B., ensombrecido un poco, en toda su inocencia, por mis fantasmas; al menos a mis ojos; especialmente [, la pierna avanzada, con la media gris enrollada,] la mirada vaga, sin objetivo, las palabras inรบtiles. Se me ocurre –pero esto suena ya a artificioso– que la noche pasada quiso acompaรฑarme a casa.6
Tambiรฉn hay unas miradas de admiraciรณn dirigidas hacia unos apuestos jรณvenes suecos. Para nada califica como un testimonio incriminador. Lo que es mรกs significativo es el hecho de que Brod haya creรญdo necesario hacer esos recortes silenciosos, ya que eso sugiere que รฉl tenรญa sospechas definitivas sobre la inclinaciรณn sexual de su amigo.
Friedlรคnder coincide con Mark M. Anderson, el experto en Kafka, al pensar que es “altamente improbable que Kafka hubiera considerado la posibilidad de tener una relaciรณn homosexual”.7 Tampoco sugiere, en ningรบn momento, que las “posibilidades sexuales imaginadas” que Kafka hubiera considerado sean la clave para descubrir los enigmas en el corazรณn del canon kafkiano. En cualquier caso, una vez que este genio particular sale de la lรกmpara, no hay manera de hacerlo entrar de nuevo. Los deseos homosexuales reprimidos sin duda podrรญan dar cuenta de algunas de las mรกs sorprendentes y oscuras preocupaciones de Kafka, incluido su disgusto con las mujeres que exhibe con frecuencia,8 su fascinaciรณn con la tortura y la evisceraciรณn, y, sobre todo, quizรก la obsesiรณn que tuvo toda su vida con su padre, o mejor dicho, con el Padre –el eterno masculino–. Porque sin duda el pobre Hermann Kafka, empresario menor y proveedor de bienes de lujo, no podrรญa haberse calzado los zapatos, mรกs bien dicho las botas de nueve leguas, que Kafka confeccionรณ para รฉl en la historia que consideraba su verdadero triunfo artรญstico, “La condena”, en la que un padre condena a un hijo a ahogarse, y en la nunca entregada Carta al padre, dentro de cuyos largos esfuerzos el hijo declaraba: “Lo que yo escribรญa trataba de ti, solo me lamentaba allรญ de lo que no podรญa lamentarme reclinado en tu pecho. Era una despedida de ti expresamente demorada.” Aquรญ, como es tan frecuente a lo largo de los textos de Kafka, vemos, dicho en uno de los raros deslices de Friedlรคnder hacia la jerga psicolรณgica,
una evoluciรณn del significado simbรณlico de la autoridad paternal desde su funciรณn psicosexual mรกs fundamental (en un sentido freudiano) a su funciรณn preeminentemente social como representante de la tradiciรณn y la ley.
…
Los repetidos lamentos de aversiรณn hacia sรญ mismo que hace Kafka son sorprendentes, y a menudo lindan con la histeria. Al escribirle a Milena Jesenskรก le ofrece una de sus metรกforas mรกs amorosas y aterradoras –“Nadie canta de manera tan pura como aquellos que habitan el infierno mรกs profundo; lo que creemos que es el canto de los รกngeles, es su canto”–, pero estรก precedida por una confesiรณn torturada –¿o es una complicada forma de jactancia?–: “Estoy sucio, Milena, infinitamente sucio, por eso es que grito tanto sobre la pureza.” Y esto lo dice un abstemio fastidioso y obsesivo y semivegetariano, cuyos elegantes trajes azules y camisas inmaculadas eran motivo de comentarios por parte de sus amigos y conocidos. Sin duda Kafka cargaba con oscuros problemas en su interior.
Su sigilo, su impulso hacia una “oscura lucidez” son evi- dentes no solo en su vida, sino tambiรฉn en su obra y en sus mรฉtodos de trabajo. En un estudio fascinante sobre el manuscrito original de El castillo, el traductor y experto en Kafka Mark Harman ha trazado el proceso mediante el cual el autor cortรณ y editรณ la obra para “preservar un aura de inefable misterio al hacer que todo sonara [segรบn escribiรณ Kafka] ‘ein wenig unheimlich’ [un poco siniestro]”.9
Esta versiรณn no editada de la novela comenzรณ en primera persona, pero a la mitad Kafka cambiรณ de opiniรณn y se regresรณ a las pรกginas previas y cambiรณ el “yo” por “K”.10 Las motivaciones y el personaje de K estรกn desarrollados de manera bastante abierta, tanto que el autor, al revisar el manuscrito, escribe Harman, “tachรณ consistentemente los enunciados y pasajes que revelan un alto grado de autoconocimiento de parte de su hรฉroe”. Reiner Stach sigue a Harman al seรฑalar que
Kafka sin duda habrรญa socavado la estructura misteriosa, parabรณlica o alegรณrica de El castillo si hubiera hecho que su protagonista apareciera explรญcitamente como judรญo o como escritor, aunque esta doble experiencia de exclusiรณn claramente estaba al fondo de la obstinada batalla por la aldea y el castillo.
Como escribe Harman, podemos atribuir muchas de las supresiones “al desagrado que Kafka expresรณ muchas veces hacia la psicologรญa. Sin embargo, en lugar de eliminar a la psicologรญa completamente, Kafka ocultรณ los trabajos de la psique de su hรฉroe en los intersticios de su escritura”.
A fin de cuentas, nada de esto importa, ya que Kafka se aventurรณ constantemente a un รกmbito desconocido. En marzo de 1922 escribiรณ en su diario: “El socorro me espera en alguna parte, y los guรญas me desvรญan.” Para entonces, sin embargo, el destino lo tenรญa firmemente en su mira. Cinco aรฑos antes, en el verano de 1917, Kafka sufriรณ su primera hemorragia pulmonar. Le dio la bienvenida a la apariciรณn de la enfermedad con alivio –la muerte, despuรฉs de todo, resolverรญa tantas cosas– al describirla a un amigo como “especial… podrรญas decir que se me ha conferido una enfermedad”.
Sin duda hay justicia en esta enfermedad; es solo un golpe que, incidentalmente, no siento como un golpe para nada, sino como algo dulce en comparaciรณn con el curso promedio de las cosas de los aรฑos pasados, asรญ que es justo, pero es burdo, tan terrenal, tan simple, tan bien dirigido al lugar mรกs conveniente.
La enfermedad lo habrรญa de liberar a fin de cuentas de las exigencias de la vida, de sรญ mismo e incluso de la literatura. Le dijo a Max Brod: “Lo que tengo que hacer, solo puedo hacerlo solo. Aclarar las รบltimas cosas.” Tenรญa mucho que escribir, en el poco tiempo que le quedaba, sin embargo, su esfuerzo ahora no serรญa puramente literario sino, en el sentido mรกs profundo, tambiรฉn moral. En “De noche”, uno de sus รบltimos fragmentos, escribiรณ –y lo repitiรณ, palabra por palabra, en una carta a Felice Bauer–: “Alguien tiene que velar, se ha dicho. Alguien tiene que estar ahรญ.” De ahora en adelante รฉl serรญa tanto centinela como testigo, y su logro serรญa trascendente. En la รบltima historia que completรณ –“Josefina la cantora o El pueblo de los ratones”– describe la canciรณn de Josefina, que aquรญ “estรก en el lugar adecuado, como en ningรบn otro lugar”, y que a pesar de la ligereza de la mรบsica expresa la esencia:
Algo hay allรญ de nuestra pobre y breve infancia, algo de una dicha perdida que no puede encontrarse mรกs; pero tambiรฉn algo de nuestra vida activa cotidiana, de sus pequeรฑas alegrรญas, incomprensibles y, sin embargo, incontenibles e imposibles de obliterar.11 ~
___________________________________
Traducciรณn de Pablo Duarte.
Publicado en The New York Review of Books,
24 de octubre de 2013.
1 Franz Kafka, Diarios (1910-1923), ediciรณn a cargo de Max Brod, traducciรณn de Feliu Formosa, Barcelona, Tusquets, 2010 (N. del T.).
2 Franz Kafka, Obras completas, ii, traducciรณn de Andrรฉs Sรกnchez Pascual y Joan Parra Contreras, ediciรณn dirigida por Jordi Llovet, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Cรญrculo de Lectores, 2000 (N. del T.).
3 Brod, aunque errado en algunas cosas –por ejemplo, en su representaciรณn de Kafka como un escritor religioso–, era un hombre con sentido comรบn. En general le habรญa tomado la medida a su amigo, y aun cuando Kafka habรญa sido diagnosticado con tuberculosis, no dudรณ en escribirle con un reproche seco: “Estรกs feliz con tu infelicidad.”
4 En el tema de la originalidad de la aproximaciรณn, uno debe mencionar Kafka, de Pietro Citati, y K, de Roberto Calasso. Estas no son biografรญas sino meditaciones profundamente poรฉticas y agudas sobre el fenรณmeno singular que Kafka representรณ.
5 Stach escribe: “Un biรณgrafo no puede dar consejos, y los diagnรณsticos rutinarios y a larga distancia de relaciones humanas que se remontan a generaciones o incluso รฉpocas atrรกs son de los efectos secundarios mรกs viles del allanamiento histรณrico que ahora prevalece, junto con el predominio discursivo de la psicologรญa.”
6 La traducciรณn al espaรฑol recoge el fragmento “censurado” (N. del T.).
7 “Sea cual sea el impulso homoerรณtico que hubiera informado la sexualidad de Kafka, lo mรกs probable es que no fuera un homosexual practicante que simplemente ‘traducรญa’ la experiencia biogrรกfica a una forma literaria en cรณdigo.” Vรฉase Mark M. Anderson, “Kafka, homosexuality and the aesthetics of ‘male culture’” en: Gender and politics in Austrian fiction, editado por Ritchie Robertson y Edward Timms (Edinburgh University Press, 1996), p. 80.
8 “Cada pareja de reciรฉn casados en su viaje de bodas me parecen una imagen repugnante, ya sea que me relacione con ellas o no, y si quiero provocarme un disgusto a mรญ mismo, solo tengo que imaginar que rodeo la cintura de una mujer con el brazo.” Citado por Anderson, Gender and Politics, p. 96. Por otro lado, Reiner Stach es vehemente al decir “los personajes femeninos de Kafka… son representantes del poder y de un conocimiento que no se adquiere a travรฉs del estatus social, sino que ha sido conferido a cada mujer; son prototipos de un mito de la feminidad”.
9 Vรฉase “Making everything ‘a little uncanny’: Kafka’s deletions in the manuscript of Das Schloร and what they can tell us about his writing process”, de Mark Harman, en A companion to the works of Franz Kafka, editado por James Rolleston (Camden House, 2003). Este ensayo fue traducido al alemรกn por Reiner Stach y publicado en Neue Rundschau que, durante la direcciรณn editorial de Robert Musil, bien podrรญa haber publicado La metamorfosis por primera vez. Apareciรณ en cambio en Die Weiรen Blรคtter en 1915. Europa central era, y es, un mundo muy pequeรฑo.
10 En enero de 1922, mientras Kafka se embarcaba en la composiciรณn de El castillo, llegรณ una tarde nevada al balneario de Spindlermรผhle en el Riesengebirge, cerca de la frontera con Polonia. En el hotel Krone, donde se le esperaba, se dio cuenta que estaba anotado en el directorio del hotel como el “Dr. Josef Kafka”.
11 Franz Kafka, La condena, traducciรณn de J. R. Wilcock, Madrid, Alianza Editorial, 2006, 240 pp. (N. del T.).
Naciรณ en Wexford, Irlanda, en 1945. Segรบn George Steiner "es el escritor de lengua inglesa mรกs inteligente." Es autor, entre otros libros, de El libro de las pruebas (1989), El mar (2005).